Número de visitas

jueves, 29 de diciembre de 2011

Lo que la corrupción esconde

Truman Burbank lleva una vida sencilla, sin complicaciones. Podríamos afirmar que es feliz aunque, quizás, nunca se lo haya cuestionado. No hay mayor síntoma de felicidad que ese: no plantearse uno si lo es.

La sencillez de Truman espanta. Quizás por eso su papel fue interpretado por Jim Carrey. Tras caérsele un foco desde el cielo y descubrir que retransmiten todos sus movimientos, en la sintonía de radio que escucha habitualmente en su coche, empieza a preguntarse, y no antes, por su vida y por el mundo que le rodea.

Los tres grandes interrogantes de todo ser humano, ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? se presentan en la mente de Truman de forma súbita al darse de cuenta, progresivamente, de que todo gira alrededor de él.

El show de Truman, película dirigida por Peter Weir en 1998, tiene múltiples implicaciones filosóficas. Es una cinta poliédrica como dirían los sesudos críticos de cine. La vida de Truman es una vida en directo. Su vida, aunque él no lo sepa, es una serie de televisión que cosecha récords de audiencia.

Todo lo que hace es revelado a la audiencia por un sofisticado sistema de cámaras. La vida de Truman es una vida transparente aunque él afirme, casi al final de la película, que nunca han tenido una cámara en su cabeza. La vida de Truman es un Gran Hermano en el que todo se sabe.



El protagonista capta esto y comprende que la única opción que tiene para escapar es tomar la delantera, sorprender con sus movimientos a quienes le controlan. Aunque muchos habrán visto la película, no desvelaré en estas líneas, si Truman consigue escapar del maleficio.

La sociedad de la Revolución digital nos ha convertido a todos en un nuevo Truman. Todo se ve y se comenta gracias a las Redes Sociales. Desde un libro que es retirado de unos grandes almacenes a los más ocultos casos de corrupción, todo es observado y contado en este mundo 2.0 que nos hemos fabricado.

Los políticos –o no políticos- que tienen responsabilidades públicas deberían aprender de esta historia. Pueden pretender acabar con las cámaras. Empresa imposible porque hoy en día todos somos cámaras. O seguir las enseñanzas de Truman y adelantarse a los acontecimientos que, en el caso que nos ocupa, no es otra cosa que transparencia absoluta.

La corrupción es culpa de los corruptos. La corrupción es propia de personas sin catadura moral y se alimenta de la impunidad. A la clase política –a todos en nuestros ámbitos- no le queda otra que adelantarse a los acontecimientos y mostrar a las cámaras que no hay nada que ocultar antes de que se descubra que había mucho escondido.

domingo, 25 de diciembre de 2011

El discurso del Rey

Los líderes surgen, de manera natural, entre un grupo de personas que sobrellevan una determinada tarea en común. Este liderazgo se puede fundamentar de diversas maneras pero sólo aguanta y se solidifica, en el tiempo, si el líder tiene catadura moral. Todo lo demás -habilidades, empatía, poder, etc.- se queda hueco si el líder no posee un discurso avalado por unos hechos.

Antes de la revolución digital, quizás un líder podía mantener su rol aunque no llevara una vida ejemplar. Una vida poco loable era fácil de ocultar. Mucho más en tiempos pretéritos, no tan lejanos, en los que el líder venía impuesto por razones de sangre o de fuerza. La poca información que circulaba era controlada de manera absoluta. Un líder impuesto es una contradicción en todos sus términos.

Con el advenimiento de la democracia y la sociedad global, un líder debe ganarse su puesto mediante los lazos de los votos y la honradez de sus obras y de aquellos que le rodean. Afortunadamente, ambas realidades están intrínsicamente unidas.

Producen estupor los políticos que pretender limpiar sus corrupciones con el aval de las urnas. El mismo sonrojo provocan los que se adueñan de una patria sin haber sido refrendado por los votos.

El Rey Jorge V muere y le sucede en el trono su hijo Eduardo VIII. Eduardo no lleva una vida ejemplar y se ve obligado a abdicar. Le sucede en el trono su hermano, segundo en el orden de sucesión, que reinará bajo el nombre de Jorge VI.


Bertie, así es llamado Jorge VI en la película El discurso del rey, es honrado y se sabe líder de su pueblo. Afirmar que las monarquías democráticas parlamentarias no son legítimas es tan absurdo como afirmar que los votos libres no son la democracia.
                                         
Pero tiene una dificultad que le paraliza desde pequeño. Es tartamudo. Afortunadamente eso no es cortapisa para una vida digna pero Bertie, al saberse líder, comprende que debe poner su voz al servicio de su pueblo en un momento especialmente difícil: la segunda Guerra Mundial. La trama de la película se centra en esta circunstancia.

Finalmente, Bertie supera su problema y el pueblo encuentra en sus palabras –en su esperado discurso- el empuje moral que necesita para enfrentarse a una situación tan dramática. Las palabras sin hechos son huecas: los hechos sin palabras son ciegos.

Ayer hubo otro discurso, no en película sino en la realidad. Las circunstancias son difíciles aunque no estemos en guerra. Oír que todos somos iguales ante la ley unen en perfecta simbiosis las palabras con los hechos. El final, al igual que el de la película, es bueno y esperanzador.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Por imperativo legal

Dirigida por Clint Eastwood, Cartas desde Iwo Jima nos cuenta la desconocida historia de los soldados japoneses que defendieron su tierra contra la invasión norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial.

El general Tadamichi Kuribayashi brilla con luz propia entre sus hombres. Es un hombre de honor y cumplidor del deber. Hace lo que dice, dice lo que hace y cumple con sus obligaciones. Eso le da tal liderazgo que sus hombres no temen morir por su patria por que él lo pide.

Un soldado estadounidense es apresado. Los soldados japoneses deciden matarlo. El general no sólo lo impide; da la orden de que sea cuidado. El diálogo de esta escena es sencillo pero invita a la reflexión.

