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domingo, 30 de diciembre de 2012

Culturas y locuras


Suponiendo una  naturaleza común a todos los hombres, es fácil sustentar la tesis que afirma la existencia de una correspondencia entre cultura y enfermedades mentales (Cfr. R. Gómez Pérez, Iguales y distintos, Introducción a la antropología cultural)

Las culturas absolutistas, aquellas que exigen demasiado a los ciudadanos, se sustentan en la represión. Tan fuerte es ésta que, en ocasiones, la única salida, para el individuo, es la enfermedad mental.

Curiosamente, ocurre lo mismo en aquellas sociedades en las que su entramado cultural no exige nada, o casi nada, a sus ciudadanos. Con el paso de los años, se genera en esa sociedad un hastío que socava la necesidad de cualquier esfuerzo personal produciéndose, finalmente, la extensión de un virus patológico, letal, que no es otro que la pérdida del sentido de la vida.

Parafraseando a Freud, quizás el equilibrio perfecto entre cultura y salud mental esté en aquellas –culturas- que propicien un desarrollo armonioso y sosegado de los cimientos de cualquier personalidad: amar y trabajar. El amor y el trabajo sólo enriquecen cuando trascienden el objeto amado o trabajado.

Tras los sucesos ocurridos en Newtown, Connecticut, en los que un joven asesinó a 20 niños en una escuela primaria, no debería olvidarse esa estrecha relación existente. Unos hechos que no tienen fácil explicación si se olvida lo apuntado.


No defiendo en estas líneas un determinismo cultural. Entre otras cosas, porque bien demostrado está ya que ese determinismo es anacrónico y acientífico. Si defiendo la necesidad de integrar la ética en las decisiones políticas.

Una cultura que fomenta el uso de armas como si fuera lo mismo que usar monopatines debería reflexionar de manera urgente ante esta realidad. Sosteniendo las tesis de Victoria Camps, en su El gobierno de las emociones, la moral, la ética, debe actuar en aquello que es evitable o debería ser de otra manera.

Creo que esta es la obligación de cualquier gobernante. Difícil es, por desgracia, evitar que alguien cometa una masacre. Inútil es preguntarse los motivos que llevan a una persona a cometer semejante atrocidad. Lo urgente, es dificultar tal posibilidad.

sábado, 29 de diciembre de 2012

La filosofía, la LOMCE y la nueva Matrix


El mundo globalizado ha uniformado, lo sigue haciendo, a la sociedad. Millones de personas vemos las mismas películas, escuchamos la misma música, vestimos de la misma manera o soñamos con las mismas cosas.
 
Como movimiento antagónico, florecen, al mismo tiempo, los cultos particulares al propio ego, a la patria chica, que de tan chica que es ha de ser convertida en estado propio, a la diferencia a ultranza. Como si el miedo a esa homogenización propiciara el distinguirse del resto en lo que hiciera falta.

No son movimientos contradictorios pero sí, al menos, paradójicos, Los mismos que se movilizan contra, por ejemplo, la crisis económica son los mismos que celebran una fiesta norteamericana como Halloween. Una crisis que tiene su origen en las prácticas abusivas del capitalismo americano influye para denostar a un país pero no  en copiar, sin solución de continuidad, todo lo que viene de ese mismo lugar del mundo.

Lo anterior quizás sea una mera anécdota que haría las delicias de sociólogos como Gilles Lipovetsky; esa paradoja que define a nuestra sociedad postmoderna. No lo es cuando esa homogenización influye en las decisiones políticas hasta tal punto que las diferencias entre izquierda y derecha han quedado pulverizadas.

Baste un ejemplo para evidenciar lo anterior. ¿Haría algo distinto un partido de izquierda o de derecha ante la crisis? La respuesta, por desgracia, es clara.  

En el mundo occidental, la educación sigue siendo aún uno de los escasos terrenos ideológicos dónde es aún posible marcar la diferencia entre una tendencia política de un signo o de otro, Esto, tarde o temprano, dejará de ser así y el proceso de globalización eliminará, en este terreno, las diferencias.

Pero mientras esto ocurra, seguiremos convirtiendo la educación en una cuestión política. Y así, nos luce el pelo. En España, no hay políticas educativas sino que se hace política de la educación.  


Y todo esto ¿por qué? ¿Para mejorar el aprendizaje de los niños? Para nada. Sólo para marcar la diferencia con el otro.

El actual borrador de la LOMCE, de un plumazo, pretende hacer retornar a la filosofía a la caverna. Allí donde reinan las apariencias y la verdad es confundida con las sombras. Lo peor de este error no es eso. Lo peor  es que se hace por una insensata necesidad de distinguirse de lo que ya había.

Si la LOMCE fuera Matrix y Neo fuera la filosofía, Morfeo –metáfora de la clase política- le hubiera ofrecido al protagonista de la trilogía unas anteojeras para esconderse de sí mismo y no las dos famosas pastillas.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Mal de escuela


Algunos chicos se persuaden muy pronto de que las cosas son así y, si no encuentran a nadie que los desengañe, como no pueden vivir sin pasión, desarrollan, a falta de algo mejor, la pasión del fracaso.

Este fragmento, extraído del libro de Daniel Pennac, Mal de escuela, me parece el mejor resumen que se puede hacer del mismo.

Mal de escuela es la historia de un fracaso escolar; su fracaso personal en las aulas. Sin embargo, es sintomático como Daniel Pennac recuerda cómo empezó su salvación, con qué profesor y por qué con ese profesor. 
 

A los catorce años. Un profesor de francés, ya mayor y a punto de jubilarse. No se cansó de las continuas excusas que el niño Pennac le ofrecía ante estudios sin hacer o tareas sin realizar. Al contrario, supo ver en el joven a un magnífico contador de historias en potencia.

Qué hizo el profesor. No rendirse ante él y encargarle una empresa descomunal: que realizara una novela de temática libre pero, eso sí, escrita sin faltas de ortografía. El propio Pennac cuenta como se entregó con entusiasmo a esa tarea corrigiendo, escrupulosamente, cada falta con ayuda del diccionario.

¿El secreto de todo esto? ¿Del profesor? ¿De su cambio a partir de ese momento? Por primera vez, un profesor le concedía un estatuto, un papel que desempeñar; por primera vez, existió para alguien. Para un profesor que le dijo lo que podía hacer bien y no le dijo, nunca, que no tenía solución.

La educación es, creo, en muchas ocasiones como la propia vida. Lo importante no es que nos digan lo que va mal sino que nos aseguren que nuestra vida puede cambiar. Y, especialmente, si estos juicios se dirigen hacia un niño.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Miliki y en busca de la inocencia perdida


La muerte de Miliki nos produce a muchos –los que compartimos ya una cierta edad- tristeza. Es fácil recordar esas tardes en las que, tras llegar del colegio, te ponías a ver los payasos de la tele como expresión máxima del mejor plan a realizar.

Cuando se echa la vista atrás y analizamos los planes que hacíamos cuando éramos niños solemos afirmar que no había tantas posibilidades como ahora cuando tocaba el momento de divertirse. No estoy de acuerdo con esa afirmación. Quizás teníamos menos posibilidades técnicas pero poseíamos imaginación y creatividad para pasárnoslo bien con nuestros amigos. Ahora, ocurre lo contrario. 

Pero no quisiera llevar mi reflexión sobre esas cuestiones sino sobre un asunto que me parece de capital importancia y que regresa a mi mente con mucha frecuencia. Hoy, con la muerte de Miliki, este asunto ha recobrado en mí más consistencia y la necesidad de compartirlo.

