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martes, 1 de noviembre de 2011

Atticus, buen educador. Atreverse a ver –o volver a ver- una película del año 1962 y en blanco y negro.

Matar a un ruiseñor

Adaptación de la novela homónima de Harper Lee. En la época de la Gran Depresión, en una población sureña, Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el veredicto del jurado es tan previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch, el ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva y valiente defensa de un inocente le granjea enemistades, pero le otorga el respeto y la admiración de sus dos hijos, huérfanos de madre. (FILMAFFINITY)



Atticus, el personaje

Se aprende mucho con esta película o, al menos, se puede reflexionar de nuevo sobre cuestiones que no deben olvidarse nunca. La triste realidad del racismo, las desigualdades sociales, la crisis económica, etc. Sin embargo, creo que un aspecto siempre ha quedado en el olvido al analizar esta cinta. El papel de Atticus como padre y educador de sus hijos.

-Se fía de sus hijos aunque sabe que no siempre le dicen la verdad.
-Enseña con el ejemplo y no con sermones.
-Les dedica tiempo aunque no le sobra.
-Esta disponible cuando es necesario y deja vivir cuando sabe que no lo es. No es un padre omnipresente ni ausente.
-Les dice siempre la verdad aunque esta sea difícil de admitir.
-No les ahorra sufrimiento de manera noña e irresponsable.


Una cuestión

¿Quién es el ruiseñor en esta película? ¿Por qué no se debe matar a un ruiseñor?

Lo mejor de la película

Las buenas historias tienen dos finales. Como en esta película. El segundo final, el cierre definitivo de la historia, es redondo.

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