--¿Acabo con él?
--No. Curadle.
--Pero, señor…
--Okubo, tú esperarías lo mismo, ¿no? […] Endo, cúrale
--Tenemos muy poca morfina. –Ellos no curarían a un soldado japonés herido.
--Hijo, ¿conoces a algún americano? […] Cúrale.

Tadamichi Kuribayashi conoce la regla áurea de la ética: No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti.

La escena prosigue. El soldado americano posee una carta enviada por su madre. El general la lee en voz alta. Se emociona. Reconoce en esas sencillas palabras maternas su manera de entender la vida y la ética.

Sam, te envío por correo un par de libros. Espero que te gusten. Ayer los perros hicieron un agujero bajo la verja. Escaparon por el barrio. Para cuando los encontramos los gallos de los Harrison estaban atemorizados. No te preocupes por nosotros. Limítate a cuidarte y a volver sano y salvo. Recuerda lo que te dije. Haz siempre lo correcto porque es lo correcto.


Me imagino a esa madre. Sencilla pero honesta. Habla de cosas sin importancia, cotidianas; los perros, los gallos. Sabe querer: envía a su hijo unos libros. Quizás no tenga mucho dinero ni hacienda pero le recuerda a  su hijo la herencia que le deja: hacer lo correcto porque, sencillamente, es lo correcto.

Lo correcto porque es lo correcto. Un imperativo basado, quizás, en esa máxima kantiana que animaba a actuar de tal manera que nuestro obrar se pudiera convertir en ley universal. A esto tan complejo, Kant lo denominaba imperativo categórico.

Algunos políticos prometen la Constitución por imperativo legal. Es decir, no cumplen porque deban cumplir. La madre de ese soldado no entendería semejante postura. El general japonés, quizás más culto, no entendería a políticos que hicieran eso con su patria. La madre se queda sin herencia que ofrecer. El general, sin país.

Cuando el imperativo moral deja paso al imperativo legal, lo mejor de una sociedad, madres que saben querer o fieles cumplidores del deber, por ejemplo, se quedan huérfanos de lo que más quieren.

sábado, 10 de diciembre de 2011

El éxito de @ifilosofia en Twitter

Hoy, por fin, he escuchado la entrevista que el pasado día 7 realizaron a Miguel Olmo en el programa “Queremos hablar” de ABC Punto Radio. Miguel Olmo, desconocido para muchos, es una de las personas que más seguidores tiene en Twitter en España. Mientras escribo esto, su cuenta marca un total de 1.190.440 seguidores. ¿Cuántos tendrá cuando termine de escribir este post?

La entrevista me ha sabido a poco. Quizás porque ha sido breve para mi gusto. En todo caso, suficiente para poder atisbar el por qué del éxito de este matemático que escribe sobre un tema tan alejado de los intereses de cualquiera como es, en principio, la filosofía.

Miguel habla de dar un contenido bueno como primera clave de su éxito en las Redes Sociales. Este contenido de calidad lo refleja con sus frases que invitan a la reflexión y con acertijos lógicos que invitan al entretenimiento inteligente.

Análisis de esta primera clave

Si se ofrecen contenidos de calidad, la gente te sigue. No me creo que el éxito de, por ejemplo, la telebasura se deba a que el público demande ese tipo de programas. Ocurre más bien lo contrario. Escasea gente que proponga contenidos con clase. Y, a los pocos que hay, no se le ofrecen oportunidades.

Aporta Miguel una siguiente consideración. Ofrecer contenidos que no creen polémica como, por ejemplo, las cuestiones políticas.

Análisis de esta segunda clave

Si a la calidad de contenidos, se une evitar lo que desune y ofrecer lo que nos une, el éxito está garantizado. Cansa ya ver tanto contenido digital y televisivo que sólo pretende enfrentar. Es mucho más lo que compartimos que lo que nos separa.


@ifilosofia no necesita publicidad ni campañas de imagen. El problema del éxito es querer alcanzarlo a toda costa convirtiéndose así en un fin en sí mismo. Cuando esto ocurre, el fracaso es el resultado final. El éxito llega cuando no se pretende y uno ofrece lo mejor que tiene.

P.D. Ya tiene cien seguidores más.

martes, 6 de diciembre de 2011

La Puerta del Sol, Kilómetro cero de las Redes Sociales

Los mentideros del Siglo de Oro español se situaban en las cercanías de la Puerta del Sol, en Madrid. Artistas, literatos, ciudadanos sin más, se reunían de manera espontánea, para hablar de cualquier cosa, para hablar de todo y enterarse de todo.

Nadie te representaba en esa época o, dicho de otra manera, nadie cuestionaba que debieras ser representado por alguien. Se aceptaba la situación política como algo adherido a tu condición de ciudadano –entre comillas lo de ciudadano- como se aceptaba, sin más, la necesidad de hablar aunque ese hablar no influyera en nada de lo que se decidiera en la Corte.

Si nadie habla por ti, te reúnes con los demás para hablar de lo tuyo, de lo que te inquieta o de lo que quisieras saber y nadie te lo cuenta. Nada peor que no sentirte representado. El advenimiento de la democracia no es otra cosa que el intento de representar a todos y dar voz a todos.

Lejano queda ese Siglo de Oro español y esos mentideros en los que los que no tenían voto se reunían para compartir sus voces. Siglos después, los mentideros vuelven a recobrar todo su esplendor. Un nuevo Siglo de Oro de las letras –de aquello que se escribe en menos de 140 caracteres- reúne en la misma plaza a miles de personas que aún teniendo voto, sienten que su voz no es representada por nadie.


Las Redes Sociales han cambiado la realidad de la democracia. Creo que es erróneo afirmar que las Redes Sociales son la causa de las movilizaciones sociales. Esto último sólo es efecto final de una realidad mucho más profunda y enriquecedora.