Creo que cuando éramos niños, éramos inocentes. Y quisiera quitarle, a ese calificativo, cualquier aspecto peyorativo. Esa inocencia no era señal de restricciones intelectuales y/o morales. Dicho más claro para que se comprenda: No hacíamos ciertos planes porque fuéramos tontos o porque nos fuéramos a condenar en el infierno si lo hacíamos. Ver esa inocencia bajo esos dos parámetros es reflejo de un análisis torcido y mal intencionado.


La inocencia que quiero describir es bien sencilla: nos educaban sabiendo respetar los tiempos que tiene la vida para cada cosa. Eso es la inocencia. Hacer lo que no te corresponde a los doce años, por ejemplo, si que es torcido y mal intencionado.

Creo que por esa inocencia, así entendida, nos gustaban los payasos de la tele. Al recordar a Miliki recuerdo a mi padre y cómo nos enseñaba a descubrir la realidad de la vida a la edad adecuada. Eso nunca lo olvidaré como no olvidaré nunca, supongo, las canciones de los payasos de la tele.

Disfrutar con la gallina Turuleca está años luz, afortunadamente, de disfrutar con un botellón acordado vía redes sociales.

jueves, 1 de noviembre de 2012

House y la filosofía


Son numerosos los post que tratan sobre las semejanzas –no casuales sino totalmente causales- entre el doctor House y Sherlock Holmes.  

Ambos investigan si bien el objeto de investigación difiere en algo secundario: uno investiga enfermedades y el otro asesinatos. Dos investigadores que se llaman de la misma manera: House versus Holmes.

Son misántropos. Esto les lleva a tener un solo amigo verdadero: Wilson y Watson. Los apellidos citados tiene un cierto parecido fonético para colmo. Los dos son drogodependientes. House ingiere Vicodin. Holmes, que es de otra época, prefiere la cocaína.

Uno mata su soledad tocando el piano. Holmes, más refinado, aporrea su violín. Ambos lo hacen en su domicilio. Es el mismo para los dos: 221B. O quizás tocar instrumentos sea la única manera que ambos tienen de sublimar su carencia absoluta de escrúpulos a la hora de solucionar un caso o una enfermedad. Los dos usan un estribillo a modo de mantra: Todos los enfermos mienten o Elemental, mi querido Watson.

En definitiva, son seres odiosos, solitarios e irremediablemente geniales. Por eso, se les respeta y se les tiene admiración. Están destinados a la gloria y al desamparo más absoluto.

 

Sin embargo, y más allá de esas coincidencias conocidas por todos, creo que no se ha hecho justicia a ninguno de los dos personajes porque nunca se ha ido más allá de lo meramente anecdótico: esas similitudes descritas, que son seres insoportables y que todos, en nuestro fuero interno -como diría algún psicólogo postmoderno- quisiéramos ser como ellos.

House y Holmes, a su estilo y con sus manías, buscan la verdad por encima de todas las cosas. La buscaron con ahinco también los primeros filósofos. Y eso siempre tiene un precio: la incomprensión.

Por eso la filosofía se desvirtuó a si misma hasta llegar a lo fragmentario y ridículo por el triste afán de gustar a todos. Si te comprenden, la vida se hace más fácil.

Sin embargo, si no te comprenden, porque buscas la verdad por encima de todo, no gustarás a casi nadie pero la vida se hará, sin duda, más divertida y atrayente. Holmes y House están solos pero no se aburren. Nunca.

miércoles, 31 de octubre de 2012

El sueño de la razón produce monstruos


El 15 % de la población mundial se acuesta con hambre y el 20 % se levanta con sobrepeso

El almuerzo con una buena conversación siempre dignifica el hecho de comer sin que esto suponga afirmar que el hecho de comer, por sí mismo, tenga que ser malo de manera necesaria.
 
En ocasiones, como ha ocurrido hoy, la comida se convierte en uno de esos momentos; momentos nobles en los que aprendes y escuchas con atención comentarios y datos como el referido al inicio de este post.
 
Es mayor el número de personas con sobrepeso que los que pasan hambre. Los dos datos por separado son, de por sí, aterradores. Unidos, hacen tangible el famoso Capricho número 43 de Goya; aquel que nos dice que el sueño de la razón produce monstruos.
 
 
 
925 millones de personas sufren hambre crónica en el mundo, según datos de la FAO. 1500 millones personas sufren sobrepeso, según datos del Informe Nacional de Desastres elaborado, anualmente, por la Cruz Roja.
 
Son datos que me producen perplejidad. Mucho más cuando uno experimenta que no sabe qué podría hacer para paliarlos de alguna manera. Por eso, quisiera, al menos, dirigir la reflexión de este Post hacia lo que me parece crucial en este tipo de situaciones extremas.
 
Esta sociedad llamada de manera pomposa postmoderna o líquida –o cualquier otro término ridículamente pomposo que se le quiera designar- es más bien una sociedad que ha olvidado el necesario término medio que hace posible que una sociedad se reconozca así misma para poder calificarse de digna.
 
Aristóteles afirmaba que tan peligrosa es ante un desastre –por ejemplo, un incendio- la actitud de un temeroso que huye del peligro y no hace nada para socorrer a las posibles víctimas como la del temerario, es decir, la persona que se lanza sin pensarlo a socorrer a las víctimas. Ninguna de las dos posturas arreglará nada.
 
Esto no supone que no haya que ser radical para erradicar los males señalados. Significa más bien lo contrario. Porque en la pobreza de unos está el despilfarro de otros al igual que entre el temerario y el temeroso está el prudente.
 
Aristóteles llamaba al hombre virtuoso, hombre justo. Cultivarla justicia a pequeña escala y a gran escala es la única solución posible para estas situaciones lamentables. Cuando la justicia desaparece, la razón produce monstruos perdurables.


viernes, 26 de octubre de 2012

La falacia de la motivación


Aristóteles tenía claro que todos los hombres queremos ser felices. La discusión debía batirse en otro terreno ya que no todos los hombres, sin embargo, entendemos por felicidad lo mismo. 

Realizando un sencillo análisis del hombre, Aristóteles sitúa nuestra peculiar característica en la inteligencia (Alma intelectiva) Dado que esto es lo que nos diferencia de todos los demás seres vivos, para el filósofo griego la felicidad tendría mucho que ver con cultivar ese alma intelectiva. Aristóteles une, sin solución de continuidad, la felicidad con la finalidad. Dicho en un lenguaje que pueda ser entendido por todos: si quieres ser feliz cultiva tu mente.

Sin embargo, no siempre hacemos lo que la inteligencia nos dicta. Esto lo comprobamos todas las mañanas cuando suena el despertador. Quien no piensa, aunque sea durante un instante, que que bueno sería quedarse en la cama unos minutos más. Quizás eso no tenga importancia pero es evidente que una vida puede malograrse si no tenemos una voluntad fuerte.

Aristóteles introduce aquí la necesidad de la virtud para conseguir el deseado equilibrio. Siguiendo con el ejemplo. Sólo conseguiré levantarme a la primera si repito continuamente ese acto. Llegará el momento en que dicha acción esté interiorizada de tal manera en mi vida –a base de repetición y repetición- que será para mí un hábito arraigado y permanente.

Y lo que es más importante. Pasado el mal trago del madrugón, nos sentiremos felices porque puede más nuestra voluntad que la pereza. Y es en este punto del discurso de nuestro filósofo donde quisiera detenerme.


La motivación –ese querer levantarme puntual- se activa una vez que lo he conseguido y nunca antes. Sin embargo, esta sociedad psicologista se empeña –que gran error- en convencernos de lo contrario. Hay que motivar antes para conseguir que alguien haga algo después.