Las Redes Sociales posibilitan que miles de personas descubran, en un instante, que piensan de la misma manera y que ciertos asuntos necesitan de un cambio porque nadie, con posibilidad y legitimidad para hacerlo, lo hace.

Al mismo tiempo, las Redes Sociales son frías. Necesitamos ver el rostro de quién nos habla. Y, con la misma rapidez, se busca un lugar de encuentro. Un nuevo mentidero en el que rozarse y compartir, en la realidad, lo comunicado vía 2.0

La Puerta del Sol, kilómetro cero de las comunicaciones tradicionales, es el nuevo lugar de encuentro de esta nueva manera de comunicarse e impulsar todo aquello que no tiene quien lo gestione.

En los mentideros del XVIII, la gente se desahogaba y marchaba a sus casas sin más. La época no posibilitaba rebelión alguna. En esta nueva Puerta del Sol, la gente no se desahoga, propone. Y no se marcha a su casa. Acampan y permanecen. Si no en la misma Puerta del Sol, en hoteles cercanos.

La historia, por desgracia, se repite. El mismo efecto tiene marcharse a casa después de hablar, como pasaba en tiempos lejanos, como no marcharse y quedarse. El mismo efecto, es decir, ninguno. Lastima que este movimiento de sana rebelión se quede en acampadas mediáticas. Necesitamos un kilómetro 2.0 de este nuevo tipo de comunicación.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Los temas prohibidos en los medios de comunicación.

Ludwig Wittgenstein concluyó su Tratado lógico-filosófico con una afirmación que ha pasado a los anales del imaginario colectivo: De lo que no se puede hablar,  mejor callarse.

Hacer pedagogía de esta obra filosófica no es fácil. Wittgenstein pretendió clarificar sobre qué cuestiones se podría hablar, con algún sentido, desde la filosofía. Los temas tradicionales de esta disciplina –Dios, el mundo y el alma- son inasibles al lenguaje y, por tanto, ante ellos sólo cabe guardar silencio. La filosofía que se hace el harakiri en manos de unas de las mejores mentes filosóficas de la historia.

La filosofía sólo tiene un papel a desempeñar: aclarar los equívocos del lenguaje y descubrir los errores que esto ha ocasionado a lo largo de la historia del pensamiento y de las ideas. La filosofía como herramienta terapéutica.

No comparto las tesis de Wittgenstein –interesante que ni el mismo se compartiera a mismo con respecto a la tesis enunciada- ni escribo estas líneas para reflexionar sobre este autor. Vana pretensión escribir sobre filosofía y pretender que te lean.

Los medios de comunicación, hasta hace pocos días, se han tomado al pie de la letra la tesis de Wittgenstein. Hay temas sobre los que no se puede hablar y, por tanto, lo mejor es callarse.

Creo que esa realidad –triste realidad- se ha concretado en dos aspectos que son letales para cualquier sociedad: la muerte del periodismo de investigación y la imposibilidad de hablar sobre la máxima jerarquía del Estado.


La filosofía debe hablar, y mucho, sobre aquello que no es fácilmente expresable. En eso se nos va la vida y nos jugamos la vida porque, en definitiva, necesitamos, como el aire para respirar, hablar de todo aquello que nos desborda y que necesita encontrar un sentido.

Los medios de comunicación –desde el respeto y la dignidad que se merece aquel sobre quién se habla- no pueden hacerse el harakiri y cortarse ellos mismo las alas de la libertad de expresión.

Wittgenstein no pudo matar a la filosofía. Él mismo, en una obra posterior, la resucitó. Lo mismo debe hacerse desde la prensa, la radio, la televisión. Resucitarse a ellos mismo teniendo en sus plumas, voces y rostros el siguiente imperativo informativo: De lo que no se puede hablar, hay que contarlo todo.

No es la libertad lo que nos hace veraces. Lo que nos hace libres es contar toda la verdad.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Los padres dan más problemas a los profesores que los alumnos

Gracias a un twitt de un amigo, he conocido la noticia publicada hoy en el Diario El Mundo -1 de diciembre- que lleva por título el mismo que le he dado a este post: Los padres dan más problemas a los profesores que los alumnos. La noticia está firmada por Paloma D. Sotero.

Desconocía la existencia de un Defensor del Profesor. Ya esto dice bastante de esta profesión. Supongo que más colectivos la tendrán. Mal asunto. Si necesitas defensa es que uno está siendo atacado.

Este defensor ofrece una noticia positiva. Los conflictos entre profesores y alumnos han bajado de manera significativa. Comparto las razones que se esgrimen sobre este descenso.

Primera apreciación del Informe

Se regulan –es necesario hacerlo- los derechos de los alumnos. Pero también hay deberes que se deben respetar. Los centros que tienen autonomía para hacerlos cumplir –ningún alumno se frustra por realizarlos- y les dejan hacer su trabajo están consiguiendo un clima de respeto y convivencia buenos.

Enseñanza clara. Cuando dirigen los que saben –los profesores- se hacen políticas educativas. Cuando se entrometen los políticos, lo uno que se hace es política de la educación y con eso no se va a ningún sitio.

Segunda apreciación

La decisión de algunas autonomías de elevar al profesor a rango de autoridad pública está siendo efectiva. Esta decisión política evidencia el desprestigio de una profesión en la que la palabra del profesor, hasta hace poco, valía nada o menos que nada.

Sin embargo, bienvenida sea. Era necesario hacerlo. Los profesores sienten así que su profesión es digna y al dignificar la profesión se dignifican ellos como personas. No se puede trabajar sabiendo que en esto de la educación, tú profesor eres lo último.

La segunda parte del Informe es demoledora. Aumentan considerablemente las quejas sobre el trato que los profesores reciben por parte de algunos padres; evidentemente no todos. Alarmante es el dato de que el 25 por ciento de las quejas recibidas fueran por acoso y amenazas.


Padres y profesores desunidos: Fracaso de los hijos

Llevo ya años dando clases. En las innumerables tutorías que he tenido con padres siempre les he recomendado –no con todos, sólo con aquellos que me han pedido consejo- que nunca discutan entre ellos delante de los hijos.

Si los niños son pequeños, pensarán que sus padres no se quieren. Eso destroza el corazón de cualquier niño. Si los hijos son mayores, a lo anterior, hay que unir que tomarán partido por uno de los dos. Los padres piensan que tomarán partido por el que más quieren. Gran error. El niño tomará partido por quién le ponga las cosas más fáciles y le exija menos. Son niños. Esperar otra cosa sería de ilusos.

Lo mismo pasa si no se está deacuerdo con un profesor y se le desautoriza en casa. El niño, inevitablemente, tomará partido por sus padres. El profesor exige y mis padres me defienden ante el profesor. La decisión del niño es clara: A este profesor lo puedo torear.

 A estos padres que dejan en mal lugar a los profesores sólo les diría una cosa: No conozco a ningún alumno que se haya torcido en su vida si profesores y padres han estado siempre unidos.

martes, 29 de noviembre de 2011

La sonrisa etrusca, José Luis Sampedro

Solas, la opera prima de Benito Zambrano es, lo de es desde hace tiempo, una película que me cautiva por el personaje de Rosa, interpretado de manera magistral por María Galiana.

Rosa, una señora mayor, de pueblo, con pocos estudios pero que sabe amar, se traslada a la ciudad para cuidar a su marido enfermo que está hospitalizado. Mientras dura esta hospitalización, Rosa vive con su hija –María- una chica joven que malvive, se da a la bebida y que decide tener a su hijo pese a la mísera vida que lleva y pese a saberse abandonada por el padre de la criatura.

La relación entre madre e hija es nefasta. Como lo es la relación de Rosa con su marido. Un hombre déspota que la maltrata de manera psicológica y física, aunque esto último no se refleje en la película pero se deja claro. En este infierno vivencial, Rosa conoce a un vecino de su hija, solo y aburrido, que como ella no comprende ya la sociedad en la que vive y al que todo se le hace cuesta arriba.

Rosa es vieja pero no se rinde. Sabe que tiene cosas que aportar y lo hará a su manera. Sus armas, el amor, la paciencia y la discreción. Una escena resume esto a la perfección. Su hija discute con ella. Le dice que la deje tranquila y la ofende ridiculizando la vida triste que ha llevado junto a su padre. Su madre no se inmuta y le dice: te ofrezco lo que soy, lo que tengo.

Rosa cambiará la amargura vital de su hija, dará esperanzas nuevas de vida a su vecino y conseguirá que el corazón podrido de su marido dé señales de arrepentimiento.

Que distinto el papel de Rosa al del sheriff de No es país para viejos. Ed Tom Bell, no comprende de manera alguna la sociedad que le toca vivir y lidiar. Sueña con retirarse porque se siente viejo y fuera de sitio.

Creo que el problema lo tiene Ed y no su condición de ser viejo. Los viejos –que bueno poder llamarlos así sin que nadie se moleste- son necesarios porque son capaces de cambiar el mundo aportando lo que tienen y lo que son: la experiencia y nuestro origen.


José Luis Sampedro, flamante Premio Nacional de las Letras, nos ofrece esta misma visión de la vejez, que no está de más ni de sobra en La sonrisa etrusca. La sonrisa del que no teme a la muerte y que sabe que, a pesar de los años, tiene cosas que aportar a los suyos; aunque sólo sea a un nieto de corta edad.

El premio hará que volvamos los ojos hacia su obra. Sería un desperdicio, al hacerlo, no entrever la necesidad de volver la mirada hacia los viejos para decirles que la sociedad sigue siendo de ellos.

domingo, 27 de noviembre de 2011

PedroJ y Twitter: cuando el éxito cabe en 140 caracteres.

Nietzsche se sirvió de Zaratustra para poner voz, y cierta poesía, a sus temas recurrentes. Como un nuevo profeta que habla de cosas aún no conocidas y que necesitan de un altavoz potente para ser reveladas, Nietzsche pone en boca de su iluminado Zaratustra el advenimiento del superhombre, la muerte de Dios y el maleficio del eterno retorno de lo idéntico. Tres temas que, en definitiva, son un único asunto: la necesidad nitzscheana de proclamar lo que sólo él ve.

Zaratustra se agota en el intento. Los profetas deben dar su vida para que su mensaje cale hondo entre los hombres. Nietzsche, maestro de los aforismos y de la provocación, puso en boca de Zaratustra lo que llevaba en su corazón y en su atormentada mente. Zaratustra no es más que un instrumento en manos de su creador; un instrumento creado para dar voz a su mensaje. Zaratustra no es más que un mensajero. Ofrecido el mensaje, deja de ser necesario para su creador.

No sé que llevará PedroJ en su mente y en su corazón. Son asuntos suyos. Pero sí sé que es lo que contiene su Timeline de Twitter: -El Mundo-Orbyt, -su último libro “El primer naufragio” y –Humanidad, mucha humanidad. De la abundancia del corazón, habla la boca; por nuestras obras nos conocerán; o, dicho en un lenguaje más moderno: por nuestros twitters sabrán quiénes somos; de la abundancia del corazón, teclean los dedos sus twitters.

Llevo tiempo siguiéndole en Twitter. Hace poco, en una de sus numerosas conferencias, le escuché hablar sobre Twitter en Sevilla. Una frase que lanzó, buscando un titular como periodista de raza que es, me hizo pensar: Cada mañana me levanto pensando en Twitter.


Aventuro un proceso en el uso de las Nuevas Tecnologías por parte del director de El Mundo. Inicialmente, ve en Twitter una herramienta más para potenciar su periódico o su actividad profesional: Twitter, nuevo altavoz para vender sus productos. Como Nietzsche con su Zaratustra.