El resultado de esto, a lo largo de décadas de insistir en lo mismo, es dramático. Niños blandos que no hacen nada porque ya nada les motiva. Adultos infantilizados que sólo hacen las cosas si ganan algo a cambio.

¿Queremos motivar? Si no hay algún tipo de problema médico, dejemos que la naturaleza actúe por sí misma. Se motiva sola.

lunes, 15 de octubre de 2012

Aprendizaje cooperativo: evitar que los niños bostecen en las aulas


Las aportaciones de Kenn Robinson sobre la calidad de la enseñanza me parecen sumamente sugerentes a la hora de reivindicar la necesaria introducción del aprendizaje cooperativo en las aulas. Sin pretensión de exhaustividad y sin referirme a ningún país en concreto, intentaré contextualizar el porqué de la afirmación anterior.

Las reformas educativas se suelen centrar en dos aspectos: el económico –los niños deben encontrar su lugar en la economía del siglo XXI- y cultural –los niños deben tener un sentido de su identidad cultural- Sin embargo, estas tendencias se ven fuertemente contrarestadas por la propia realidad actual:  

-¿Cómo preparar a los niños para una sociedad de la que no sabemos como marchará económicamente ni la semana que viene?

-¿Cómo apostamos por una búsqueda de identidad cultural si la globalización está disolviendo los localismos identitarios?

En definitiva, se pretende ganar el fututo haciendo lo que se hizo en el paso produciendo una alienación masiva de los niños en el contexto educativo. El paradigma educativo sigue siendo el heredado de la Revolución Industrial y de los ideales de progreso científico de la Ilustración.

En este sistema, subyace un modelo intelectual-cognitivo basado en los razonamientos deductivos y en una pretendida habilidad académica. De este modo, los niños quedan englobados en dos categorías: los académicos (inteligentes para ese paradigma) y los no académicos (no inteligentes para ese paradigma) 

Esa alienación, anteriormente comentada, tiene un claro reflejo en los niños TDHA. Curiosamente, la ciencia médica que los califica como tal bebe de las mismas fuentes de ese paradigma educativo descrito.

Por otro lado, la tendencia educativa se centra en la elevación de los estándares educativos. Esto ocurre –tremenda contradicción- cuando tenemos a unos niños que reciben la mayor cantidad de estímulos –en diversos formatos tecnológicos- en toda la historia de la humanidad.

Los estándares hacen que las clases sigan siendo tradicionales –en definitiva, no se les enseña sino que se les prepara para superar exámenes- propiciando un mayor aburrimiento de los alumnos; hasta tal punto ocurre esto que se les penaliza porque si distraen de cosas aburridas (la clase) La tendencia a elevar la estandarización corre paralela al aumento de los casos de TDHA. Esto, lejos de ser un problema, evidencia que la supuesta epidemia no es más que una epidemia ficticia.

Las escuelas siguen funcionando como las fábricas –Revolución Industrial- no sólo en el toque de timbres, separación por edades, actividades rutinarias, sino porque se apuesta por dormir los sentidos ya que es necesario –para superar esa estandarización- incrementar el pensamiento convergente en detrimento del divergente.


Sin embargo, es un hecho demostrado que los niños –bien pequeños- poseen una alta capacidad en pensamiento divergente. Esta capacidad se pierde con los años de aprendizaje en las escuelas. Producimos, en serie, niños educados y nada creativos.

Se hace necesario superar esa vieja concepción que divide a los niños entre académicos y no-académicos. Es urgente pensar diferente sobre la capacidad humana de aprendizaje. La sociedad actual ha cambiado de paradigma pero aún no lo ha hecho la escuela.

Una manera de hacerlo es el trabajo cooperativo. La colaboración, en nuestra sociedad actual, es la genuina fuente del conocimiento. ¿Hacemos algo hoy en día sin estar interactuando con otros?

Alabo los esfuerzos de muchos docentes por incorporar esta metodología en las aulas. Hay mucho que debatir y perfeccionar –por ejemplo, es peligrosa esta metodología si olvidamos que, en un futuro, el niño será evaluado con un examen de Selectividad que está en las antípodas de nuestra era global y de las nuevas maneras de aprender- pero, sin embargo, un efecto es evidente desde el primer día: el niño dejará de bostezar en las aulas.

domingo, 7 de octubre de 2012

Qué dice el silencio del que calla: la mayoría silenciosa


La mayoría silenciosa –aquellos que no se manifiestan- pueda que, simplemente, tenga un cierto sentido ético de la ciudadanía y no una postura política concreta.
 
Quizás el silencio más clamoroso de la historia fuera el protagonizado por Tomás Moro en su controversia con Enrique VIII. Tomás Moro, Lord Canciller de Inglaterra, fue acusado de alta traición por no prestar juramento al Acta de supremacía que erigía a Enrique VIII como cabeza de la nueva iglesia de Inglaterra. Declarado culpable en un juicio amañado, fue condenado a muerte. Murió en Londres, decapitado, el 6 de julio de 1535. 
 
¿De qué manera no prestó ese juramento Tomás Moro? Guardando silencio. Nunca se manifestó sobre las pretensiones del rey aunque en su interior renegara de las mismas.  Hay que comprender al personaje para entender su actitud.
 
Tomás Moro, católico y fiel defensor de la figura del papado no puede prestar juramento porque eso supondría renegar de su fe. La película, Un hombre para la eternidad (1966) de Fred Zinnemann nos cuenta los últimos años de la vida de este hombre íntegro que supo callar y, al mismo tiempo, con su silencio mostrar a todos sus conciudadanos lo que realmente pensaba de las pretensiones de su rey.
 
El juicio de Tomás Moro es descrito, con maestría, en la cinta de Zinnemann. El acusador de Moro analiza los tipos de silencio que pueden darse. Por ejemplo, el de un muerto. Si se le hace una pregunta a un muerto, éste no dirá nada. Es un silencio sin más. Fácil de explicar y sin ninguna casuística que comentar.
 
 
El acusador prosigue. Imaginemos que un hombre, delante de muchos otros, saca un cuchillo y arremete, de manera violenta, contra la persona que tiene junto a sí. El público, que contempla la escena, calla. En un posible juicio, esos que guardaron silencio serían acusados de delito también pues su silencio les hace cómplices de la acción homicida. Con su silencio, no hicieron nada por impedir el atropello y deberán pagar por ello.
 
El acusador expeta a Tomás Moro que el silencio, según las circunstancias, habla. Y que su silencio, ese no prestar juramento al Acta de Supremacía, le delata. No hablar es, en definitiva, negarse a jurar al igual que los que no dijeron nada en la agresión con cuchillo son cómplices de la acción.
 
Tomás Moro se defiende. Y le recuerda una máxima de la ley de la época. Quien calla otorga. El, calla, luego, con su silencio, otorga ante el Acta de Supremacía. El tribunal se solivianta ante la inteligencia de Tomás Moro y no tiene más remedio que acudir a un testigo comprado para condenarlo.
 
Como bien se indica en la escena, nunca un silencio fue más clarificador. Todo el mundo sabía lo que opinaba Tomás Moro aunque nunca pronunciara palabra alguna al respecto.
 
En los últimos días, se hacen intentos por poner palabras a aquellos que no se manifiestan en las calles para protestar por la situación económica y política. Más allá de esta circunstancia, viene bien recordar que, quizás, el que calle otorgue pero nunca sabremos, a ciencia cierta, en qué dirección otorga.
 