Le da resultado. Lo usa con ingenio y asiduidad. Sin embargo, descubre con los días, que detrás de sus twitters hay personas que le siguen, que comentan lo que él teclea, que responden con rapidez a cualquier asunto que plantee. Y PedroJ comprende que no puede hacer lo que hizo Nietzsche con su Zaratustra. Twitter deja de convertirse en mero altavoz para pasar a ser algo distinto. Y éste creo que es el éxito de PedroJ en Twitter.

Sin duda, gracias a Twitter conseguirá más suscripciones para su periódico online, o más ventas de su último libro. El negocio es el negocio. Nietzsche también escribía para vender. Pero el periodista no puede dejar de pensar en Twitter. Ha descubierto, y con él sus miles de seguidores, que detrás de las Nuevas Tecnologías, de sus miles de twitters, de su legión de lectores, hay personas. Y con las personas, lo único que cabe es comunicarse de tú a tú.

Creo que PedroJ es ejemplo de buen uso de las Nuevas Tecnologías. ¿Su éxito? Es humano, demasiado humano y, por tanto, honesto y natural. Y eso, engancha. Aunque sólo se disponga de 140 caracteres para mostrarlo.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las profesiones que dan más felicidad.

Conocida es la propuesta jerárquica de las necesidades humanas de Maslow. De manera sucinta, esta teoría afirma que según se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan deseos más elevados. En la cúspide de su pirámide se encuentra la necesidad de autorrealización o la posibilidad de encontrar un sentido a la vida mediante el desarrollo de una actividad.

Nos pasamos un montón de horas trabajando al día y quejarse, hoy en día de esto, sería una desfachatez. Un puesto de trabajo es un bien preciado. Ninguna actividad como la del trabajo ocupa tanta dedicación y esfuerzo en nuestra vida. Si Maslow tiene razón –creo que la tiene aunque la psicología de hoy mira para otra parte- habrá que encontrar el sentido de nuestra vida en el trabajo y desde el trabajo. O, al menos, gran parte del mismo. Las afirmaciones tajantes son, en estas cuestiones, arrogantes.

La Universidad de Chicago, desde su Organización Nacional para la Investigación, ha publicado un estudio serio sobre las profesiones que proporcionan más felicidad a quienes las practican. La lista es sumamente curiosa.

Encabezan la clasificación los sacerdotes, seguidos por bomberos, fisioterapeutas, escritores, profesores de educación especial, maestros, artistas, sicólogos, agentes de ventas de servicios financieros  y los operarios de maquinaria pesada.

Salvo los escritores –les hace feliz su independencia, afirman en la encuesta- y los operarios de maquinaria pesada –les divierte su trabajo- todos los demás sectores mencionados poseen características similares: poseen una profesión vocacional y volcada hacia alguien distinto a ellos mismo. Para colmo, no cobran mucho precisamente por su trabajo.



Ya afirmó Aristóteles que todos los hombres buscamos la felicidad; que la felicidad es lo único que se busca por sí mismo. Sabedor que no todos entenderíamos por felicidad lo mismo, el griego desarrolló esta cuestión en su Ética llegando a la conclusión que la felicidad no es separable de aquello que nos hace distinto a todos los demás seres, la racionalidad, y que la felicidad sólo será posible viviendo una vida dedicada a la racionalidad.

Creo que con esta propuesta de felicidad no se va a ninguna parte. Volvamos a Maslow y a la Universidad de Chicago. La felicidad tiene mucho que ver con vivir el trabajo con pasión y dedicarse a que los demás estén mejor gracias a tu trabajo.

martes, 22 de noviembre de 2011

Los niños orientales sacan magníficas notas en España. ¿Por qué?

El diario El País publica hoy, 22 de noviembre, un interesante articulo –firmado por Joaquina Prados- sobre el rendimiento de los niños asiáticos en nuestras escuelas. A pesar de tener muchos handicaps, estos niños muestran un comportamiento ejemplar, nunca faltan al respeto y obtienen notas brillantes en áreas como ciencias naturales, física, química y matemáticas.

Todo en contra

No es fácil el panorama que tienen por delante. Una cultura diametralmente opuesta a la nuestra, su sistema de numeración –base del razonamiento lógico- es distinto, su lengua se transcribe a un alfabeto donde los signos no son tales con la dificultad que esto encierra a la hora de poder pensar y comprender lo que se lee en otra lengua.

¿Son distintos biológicamente?

Los expertos son claros. No son distintos. Sus medias de coeficiente intelectual son similares a la de nuestros niños. La clave está en sus patrones culturales. No son mejores ni peores que los nuestros pero, claramente, influyen en ese mejor aprovechamiento en el aprendizaje.


¿Cuál es la clave?

Es seguro que son muchas las claves para saber interpretar este hecho. Sin embargo, me han llamado poderosamente la atención dos:

-Su cultura se fundamenta en la obediencia: la palabra del padre y del profesor no se discute.

-La gran baza académica de estos niños es la atención: es difícil que se distraigan.

Una reflexión

-No exagero si afirmo que la palabra del profesor cada vez vale menos. No la cuestionan tanto los alumnos como los padres que son, muchas veces, peores que los hijos a la hora de enjuiciar cualquier decisión u actitud del docente. Si alguien sonríe al leer esto, que visite cualquier colegio.

-Nuestros alumnos se dispersan con facilidad. Cualquier profesor sabe que si habla más de diez minutos seguidos, sus alumnos desconectan. Necesitan continuos estímulos; de lo contrario, pasan. Y así nos va. La nueva pedagogía –mundo anglosajón y escandinavo- invierte en nuevas maneras de motivar y no en estrategias para estimular. Una clase no es un recreo.

Link de la noticia en el diario El País http://www.elpais.com/articulo/sociedad/ninos/orientales/suben/nota/elpepisoc/20111120elpepisoc_5/Tes

sábado, 19 de noviembre de 2011

La Noria y el ácido sulfúrico

Llegó el momento en que el sufrimiento de los demás ya no les bastó: tuvieron que convertirlo en espectáculo.  De esta manera, gráfica y demoledora, comienza Ácido sulfúrico de Amélie Nothomb.