Salvo que los que callen sean como Tomás Moro. El silencio de las personas íntegras es fácilmente traducible. La mayoría silenciosa –aquellos que no se manifiestan- pueda que, simplemente, tenga un cierto sentido ético de la ciudadanía y no una postura política concreta.

sábado, 29 de septiembre de 2012

El sentimiento independentista y las relaciones de poder


El discurso no es más que una determinada manera de representar los acontecimientos. Sin embargo, y esto es lo esencial, construimos nuestra identidad a remolque de ese discurso.
 
Esta afirmación de Foucault puede ser confusa y de difícil interpretación. Intentaré poner un ejemplo para aclararla. Detrás de toda afirmación hay, por ejemplo, una autocensura previa que es lo que se denomina lo políticamente correcto. Salirse de ese marco es caer bajo la crítica despiadada. Al mismo tiempo, ese esquema previo de lo políticamente correcto está tan instalado en nuestra psique que, en cierta medida, nuestra personalidad se configura bajo esos parámetros.  

Ejemplo: La violencia en el seno familiar es violencia de género. Afirmar lo contrario es inmolarse ante los demás porque te destrozarán vivo. El discurso dominante es ese: es violencia de género. Si te sales de ese marco, debes ser destruido; al menos, metafóricamente. Y, al mismo tiempo, terminaremos haciendo propio ese discurso porque no nos queda otra. Nos construimos nuestra propia personalidad siguiendo ese juego impuesto.

Los discursos, por otra parte, generan relaciones de poder. Manda quien crea el discurso y lo socializa entre el mayor número de personas. Antiguamente, el poder se ejercía por un monarca absoluto que castigaba con la violencia. Ahora, detestada la violencia, todo es más sibilino.

Del poder que castiga hemos pasado al poder de definir a los demás como extraños a nuestro grupo porque no usan nuestro propio  discurso. Si eres un extraño, quedas expulsado del grupo y anulado. Por ejemplo, si dices que eso es violencia en el seno familiar, eres un facha. Simple pero eficaz. 

No escribo estas líneas para referirme a la violencia de género –o violencia en el seno familiar; quién sabe- sino para referirme a lo que no es más que la utilización de esta teoría del discurso  para, por ejemplo, disfrazar de sentimiento independentista aquello que, simplemente, no es mas que un discurso estructurado para mantener una estructura de poder que no es otra que el nacionalismo.

Dejando a un lado las siempre difíciles consideraciones de Foucault podríamos  afirmar, sin más, que de lo que se trata es de construir un discurso inteligente y estructurado –la independencia es un sentimiento- de tal manera que sea difícil salirse de él si no quieres ser “destruido” o acusado, al menos, de traidor.

En este punto, por ejemplo, es sintomático que muchos defensores de la independencia de Cataluña no hayan nacido en Cataluña y sean, por ejemplo, andaluces o descendientes de andaluces. Es tanta la dependencia que tenemos de un discurso superior que conforme nuestra identidad -para sentirnos parte de un todo- que ocurren estas cosas que parecen inexplicables. No lo son. Es algo muy humano.

El nacionalismo –cualquier nacionalismo- sabe que un discurso dominante genera relaciones de poder y dependencia. La retroalimentación está servida y la solución no es fácil.

Anteponer a independentismo el discurso de la Constitución puede resultar una solución para frenarlo pero, en definitiva, no es solución ninguna. Cuando un discurso choca contra otro, las dos partes se identificarán más fuertemente con su público y no habrá manera de arreglar nada. Tampoco lo arregla esto el diálogo o el consenso. No es posible entre dos discursos tan enquistados. 


¿La solución? Creo que la dará el propio transcurso del tiempo. Y, para no complicar más las reflexiones, intentaré explicitarla con un ejemplo aludiendo a Truman, protagonista de El show de Truman.

En su ignorancia, tiene al menos claras dos cosas: quiere viajar y siente nostalgia por esa chica de la que se enamoró y de la que nunca más supo. Viajar acerca los discursos y elimina las aritas. Relacionarse con los demás –gentes de otras regiones- dulcifica las diferencias.

En definitiva, los nacionalismos quieren construir un muro ficticio para que no haya mezcolanzas. Estoy convencido de que las nuevas generaciones –si la clase política no lo rompe todo antes- dejará a un lado estas “tonterías” Un joven del siglo XXI querrá heterogeneidades y no homogeneidades.

domingo, 16 de septiembre de 2012

¿La generación mejor preparada de nuestra historia?


Confundir posibilidades con  realidades es frecuente en esta sociedad en la que se estila el eslogan fácil pero carente de contenidos.

Expliquemos la afirmación con un sencillo ejemplo. En España hay tan tantos aeropuertos que, en teoría, las posibilidades de viajar en avión deberían haber aumentado en la misma proporción –o más- con  la que han proliferado las pistas de despegue y aterrizaje.

Sin embargo, esto no es así y la razón es sencilla. Hay aeropuertos pero no hay población suficiente para que los aviones se llenen y el complejo aéreo pueda tener solvencia económica. Es obvio verlo pero esto no parece tan claro a los ojos de la clase política.

¿Por qué? Porque el político medio confunde posibilidad con realidad y -en un salto ontológico ilegítimo  que haría que Sócrates cambiara la cicuta por algo más contundente para perder la conciencia lo antes posible- al comprobar que ésta –la realidad de que no hay pasajeros- sume al aeropuerto en una absoluta ruina, palia el desastre con subvenciones sin sentido.

Crear posibilidades no es crear realidades y cuando esto ocurre, esas posibilidades se convierten, a ojos de todos, en lo que realmente eran desde un principio: un sueño de grandeza, una sombra de realidad encerrada en una caverna de mentiras.


En esencia, creo que esto mismo es lo que ocurre a la hora de enjuiciar la formación universitaria de nuestras jóvenes generaciones. Decir que son los mejores porque nunca ha habido tantas posibilidades de estudiar en España es lo mismo que decir que nuestra red aérea es la mejor del mundo porque tenemos aeropuertos hasta en las azoteas de los edificios.

Espero equivocarme pero se cerrarán aeropuertos como se cerrarán universidades. Desaparecerán las oportunidades. Pero, sinceramente, creo que aflorarán, y esta vez de verdad, la gente mejor preparada. Las oportunidades no crean realidades pero asumir la realidad es el único camino para crear nuevas posibilidades.

sábado, 15 de septiembre de 2012

De ruido en ruido


Los pensamientos sin contenidos son ciegos o por qué hay gente que no sabe quién es ni lo que les pasa

Hace unos días releía un texto de Kant: ¿Qué es la Ilustración? Evitando el rigor intelectual, podríamos resumir el texto afirmando que para Kant la Ilustración no es otra cosa que la valentía de que cada uno piense por sí mismo.

Para conseguir eso es imprescindible que el hombre abandone su autoculpable minoría de edad, es decir, dejar a un lado su incapacidad para servirse de su propio entendimiento sin la guía del otro: Sapere aude, atrévete a pensar por ti mismo. 

A veces ocurren hechos casuales que encierran una gran causalidad. Al terminar la lectura y salir de la universidad y haciendo espera para coger un tren de cercanías me tope con un joven universitario que llevaba una camiseta curiosa por el lema que proponía: Piensa en ti.

La asociación era inevitable: del piensa por ti mismo kantiano al piensa en ti del joven hay un salto brutal (quizás letal) que socava los cimientos de nuestra herencia filosófica.

Hemos pasado de la búsqueda de la verdad (quizás con errores) a la búsqueda de mi verdad sin importarnos la posibilidad de error. El giro copernicano kantiano ha sido pulverizado por un yo incapaz de pensar en algo que no sea él mismo.

Y creo que la cuestión puede aún estropearse más. Intentaré explicarme. El pensamiento en vacío no existe. El pensamiento necesita contenidos para ser realmente pensamiento. No hay fuego si no hay ramas que puedan ser quemadas.