El Reality Show llevado a su máxima expresión en Concentración, un campo de concentración que ha sobrepasado todos los límites de la indignidad: las cámaras, omnipresentes, recogen, sin censura, el sufrimiento de los allí instalados a la fuerza. Concentración escandaliza a todos; sin embrago, obtiene una cuota de pantalla del cien por cien.

Los periódicos no hablaban de otra cosa. Los editoriales estaban al rojo vivo, las grandes conciencias pusieron el grito en el cielo. El público, en cambio, pidió más desde la primera entrega. El programa, que llevaba la sobria denominación de Concentración, obtuvo un récord de audiencia. Nunca el horror había causado una impresión tan directa.


Pannonique, una chica guapa y con ideales, es la protagonista. Paseando un día por París es reclutada a la fuerza –como otros muchos más- y llevada a Concentración. Empezará allí su calvario particular. Y lo que es peor, estará allí sin motivos. Simplemente, le ha tocado. La brutalidad nunca tiene explicación pero mucho menos la tiene cuando el no tenerla es el único argumento que la defiende. Pannonique, no tiene nombre ni rostro. En la novela es sólo una etiqueta identificativa: CKZ 114.

La kapo Zdena, coprotagonista, es también joven. Sin embargo, por contraste con Pannonique, ni es bella ni tiene inteligencia. Pero posee la capacidad suficiente para saber que el público quiere diversión sin límites. Está en el paro y la productora del programa le ofrece la oportunidad de su vida. Ser kapo. A cambio, deberá tratar sin piedad a los “concursantes”. Está dispuesta a todo.

La trama de la novela necesita el encuentro de las dos protagonistas. Amélie Nothomb recurre a una truculenta historia de amor no correspondido. La kapo Zdena se enamora ciegamente de Pannonique. Este amor imposible se convertirá en obsesión para Zdena y en perdición para Pannonique.

Hasta que ocurre, quizás, lo inevitable. Zdena necesita, como el respirar, saber el verdadero nombre de esa hermosa chica identificada bajo la placa CKZ 114. Los reclusos de Concentración no tienen nombres. Pero el objeto amado necesita ser nombrado para poder ser objetivado. Finalmente, lo consigue. Pero ese será su fin como kapo.

Zdena es incapaz ya de golpear a Pannonique desde que sabe su nombre. Nombrar no sólo es poseer. Sino saber que lo poseído es una persona. Entonces, se aprende que no debe ser poseído sino amado y respetado.


Algunos programas de televisión en España bordean los límites –alguno los supera- de lo indigno. Sin embargo, tienen altas cuotas de audiencia. Pero, un buen día, ocurre que se pone nombre a los protagonistas del drama. Es decir, tomamos distancia y conciencia y nos damos cuenta que lo que se ofrece por la pantalla debe ser derribado.

Esto le ha ocurrido a La Noria. Muchos hemos puesto nombre a la, por desgracia, persona protagonista, Marta del Castillo, y hemos dicho que hasta aquí hemos llegado. El horror no puede ser comercializado. Nuestro arma: la voz pacífica y la rebelión pacífica.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Fundación Pequeño Deseo

Hace unos días escuchaba la radio -no recuerdo cual- y me sorprendió una entrevista realacionada con una fundación que se denomina Fundación Pequeño Deseo. Me enganchó el tema y quise saber más sobre ellos.

La misión de esta fundación es hacer realidad los deseos de niños y niñas con enfermedades crónicas con el único objetivo de proporcionarles una alegría que les ayude a sentirse mejor anímicamente.

Y es que parece comprobado -es una realidad- que el estado anímico positivo es vital para que los pequeños se enfrenten con más energía a sus enfermedades. Esto nos pasa a todos, aunque no seamos pequeños y -afortunadamente- no tengamos una enfermedad crónica por ahora.

Son pequeños deseos como el que se relata bajo el epígrafe 1843 visible en la página web de la Fundación: Quisiera conocer a Mickey Mouse como Daniel, que al principio se asustó un poco, pero al cabo de un rato no paró de disfrutar con su personaje favorito. Pequeños deseos, gandres en humanidad.



Nietzsche en su obra "Humano, demasiado humano" ofrece una visión ácida del ser humano. Afirma, por ejemplo, que la brevedad de la vida conduce a muchas afirmaciones erróneas sobre las cualidades del hombre. Algunas iniciativas loables, por el contario, como la de esta Fundación,  nos ofrece una visión distinta y esperanzadora del ser humano. La brevedad de la vida ofrece, en ocasiones, la grandeza del ser humano.

Puedes saber más sobre esta fundación en su página web: http://www.fpdeseo.org/







sábado, 12 de noviembre de 2011

David contra Goliat o espectadores contra La Noria: efecto Twitter

La lista de empresas que han retirado su publicidad del programa La noria de Tele5 no para de aumentar. Con la misma velocidad que pierde anunciantes, el espacio aumenta su audiencia pero ésta, tanta nueva audiencia, no da dinero y, cada vez, lo dará menos. Los anunciantes huyen despavoridos de este programa que, hasta hace poco, era escaparate necesario para anunciarse a millones de espectadores.

¿Por qué huyen los anunciantes tras el escándalo provocado por la entrevista a la madre de El Cuco? En las Redes Sociales, está la respuesta. La crisis de La Noria es la primera provocada por el efecto Twitter.

Un bloguero, Pablo Herreros, alude a la posibilidad de boicotear los productos de los anunciantes en dicho programa. El asunto se transmite por Twitter a una velocidad de vértigo. Las empresas, a las que asusta más el escándalo que el criterio ético de anunciarse o no en programas de este tipo, se retiran en desbandada. Nada peor que tu propios clientes se te echen encima por tu política publicitaria.


Lo descrito da para muchas reflexiones pero quisiera detenerme en una en especial. La relación entre clientes, consumidores –ciudadanos, en definitiva- empresas, televisiones, etc. ha cambiado.

La comunicación horizontal que proporcionan las nuevas tecnologías es directa y contundente. En segundos, cualquier empresa puede saber que miles y miles de consumidores están descontentos con su modo de actuar. Ante esta realidad, difícil no tomar decisiones y fácil de entender que programas como La Noria estén al borde del precipicio.

Éxito de Twitter que no debe confundirse con un éxito sobre una visión más humana y digna del ser humano. Pero seamos también optimistas: un programa con más audiencia que nunca, pierde anunciantes. Ésta es la gran lección de Twitter. En publicidad no sólo vale la audiencia. También cuenta, a partir de ahora, la calidad del espacio en el que te anuncias.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Steve Jobs o la filosofía de la manzana

Tras el fallecimiento de Steve Jobs se han multiplicado los homenajes a este visionario de la vida y de los negocios tomando como hilo conductor su famoso discurso, pronunciado el 12 de junio de 2005, en la Universidad de Stanford.

Pocas veces una trayectoria vital se identifica tanto con una trayectoria profesional. La vida de Steve Jobs es Apple y la trayectoria de Apple es la vida de Steve Jobs. Hasta tal punto esto es así que resulta difícil separar una trayectoria –la de Apple- de una biografía –la de Steve Jobs- dominadas ambas por saber jugar con el tiempo, la perspectiva que a los acontecimientos otorga el tiempo para ser comprendidos o la verdadera dimensión de la vida que se adquiere cuando sabemos que el tiempo que tenemos es limitado.

Esta creo que es la principal apuesta de Jobs y la considero atractiva porque la misma se aleja de los clichés de los manuales de autoayuda, de emprendedores, o de los nuevos gurús que prometen la felicidad viviendo el presente por el presente y afianzando un yo introspectivo que de tanto engordar apenas deja espacio para vivir. La filosofía de la manzana constituye una metafísica del tiempo.

Afirmaciones como las que siguen, tomadas del citado discurso, evidencia esta nueva metafísica, éste ir más allá de tiempo para saber codificar y traducir nuestras vidas:


-         Reitero, no pueden conectar los puntos mirando hacia el futuro; solo pueden conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tienen que confiar en que los puntos, de alguna manera, se conectarán en su futuro. Tienen que confiar en algo, lo que sea. Nunca he abandonado esta perspectiva y es la que ha marcado la diferencia en mi vida.
-         Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para tomar las grandes decisiones de mi vida.
-         Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón.

Cuando se nos insta continuamente a vivir en presente, sin tener en cuenta nuestro pasado –no actuamos en vacío y desde cero- y sin querer conquistar un futuro, la sensación de vacío existencial crecerá de manera exponencial. Jobs propone todo lo contrario. Sólo desde el futuro, adquiere significado lo que ahora nos ocurre. Sobretodo si lo que nos ocurre es malo o negativo. El sentido de lo que nos ocurre siempre remite a un más allá que le dará sentido.

La realidad de la muerte ha sido borrada de nuestra sociedad. No forma parte del imaginario colectivo. Tanto es así que a nadie se le ocurre que un buen día se tendrá que morir. Esta evidencia, a fuerza de serlo, se ha convertido en un paradigma vivencial. Pensamos que tenemos tiempo para todo cuando, en realidad, tenemos tiempo para poco y se trata de aprovecharlo.

Reconstruir la temporalidad del ser humano. Esta filosofía de la manzana debería ser redescubierta.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Emprendedores: Creo en Internet

Es argumento de uso común recurrir a la necesidad de formar “Emprendedores” para salir de esta crisis económica que nos agobia y asfixia. Paradójico resulta, al mismo tiempo, que nadie se moleste en definir que es un “Emprendedor” y cómo se forma a los mismos.

Si algo evidencia esta crisis es que es poliédrica. Se está en crisis de todo y para casi todo. La crisis económica es síntoma de otra mucho más sutil y peligrosa: la crisis en valores. Un sistema económico que se viene abajo porque no hay normas éticas claras que lo sustenten.

Por eso, creo que lo urgente son los “Emprendedores” no en iniciativas económicas sino  en valores. Personas audaces, iniciativas intrépidas, que apuesten por un cambio real de la urdimbre moral que cimienta nuestra sociedad. Ahora, más que nunca, el “Bien” necesita emprendedores optimistas y con ganas de hacer cosas que vayan a la raíz del problema.

El día 11 de este mes –noviembre- se celebra en Madrid el Congreso Creo en Internet. Un evento que nace con la noble intención de ofrecer un reconocimiento público a todos aquellos que comunican valores y educan a través de internet.



Una iniciativa loable y positiva. Existen emprendedores auténticos. Sólo es cuestión de descubrirlos.

Podrás conseguir más información sobre dicho congreso en su página web.

martes, 1 de noviembre de 2011

Atticus, buen educador. Atreverse a ver –o volver a ver- una película del año 1962 y en blanco y negro.

Matar a un ruiseñor

Adaptación de la novela homónima de Harper Lee. En la época de la Gran Depresión, en una población sureña, Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el veredicto del jurado es tan previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch, el ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva y valiente defensa de un inocente le granjea enemistades, pero le otorga el respeto y la admiración de sus dos hijos, huérfanos de madre. (FILMAFFINITY)



Atticus, el personaje

Se aprende mucho con esta película o, al menos, se puede reflexionar de nuevo sobre cuestiones que no deben olvidarse nunca. La triste realidad del racismo, las desigualdades sociales, la crisis económica, etc. Sin embargo, creo que un aspecto siempre ha quedado en el olvido al analizar esta cinta. El papel de Atticus como padre y educador de sus hijos.