Dicho de otra manera. Ese joven que piensa en sí mismo ¿qué piensa realmente? ¿En sus cosas? ¿En el libro que haya leído? ¿En sus estudios? ¿En sus relaciones personales? No puedo saberlo pero lo que sí sé –lo sabe cualquiera- es que el pensamiento no sólo necesita contenidos sino también del silencio interior.


Si nuestro joven protagonista –ya siento no haberle preguntado por su camiseta- no leyera, no tuviera una cierta vida intelectual, ni siquiera podrá pensar en sí mismo. Los contenidos del pensamiento son necesarios, y no por cultura, sino porque son la única manera de poder compararnos con algo para saber quiénes somos.

Es lo que les pasa a muchos jóvenes que están en continua crisis porque no saben ni quiénes son ni qué les pasa. Lógicamente eso les ocurre porque son jóvenes. Es claro pero es insuficiente la respuesta.  

Principalmente les pasa eso porque no tienen contenidos en su cabeza. Y si no los tengo, no puedo explicarme a mí mismo.  La experiencia profesional me ha enseñado que los alumnos que leen –hay otros medios para llenar la cabeza aparte de la lectura- son más estables emocional e intelectualmente.

Vayamos a lo del silencio interior. Pongamos un ejemplo. Si me persiguiera un asesino múltiple en plena noche madrileña, sólo tendría capacidad mental y física para correr. No me daría para más la situación porque estaría rodeado y encerrado por las circunstancias.

Salvando las distancias –el ejemplo es muy forzado- ocurre lo mismo con el pensamiento cuando éste está rodeado de ruidos. Es incapaz de algo distinto a la nada. El pensamiento con ruidos es imposible como es imposible que, en mi carrera de huída, me parara a invitar al asesino múltiple a una cerveza.

El joven de la camiseta, escuchaba música a todo volumen con sus auriculares y, al mismo tiempo, mandaba mensajes con tu teléfono móvil. En definitiva, va de ruido en ruido –la música, los mensajes, las llamadas telefónicas, el estruendo de fondo de una universidad- y así no se puede pensar. 

Que bueno es, de vez en cuando, pararse, silenciar los ruidos y ponerse a leer algo interesante.

 

 

jueves, 6 de septiembre de 2012

Emprendedores: El valor añadido


La cultura de la subvención engendra una cultura de la gratuidad. Si a esto unimos el escaso respeto que hay hacia la propiedad intelectual en numerosos países, es fácil concluir que el asunto de las descargas ilegales –sean películas, música o libros- tenga difícil solución con medidas exclusivamente restrictivas.

Internet es un campo difícil de vallar. Puesto un impedimento –clausura de páginas Webs- surgirán, con gran facilidad, nuevas portales que se salten esas barreras de tráfico.

Sin duda, este escaso respeto por la autoría intelectual es, en primer lugar, una cuestión de orden ético o moral. Pero quisiera centrarme, al menos en este Post, en una reflexión que pueda servir como intento de solución a ese asalto continuo que sufren músicos, cantantes, escritores. Y, de paso, ampliar la misma hacia el mercado laboral o algo tan dispar como puede ser la calidad de una institución educativa; por ejemplo, una universidad.

El Impuesto sobre el Valor Añadido, el denostado IVA de nuestra actualidad, puede servir como ejemplo gráfico. No cabe otra que idear la manera de que las producciones artísticas, la versatilidad de un perfil profesional o la excelencia de una institución educativa posean un valor añadido.

Y no me refiero, lógicamente, al aumento de precio. Pongamos un ejemplo para aclarar la cuestión. Un libro. Muchos compradores habituales de este bien cultural se resisten a descargarse el mismo para leerlo en un dispositivo electrónico. Y, esto, por los motivos que sean: dificultad de adaptarse al uso de las Nuevas Tecnologías o por el apego sensorial que supone tener un libro entre las manos, pasar las páginas, olerlo o subrayarlo.

Para estas personas, el libro en sí posee ya un valor añadido que va más allá del hecho de leerlo. Por eso, lo compran. Sin embargo, para muchas eso no es así y por eso prefieren descargárselo y gratis, claro. Esta cuestión no es fácil pero o los escritores o las editoriales dan a un libro un valor añadido o el sector del libro –cualquier otro- no levantará cabeza nunca.


Un ejemplo real. Pedro J Ramírez y su última publicación El primer naufragio. Ha dedicado su libro, de puño y letra, a cientos –seguramente miles- de personas. ¿Cómo lo ha hecho? Divulgando por Twitter su disponibilidad a dedicarlo a quien quiera.  

Profundicemos. No sólo así ha vendido su producto. Le ha dado un valor añadido. Para muchas personas, es un gran honor personal que Pedro J les firme su libro. Así lo conocen, pueden charlar con él un rato, etc. Y el valor añadido, una vez puesto en marcha, se activa hasta el infinito.

El valor añadido promovido por Pedro J ha creado comentarios e incluso críticas –sólo habla de su libro-consiguiendo así que su valor añadido cobre mayor notoriedad. Interesante es, por seguir con nuestro personaje, el éxito de El Mundo en su versión digital. La prensa o aporta valores añadidos nuevos o perecerá también, El Mundo Orbyt es un Campus virtual que ofrece mucho más que información.

¿Qué pueden hacer los músicos? Un CD de un músico o grupo de calidad supone meses y meses de trabajo. Realizado el producto, se pone a la venta. La gente se lo descarga. Gratis, claro. Descomunal injusticia para el autor. No queda otra. O a un CD se le da un valor añadido o nos quedaremos sin creación musical. ¿Cuál? Asumamos esta necesidad o no será posible encontrar respuesta alguna.

Lo mismo ocurre con el mercado laboral. Si no aportas al trabajo algo más que lo que se supone que debes aportar –por ejemplo, un profesor universitario que da sus clases  y ya- el futuro profesional se llenará de nubarrones.  

Conozco a prestigiosos profesores que dan sus clases y organizan debates cinematográficos en sus universidades que llenan aulas y provocan colas para poder entrar. Eso es valor añadido.

Colegios que poseen proyectos de inglés consolidados, universidades punteras en investigación, colegios mayores expertos en orientación profesional, poseen valor añadido. 

Las ideas, esto del valor añadido es eso, una idea, pueden ser fáciles de plasmar. Más difícil es ponerlas en práctica con solvencia. Cuando oigo hablar de emprendedores, siempre pienso que un emprendedor será aquel que sea capaz de hacer aterrizar esta propuesta.

jueves, 30 de agosto de 2012

Walt Kowalski, Oskar Schindler, Michael Corleone y el perdón


El cine ofrece una gran variedad de personajes atormentados, perseguidos por un pasado que necesita ser redimido. Walt Kowalski en Gran Torino, Oskar Schindler en La lista de Schindler, Michael Corleone en El Padrino III.
 
En cierta manera, los tres consiguen liberarse de la carga pesada de sus actos si bien de distinta manera. Walt da su vida por sus vecinos; Oskar salva la vida de cientos de judíos; Michael pierde a su hija como precio a pagar por sus crueldades. 

Algunas escenas de estas películas ofrecen momentos emblemáticos en los que la necesidad de perdón se hace patente para demostrar, en definitiva, que las tres cintas no son más que una excusa para urdir una trama en las que la necesidad que todos tenemos de sentirnos perdonados sea el motivo que mueve al director a coger su cámara para contarnos una historia.

Oskar Schindler conversa con el atormentado Amon Goeth. Oskar no sabe como parar los continuos asesinatos del dirigente nazi. Amon no sólo es un asesino. Es déspota e imprevisible. Su personalidad le lleva a ejercer la brutalidad en función de sus desequilibrios y obsesiones. Cuando una de estas inestabilidades se activa matará, sin piedad, al que tenga más cercano.

Ambos charlan sobre la esencia del poder. Amon afirma que se tiene poder cuando se tiene la capacidad de matar. Oskar le corrige y lleva el terreno de la conversación hacia donde le interesa. Sujetar la peligrosa personalidad de Amon.


-Oskar: Poder es cuando tenemos justificación para matar y no lo hacemos. Es lo que tenían los emperadores. Un hombre roba algo. Le conducen ante el emperador. Se echa al suelo ante él e implora clemencia. El sabe que va a morir. Pero el emperador le perdona la vida. A ese miserable. Y deja que se vaya. Eso es poder, Amon.

Oskar es inteligente y usa esta estrategia para convencer a Amon de que el poderoso perdona y no mata. La lógica es sencilla. Sólo puede perdonar aquel que no gana nada al hacerlo porque, en definitiva, no lo necesita. No perdonar es debilidad.

Sin embargo, detrás del argumento de Oskar se encierra una consideración más profunda. Oskar vislumbra ya que su vida debe dar un giro absoluto. Su conciencia le taladra por dentro. Lleva meses viviendo con la certeza de necesita perdón. La necesidad de perdón ronda su inteligencia. Por eso, le sale de modo natural usar ese argumento ante Amon. Este matiz psicológico se olvida cuando se analiza esta película.

Giremos hacia Michael Corleone. Conversa con el arzobispo Gilday. Éste, por su mala cabeza e ingenuidad, se encuentra ante un desfalco económico de enormes dimensiones. Pide la ayuda de Corleone. Michael se la ofrecerá a cambio de participar, de manera mayoritaria,  en el accionariado de Inmobiliare. La conversación se cierra con una nueva alusión a la importancia del perdón.

-Arzobispo Gilday: Tengo la impresión de que hoy en día el poder para absorber deudas es mayor que el poder del perdón.

-Michael: monseñor, no sobreestime el poder para perdonar.

Michael ha dado un giro esencial. Ya no es suficiente con lavar el nombre de su familia. Sabe que esto sólo será posible cuando su vida quede redimida. Salta como un resorte cuando escucha del arzobispo esa alusión hacia la banalización del perdón en la vida de las personas. Él, el hombre más poderoso del mundo, sabe que el verdadero poder lo tiene aquel se sabe perdonado y no tiene una conciencia llena de agujeros.  


Oskar es infiel a su esposa. Michael ha matado a su propio hermano. Es sintomático que el giro de estos personajes se inicie con aquello que tienen más cercano. Oskar pedirá perdón a su mujer. Michael le dirá a su hija que ardería en el infierno para mantenerla a salvo. Kowalski intentará un acercamiento con sus hijos al saberse enfermo y confesará que no ha sido un buen padre.


Intentado recoger argumentos. Tres grandes películas, quizás, porque tratan un tema que triunfa con la misma facilidad con que es barrido de la vida cotidiana. La filosofía del perdón necesario. Empezando con lo más cercano.

lunes, 20 de agosto de 2012

Tacitas de filosofía


Escucho la radio y no veo la televisión. No suelo hacerlo a horas intempestivas como lo hice ayer. El calor y el estar en una ciudad lejana a España me llevaron a ello. Salir a la calle no era una opción prudente.

En Onda Cero sonaba La rosa de los vientos. Para muchos, La rosa de los vientos, del gran Juan Antonio Cebrián, es un acompañante fiel, en las noches del fin de semana, desde tantos años que es como parte de la familia.  

Se daba paso a una sección. Tacitas de filosofía. Siendo filósofo y no estando acostumbrado a que un programa, de radio o de televisión, se dedique unos minutos a nuestra olvidada disciplina, me dispuse a escuchar con curiosidad.

El tema, el eterno retorno de Nietzsche. Tiene mérito. Asunto complejo donde los haya para ser tratado en unos pocos minutos. Jorge Sánchez, filósofo y responsable de la sección, sintetizo la idea, supo aplicarla a la vida actual y, además, se le entendía perfectamente, Le felicito por ello.

Tampoco se quedó corta, en ingenio, la entrada de Martín Expósito. Comparar la vida con un videojuego en el que, ocurra lo que ocurra, se termina con un Game Over. Final de la partida; entonces, ¿para qué seguir superando pantallas? Buena imagen para adentrarnos en la filosofía de Nietzsche y en los temas filosóficos en general.




Como indicaba Jorge Sánchez, apostar en la vida por el entretenimiento por el entretenimiento, nos hará olvidar que la vida, en definitiva, es lo que se queda en medio para perderse de manera irreversible.

La sección se cierra con un pequeño broche de oro. Iniciativas actuales en las que la filosofía, los filósofos, demuestra que tienen mucha tarea que hacer. La labor de Eduardo Vergara llevando la filosofía a las cárceles andaluzas merece que me informe sobre la cuestión.  Ese cierre de la sección fue de agradecer.

El calor, en ocasiones, no deja dormir. Claramente, en el fuego de lo que fue, arde lo que será. No duermes pero descubres una sección que ojalá continúe durante el invierno, etapa del año en la que es más fácil dormir pero no por ello se deja de pensar.

Una taza de filosofía semanal al año creo que es saludable. Más allá de las posibles respuestas, la propuesta de Jorge Sánchez respira sentido común.


domingo, 19 de agosto de 2012

En mi país desconocido. Hans Fallada


Thomas Mann criticó con dureza –e igual vehemencia- a los intelectuales alemanes que decidieron quedarse en la Alemania nazi. Denominar a esa realidad con el nombre de exilio interior fue para Thomas Mann una manera –por simplificar los argumentos- de justificar lo injustificable con una catalogación pseudoética.

El gran escritor alemán se equivoca pues las actitudes personales no pueden enjuiciarse recurriendo a una etiqueta que nivele a todas las personas sin tener en cuenta la intencionalidad –los fines- de sus acciones. 

Hans Fallada optó por el exilio interior. Desde el punto de vista creativo, tal decisión nos ha brindado –ahora que Fallada se ha puesto, de nuevo, de moda- una visión diferente del derrumbe moral, político y sociológico que supuso el nazismo para Alemania y los alemanes.

En mi país desconocido, creo que es un recorrido espeluznante sobre el deterioro ético de las relaciones humanas –entre las personas desconocidas que tenían que vivir sus vidas- en esta época nefasta de la historia.

 

En un régimen de terror, el soplón surge como mecanismo represivo y de pánico. Nadie se fía de nadie, La atmósfera  es, así, irrespirable. Los incautos como Fallada –nunca se planteó en su sana ingenuidad si tenía amigos judíos; no clasificaba a las personas- sufrió de manera indecible los zarpazos de los que querían, a toda costa, medrar en el régimen.

En un régimen dictatorial, la creación artística es peligrosa y debe ser censurada. Fallada libra una batalla interesante –nuevamente, ingenua- sobre esa realidad.

Sin duda –apuntémoslo por que la memoria no debe olvidar realidades- el holocausto judío fue la encarnación del mal, sin precedentes ni consecuente en la historia. En mi país desconocido, Fallada nos ofrece pinceladas –humanas, muy humanas- de decenas de miles de personas que sufrieron la brutal represión de sus vidas aunque no fueran, físicamente, eliminadas.

Estos tres temas me parecen los más conseguidos en la propuesta de este En mi país desconocido, escrito por Hans Fallada en 1944 cuando está encarcelado y destrozado vitalmente. Su vida no fue fácil. También fue un desconocido para sí mismo.

viernes, 17 de agosto de 2012

El club de los poetas muertos y los errores educativos


El nihilismo puede ser divertido como construcción teórica. Llevado a la vida real, es letal para un adolescente.