-Se fía de sus hijos aunque sabe que no siempre le dicen la verdad.
-Enseña con el ejemplo y no con sermones.
-Les dedica tiempo aunque no le sobra.
-Esta disponible cuando es necesario y deja vivir cuando sabe que no lo es. No es un padre omnipresente ni ausente.
-Les dice siempre la verdad aunque esta sea difícil de admitir.
-No les ahorra sufrimiento de manera noña e irresponsable.


Una cuestión

¿Quién es el ruiseñor en esta película? ¿Por qué no se debe matar a un ruiseñor?

Lo mejor de la película

Las buenas historias tienen dos finales. Como en esta película. El segundo final, el cierre definitivo de la historia, es redondo.

domingo, 30 de octubre de 2011

Este aval de los papás colegas ha triturado los principios educativos más elementales

Dos años más tardes de los lamentables sucesos de Pozuelo, viene bien recordar, en este tiempo de crisis, que toda inversión en el plano educativo debe empezar por defender el papel de los padres en la educación de los hijos y que estos quieran -y puedan- cumplir con su función. En el primcipio de todo proceso educativo están los padres.

La editorial dedicada por el periodista Iñaki Gabilondo -en su momento- a tal cuestión en los Informativos de Cuatro merece una reflexión.




Este aval de los papás colegas ha triturado los principios educativos más elementales. Si en las casas nadie dice NO; si en los Colegios nadie puede decir No [...] La disciplina ha hecho mutis por el forro.

jueves, 6 de octubre de 2011

El árbol de la vida. Si no gusta, salte de la sala.

La cinta narra el relato de una familia a través de los recuerdos  del hijo mayor, Jack, quien ha vivido una conflictiva relación con su tiránico padre (Brad Pitt). Jack (como adulto, interpretado por Sean Penn) se siente como un alma perdida en el mundo moderno, en busca de respuestas sobre el origen y el significado de la vida, a la vez que cuestiona la existencia de la fe.

A través de la imaginería singular de Malick, la película describe cómo las fuerzas de la naturaleza y la gracia espiritual condiciona la existencia de todo ser humano. El árbol de la vida se estrenó en España el 16 de septiembre.


La reflexión

Tratar el tema de Dios es arriesgado. Y lo es porque no se hace en ningún sitio. Somos posmodernos y debemos dedicarnos a temas insustanciales, fragmentarios y con poco peso. Es lógico. Pasamos con facilidad pasmosa sobre temas tan diversos como la boda de una aristócrata o la cruda realidad de cinco millones de desempleados. La posmodernidad iguala una cosa con la otra y sólo permite un leve suspiro como máximo intento de reflexión.

El tema de Dios es eterno porque no es posmoderno. Malick –hay que reconocerle que va a su aire- nos sumerge en esta realidad tomando como excusa la historia de esa familia american de los años cincuenta.

Y lo hace sumergiéndonos en una triple historia. La propia de la familia, los recuerdos del hijo mayor y el ojo de Dios que todo lo ve y espera a que podamos comprender su lógica. En la propuesta de Malick, la única lógica. El final de la película es definitivo en este sentido.

Lo más conseguido

Una historia típica con los tópicos de siempre –salida de la niñez, relaciones familiares contrapuestas- que engancha con facilidad.
La música, que es algo más que un mero recurso narrativo.
La actuación del niño protagonista.

Lo menos conseguido

La lentitud en los tiempos y cambios argumentativos.
Las pocas pistas de guión. Es fácil perderse porque da cosas por sabidas y el espectador tiene que ponerlas por sí mismo.


lunes, 3 de octubre de 2011

El árbol de la vida. O la amas o la odia.



Dirección: Terrence Malick Guión: T. Malick  Fotografía: Emmanuel Lubezki Música: Alexandre Desplat  Intérpretes: Brad Pitt, Jessica Chastain, Sean Penn, Hunter McCracken, Tye Sheridan, Laramie Eppler, Fiona Shaw  Distribuidora: TriPictures  Duración: 139 minutos  Público Adecuado: Mayores de 12 años.




La nueva propuesta de Malick no es para todos los gustos. Más bien para pocos. Salirse de la película apenas transcurridos unos minutos es el sino de esta película. Y es que esta cinta requiere paciencia, fuertes dosis filosóficas y ganas de ver un cine de nivel alejado de los productos de consumo fácil a los que estamos habituados en lo que queda de pequeña pantalla.

Nadie va al cine, por desgracia, y los que van a ver películas como ésta se afianzan en su decisión de no ir nunca más. Una pena porque "El  árbol de la vida" merece una oportunidad. Quizás haya que acostumbrarse antes al cine de autor. Ver esta película sin anestesia puede producir graves efectos secundarios. Y no se trata de un cine para gente inteligente –menuda mamarrachada- sino para gente con sensibilidad y cierta formación cultural capaz de entender que no sólo se habla con palabras sino también con imágenes, silencios, saltos narrativos y pocas pistas argumentativas.



En un próximo enlace, la historia y la reflexión.

domingo, 2 de octubre de 2011

La ley de la botella. Cortometraje

Un grupo de niños juega a la pelota sin aparente preocupación. Cuando uno de ellos lanza el balón, la ley se impone. El que la tira va a por ella.

Un cortometraje de David Tordable. Guión de Pablo Gutiérrez.



Lo más conseguido: Trabajo de artesanía, realizado paso a paso, dibujo a dibujo. Si ves algo y te cuestionas algo, el mensaje está conseguido.

Lo menos conseguido: No siempre el hombre es un lobo para el hombre. Hay más pensadores aparte de Hobbes.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Abinbowe. Cortometraje

Cortometraje de Alex Montoya.

Rodado en Canarias donde la inmigración no es una realidad ni distinta ni distante. Un intento de solución a esta problemática que no entiende de leyes represivas ni medidas solidarias a golpe de decretos. La inmigración es una cuestión de humanidad.



Lo mejor: La actuación de las dos protagonistas. El cierre argumentativo.

Lo menos conseguido: La recurrencia típica a las imágenes y los espejos. El uso de iluminaciónn natural y las dificultades que implica técnicamente.