Nunca he entendido las alabanzas educativas que siempre ha recibido esta película dirigida en 1989 por Peter Weir. No culpo de esto al director australiano. Esta película así como otras como El show de Truman o La costa de los mosquitos son apuestas ingeniosas para la reflexión antropológica. 

Analicemos las dos figuras educativas básicas en El club de los poetas muertos. El profesor Keating y el padre del alumno Neil Perry.

Keating usa como herramienta educativa de su asignatura la provocación. Cuestiona todo aquello que los alumnos tienen como modelo a seguir: Tradición, Honor, Disciplina y Excelencia 

Su primer error es de orden valorativo: provoca para enseñar y no enseña para provocar. Así, adoctrina. Los padres educan porque, afortunadamente y en la mayoría de los casos, conocen la realidad que rodea la vida de sus hijos. Cuando esto lo hace alguien que se desconoce la totalidad de la vida de un adolescente, puede provocar serios daños vitales.

Su segundo error es psicológico: desconoce que si a un joven se le ofrece romper con sus obligaciones, tomará este camino porque es lo más cómodo. Los adolescentes son utópicos y, al mismo tiempo, acríticos. Ofrecer la nada, en lugar de las obligaciones, es peligroso porque, al final, mejor o peor, un joven necesita que se le ofrezcan seguridades.


El padre de Neil Perry es otro peligro. Cuestiona todo aquello que va en contra de su visión de la vida. No quiere a su hijo sino que quiere verse realizado en él.

Su primer error es de orden afectivo. Se debe querer a los hijos no por lo que hagan sino cuando no hacen lo que deben. Es la mejor manera de ayudarles a ser mejores. Los hijos cambian cuando quieren contentar a quienes les quieren. Lo demás, son enredos psicológicos.

Su segundo error es de orden pedagógico. A los hijos –a los alumnos- siempre hay que ofrecerles salidas plausibles. No sólo cuando se equivocan. También cuando quieran realizar sueños que, aunque no sean realistas, no hacen daño a nadie.

Perry prohíbe, sin posibilidad de acuerdo, a su hijo que haga teatro. Lógicamente, Neil recurrirá a la mentira para hacerlo.

Perry ahoga la vida de su hijo porque quiere que llegue lejos. ¿Por qué? Porque el no lo ha conseguido. Perry olvida que la vida de los hijos no son los padres.

Las dos –padre y profesor- por motivos diferentes, cometen el mismo error: romper con la realidad sin ofrecer nada a cambio. El nihilismo puede ser divertido como construcción teórica. Llevado a la vida real, es letal para un adolescente.

martes, 14 de agosto de 2012

¿Es bueno arrepentirse?


Todas las canciones tienen un estribillo. Es la necesaria parte pegadiza, destinada al público, que necesita de la repetición para aprender una letra. Sólo cuando algo se aprende, cabe la posibilidad de que ese algo  guste. Lo saben los músicos y lo sabe el que compra un disco.

Entre los adolescentes, se repite un estribillo –los medios de comunicación lo denominan ahora pomposamente como mantra- que sale a colación en cualquier tipo de conversación que mantengan: No me arrepiento de nada.  

Tal afirmación en gente joven creo que no tienen especial importancia. Un joven no tiene pasado. Tiene un presente confuso y un futuro lejano que anhela. Sin pasado, el arrepentimiento –que es memoria- permanece inactivo.

Preocupante me parece esta afirmación en personas que ya dejaron la juventud atrás. Con los años, uno es más pasado que futuro. El tiempo es vida y también la condición de posibilidad de no haber hecho uno lo que debe.

Creo que esto lo compartimos todos. También los que sostienen que no hay que arrepentirse de nada. La misma construcción de la frase ya deja entrever que se asume, al menos, que hay cosas que uno no ha hecho bien.

Sin embargo, tener conciencia de que uno debe arrepentirse de lo que haya hecho mal es dignificante, nos ofrece la posibilidad de ser mejores y, además, es garantía de salud mental.


Para acompañar el razonamiento de tal afirmación recurriré a la poesía para evitar, así, los argumentos circulares de la filosofía y las casuísticas laberínticas de la psicología. El olvidado Luis Rosales y su poema Autobiografía me parecen idóneos. 

Como el náufrago metódico que contase las olas que le bastan para morir;
y las contase, y las volviese a contar, para evitar errores,
hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le cubre la frente,

Es cuestión de tiempo –la vida se encarga de eso-  que resulte inevitable echar la vista hacia atrás. Si uno ha vivido sin conciencia de arrepentimiento alguno, no podrá evitar convertirse en un náufrago rodeado por las aguas de todo aquello que debió hacer y no hizo y por todo aquello que hizo y no debió llegar nunca a convertirse en realidad. Esta realidad se torna dramática en el ocaso de la vida.

Por otra parte, la memoria, adormecida durante años, es traicionera. Saca del recuerdo hasta lo más vergonzoso de una vida para buscar la herida (la estatura de un niño…) 

así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.

Enfrentarse a la vida con la prudencia de un caballo de cartón en el baño puede parecer pusilánime. No lo creo. La prudencia no es otra cosa que sabiduría que sabe tomarse su tiempo.

Por eso, el final del poema me parece definitivo. El cariño, cuando es sano, reconoce que el arrepentimiento es la señal de que en nuestras relaciones personales buscamos el bien de quienes nos rodean y no el provecho propio.

Esta no es la esencia del arrepentimiento pero sí la casilla de salida para comprender que ese no arrepentirse de nada significa, sin más, que uno no ha querido nunca a nadie. Buen estribillo que se aprende pronto.

La huella: El cine como lenguaje


De la insoportable levedad del ser a la broma

Cuando Milan Kundera escribe su insoportable levedad del ser en 1984 se retrotrae a la Praga de finales de los sesenta para contarnos –con una genial escritura e igual genialidad en el más gusto descriptivo- la decadencia existencial del protagonista.

Tomás no es otra cosa que metáfora de un régimen marxista que se descompone a borbotones. La levedad es insoportable cuando la existencia está ahogada por la ausencia de la libertad personal.  

Todo lo demás –esa interpretación tan de Kundera de sintetizar la filosofía de Nietzsche con aquello que jamás dijo el filósofo- es mero recurso argumentativo para glosar una historia que no tiene más remedio que ser contada.

La ausencia de libertad es directamente proporcional a la levedad de una vida. Dado este caso, el único recurso es contar esa historia.

Catorce años más tarde, Milan Kundera publica La Lentitud. Continúa esa insoportable levedad del ser como telón de fondo de su escritura. Sin embargo, -con igual maestría y mal gusto- ofrece, quizás, una posible solución: el redescubrimiento de la lentitud para remansar el ocaso del ser: el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido.

Todo esto es sólo el motivo narrativo para  recuperar del olvido una película de 1972, La huella, dirigida por Joseph L. Mankiewicz e interpretada, de manera magistral, por Laurence Olivier y Michael Caine.


Los méritos cinematográficos de la película son diversos: -Guión inteligente y con dosis de humor que requieren de esa misma inteligencia para ser comprendidos. –Valiente adaptación al cine de la obra de teatro homónima. –Enfrentamiento interpretativo entre los dos actores que no dan un ganador claro. –Un inicio –ese jardín laberíntico- que es una declaración de intenciones.

Y lo que me parece más importante. La verdadera apuesta ideológica de Mankiewicz. Una solución vital a la insoportable levedad existencial de uno de sus protagonistas. Esta no es otra que llevar la broma y el juego, como estilo de vida, a su máxima expresión. 

Milan Kundera escribió La lentitud por puro gusto. Mankiewicz hace de éste –otra cosa no es el juego sino el hacer por gusto- el motor de su película.

Quizás –es seguro- tanto una propuesta como la otra se queden cortas. Al leer a Kundera o ver el cine de Mankiewicz experimentamos, al menos, que el ser humano es algo más que intentos fallidos de existencia.

No obstante, el buen cinéfilo disfrutará con esta película que obliga a contar poco de ella para no desvelar lo que no debe ser contado para no estropear la historia. Como las vidas que no quieran ser pura levedad.

lunes, 13 de agosto de 2012

Formar mentes brillantes: Decálogo


Siguiendo las propuestas de Howard Gardner y sus tesis sobre las cinco mentes del futuro, gloso el siguiente decálogo -de elaboración propia- manteniendo la argumentación básica del mencionado psicólogo norteamericano.

Las mentes brillantes se forman en las casas y en las escuelas. Eso es obvio. No lo es tanto cómo hacerlo. Los esquemas del pasado son inválidos en un mundo que es diferente de un día para otro.  

Las escuelas forman para la vida pero siguen usando esquemas de “producción” propios de la revolución industrial. Imposible formar así a alumnos para el futuro con sistemas caducos. Igual de absurdo está siendo introducir, por activa y por pasiva, las Nuevas Tecnologías para hacer más de lo mismo. El problema de la enseñanza no es de metodologías sino de paradigmas.

Igual de dañina es la tendencia de convertir los hogares en hoteles. Así, el calor de hogar se esfuma y los hijos, llenos de comodidades, pierden la brújula del esfuerzo para, más tarde, perder la del cariño.

La lógica del cariño no es como se piensa en esta sociedad de mensajes cortos, sensibleros y sin contenido. Se quiere a la gente por la que se hacen cosas y no, necesariamente, por quién las haga para ti. Los hijos quieren más a sus padres cuando pueden hacer cosas por ellos. Nos empeñamos en hacerlo al revés. Hacerlo todo por ellos y que ellos no hagan nada.

Esta propuesta quizás sirva para encauzar esa sangría  educativa y familiar. Cambio de paradigma educativo para las escuelas y cambio de sentimentalismos para las familias. 


1 Educar en el respeto. Se consigue pidiendo responsabilidades cuando éste se pierde. Lo demás es perderse en terapias de motivaciones que lo único que consiguen es eternizar los problemas. Una escuela que no exige respeto, es una escuela podrida. Una familia que no exige respeto, es una familia desunida.

2 Sin respeto, es imposible enseñar. La motivación en estas cuestiones debe sustituirse por corregir al que se equivoca. Y, como dice Gardner sin medias tintas, al que no respete y no quiera cambiar, hay que separarlo del grupo y rechazarlo. En cómo hacerlo, es dónde hay que invertir tiempo.

3 La mejor manera de educar en el respeto y propiciar metas conjuntas para todo el grupo: una clase o una familia. Cuando se lucha en compañía por un mismo objetivo, surge lo que une. La escuela es individualista. Los hijos deben sacar su casa adelante. Decir que la única obligación de un hijo es estudiar es sembrar su fracaso.

4 Las mentes brillantes son mentes disciplinadas. Disciplina, aquí, no significa ser constantes y ordenados. La mente disciplina contextualiza el saber. El no disciplinado, sólo memoriza en el mejor de los casos.  

5 El sistema educativo debe cambiar los modelos de exámenes. Estos, en la actualidad, son exclusivamente memorísticos. En las universidades, para colmo, suelen ser tipo test porque se corrigen antes. Las asociaciones de padres algún día entrarán en estas cuestiones. Tiempo al tiempo.

6 Cultivar una mente sintética o sucumbir ante las toneladas de información que nos proporcionan las Nuevas Tecnologías. La mente sintética es la única capaz de realizar un todo coherente y unificado de ingentes cantidades de información. En Post sobre la mente sintética se ofrecen pistas de cómo educarla.

7 La sociedad nos obligará a ser creativos. Si no, tarde o temprano, nuestro trabajo será realizado por una máquina. Decir que debemos reciclarnos es asumir que no comprendemos el mundo en el que vivimos. Se reciclan los objetos. Las personas, tenemos que ganar en capacidad creativa.

8 Erramos con las aficiones que propiciamos en los hijos y en los alumnos. Pianistas famosos o futbolistas mediáticos multimillonario hay pocos. Hay aficiones que fomentan la creatividad. Hay que ir a por ellas. (Ver Post sobre la cuestión)

9 La mente ética será la casilla de salida para incorporarse al mercado laboral y para poder formar parte de un grupo familiar o de amistad. Las personas sin principios serán evitadas. Nadie se fía de nadie. Si no se fían de ti, te quedarás muy solo.

10 La mente ética se cultiva cuando formamos a personas que comprenda que lo útil es lo constructivo. Es decir, si lo que haces sólo es útil para ti perderás todo criterio ético. Es cuestión de tiempo que eso ocurra.

domingo, 12 de agosto de 2012

¿Soluciones éticas o robar en supermercados?

Los padres que dejan que las amistades dependan totalmente del azar pueden poner en peligro a sus hijos

Los educadores deberían preparar a los jóvenes para llevar una vida caracterizada no sólo por un buen trabajo sino también por el trabajo bien hecho 

Las afirmaciones son de Howard Gardner, extraídas de su propuesta ética formulada en Las cinco mentes del futuro. Considero sumamente sugerente que Gardner vincule la ética al trabajo bien hecho.

No creo pretencioso dar un paso más. No hay que ser experto en nada para vislumbrar que la cuestión de fondo de esta crisis es una cuestión ética o, más bien, de ausencia de ella. La ética no es abstracta. Se traduce en actos públicos y sociales – también en los privados pero estos son menos tangibles- que deben ser, a parte de éticos, excelentes y atractivos. 

El trabajo bien hecho posee esas tres características: es excelente, ético y atractivo. Profundizando en este tipo de trabajo, podremos llegar a una propuesta ética esperanzadora.

El trabajo excelente sólo es posible si el que lo realiza posee una mente disciplina (Ver Post sobre la mente disciplinada)

El trabajo ético es un trabajo responsable, es decir, quien lo realiza tiene en cuenta las consecuencias que para la sociedad tienen sus actos.

Un trabajo es atractivo cuando es interesante y valioso.

El papel de los padres es esencial para afianzar en los hijos el amor por el trabajo ético. El papel de la escuela es esencial para afianzar en los alumnos la ilusión vital que proporciona un trabajo atractivo.


El papel de los padres

¿Sabría enunciar tu hijo cuáles son los principios y valores que pretendéis transmitirles? Si responde con generalidades –ser bueno, un hombre de provecho- o enmudece, no hay coherencia ética en ese hogar. Los hijos crecerán sin sujeción.

¿Corriges a tus hijos? Si no hay principios objetivos a transmitir, la corrección se convierte en apagar fuegos. Así, no se educa. 

El papel de la escuela

Habría que preguntar a los profesores ¿Qué es lo bueno para los alumnos? Si lo bueno es lo útil y lo útil es, sólo, aprobar las asignaturas, los alumnos buscarán la utilidad en algo que sea más inmediato. Aprobar siempre les queda lejos. Eso no motiva.

Hay que aprovechar esa necesidad vital del adolescente por lo inmediato para dotar al aprendizaje en las aulas de un uso constructivo inmediato en sus vidas cotidianas. El reto no es fácil pero no nos queda otra. Como sigamos pensando que la motivación es anterior al esfuerzo del trabajo seguiremos dando palos al vacío.