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martes, 31 de enero de 2012

Educación para la Ciudadanía o el Papel de los Padres

Billy es un chico de once años. Vive en el norte de Inglaterra. Corre el año 1984, año difícil para él y su familia. Su padre y hermano son mineros. La crisis del sector se agudiza tras convocar los obreros del sector una huelga que es un órdago, en todo regla, al gobierno de la época.

La situación económica de la familia es delicada. El padre y hermano de Billy se suman a la huelga. Para colmo de males, Billy es huérfano de madre, debe cuidar a su enferma abuela y esconder, ante los ojos de los demás, su pasión por el ballet.

Billy Eliot, película dirigida por Stephen Daldry en el año 2000 tiene sus defensores y detractores. No entraré en esta polémica. Traigo a colación esta película para analizar, en lo posible, una escena que contiene una reflexión importante en este tema, recurrente, de la educación de los hijos.

Billy ensaya ballet, a escondidas de su padre y hermano, con su profesora, la señora Wilkinson. En uno de los descansos, en uno de los duros días de trabajo, ambos se toman un pequeño descanso. Sale a relucir una carta que la madre de Billy escribió a su hijo para que éste la leyera a los 18 años. Sin embargo, ya la ha leído muchas veces y se la sabe de memoria.  Billy accede a que su profesora la lea en voz alta.

Querido Billy,

Ahora te pareceré un recuerdo lejano, lo cual creo que es buena señal. Habrá pasado mucho tiempo, y yo no te habré visto crecer, ni llorar ni reír, ni gritar… Y no habré podido regañarte. Pero por favor, debes saber que he estado a tu lado, contigo, en todo momento; y que siempre lo estaré. Estoy orgullosa de haberte conocido, orgullosa de que hayas sido mío. No dejes de ser tu mismo. Siempre te querré.

Mamá


Hasta aquí la escena podría ser catalogada como una escena más que trata este tipo de situaciones. Sin embargo, el broche viene justo después cuando una impresionada –por la lectura- señora Wilkinson sólo acierta a decir: Tu madre debió de ser una mujer muy especial. La respuesta de Billy es demoledora: No. Sólo era mi madre.

Como su padre es sólo su padre. Aquel que no comprende los gustos de su hijo pero que será capaz de sacrificarse por él para que pueda estudiar danza. Soportará ser llamado esquirol con tal de poder llevar dinero a casa para que su hijo cumpla su sueño.

La asignatura de Educación para la ciudadanía –hoy se ha anunciado su derogación próxima- ha generado infinitud de polémicas. El motivo es claro. La educación corresponde a los padres y no al Estado.

Un Estado no escribe cartas a los ciudadanos como la que hemos leído en párrafos anteriores. Eso sólo lo hace madre. Un Estado no pierde su reputación para con sus ciudadanos. Eso sólo lo hace un padre.

Las leyes deben dejar a los padres cumplir con su papel.

sábado, 21 de enero de 2012

Educar a través del cine: Adolescencia y Amor

Melvin Udall, afamado escritor, posee una personalidad anancástica; un trastorno obsesivo compulsivo que lo hace intratable para todos aquellos que le rodean. Su enfermedad, por otra parte, le obliga a seguir pautas y rutinas diarias de las que es esclavo. Una de ellas, comer todos los días y a la misma hora en el mismo restaurante. Las camareras evitan atenderle; todas menos Carol, una chica humilde pero que sabe querer a la gente y soportar sus rarezas.

Melvin -aunque no lo sabe porque no es capaz de analizar sus sentimientos- se ha enamorado de Carol. La trama de la película se enreda, como buena comedia, hasta llegar a un desenlace en la que Melvin dedica a Carol un piropo que cambiará la visión que ésta tiene del escritor.

Melvin no hace caso a su psiquiatra. Éste le ha insistido, por activa y por pasiva, que tomar la medicación hará que mejore su situación. Siendo consciente de que nunca podrá estar junto a Caroll, si no cambia, decide tomar las pastillas.

Melvin y Caroll cenan juntos. Él va trajeado -así lo exige el restaurante- y ella viste de manera sencilla. A Melvin se le va la fuerza por la boca y ofende gravamente a Caroll por llevar la indumentaria que lleva. Caroll -lógicamente dolida- le exige un cumplido si no quiere que abandone la mesa. Melvin lo hará. Ver la escena.



Tú haces que quieras ser persona. Éste es el gran cumplido que Melvin dedica a Caroll.

A los adolescentes -a muchos jóvenes- les cuesta diferenciar amor de otro tipo de sentimientos. En ocasiones, se ven abocados a relaciones personales que no producen beneficios a ninguna de las partes. Enseñarles que el amor verdadero se distingue -entre otras cosas- porque uno siente deseos de ser mejor persona les ayudará a afianzar valores sólidos para su vida.

Edad apropiada para esta explicación: a partir de los 13-14 años. Antes es pronto; después, demasiado tarde.

Escena tomada de la película Mejor Imposible, de James L. Brooks, 1997, protagonizada por Jack Nicholson y Helen Hunt.

viernes, 6 de enero de 2012

El pacto educativo o aprender de una película

El milagro de Ana Sullivan me ha parecido siempre una buena película que se presta a todo tipo de reflexiones. Una de ellas, sin duda, es la educativa. Ana Sullivan debe educar y enseñar a Hellen Keller, una niña ciega, sorda y muda que a la edad de siete años vive una vida que raya el estado salvaje.

Siendo una película del año 1962 –basada en un hecho real- y bien conocida por todos no destrozaría la trama al apuntar que el difícil reto de la profesora es superado con éxito. Y es en este punto donde querría hacer mi intento de reflexión.

¿Por qué triunfa una profesora que lo tiene todo en contra? La sociedad de la época no apoyaba a niños con necesidades especiales; los padres no saben que hacer con su hija; Hellen, no es un fracaso escolar; eso tendría solución. Hellen no sabe siquiera que es un ser humano.

La respuesta no es fácil pero creo que hay una serie de criterios educativos que Ana Sullivan maneja a la perfección. Su preparación científica ya se le supone y en esto no está la razón de su éxito.

Ana Sullivan se sabe profesora y, por lo tanto, comprende que debe dialogar con los padres e incluso con la pequeña. Pero hay asuntos que no son negociables. Si todo se negocia y todo es producto del consenso no hay educación posible. Ana Sullivan sabe que educar es sinónimo de fijar unos límites que no pueden ser sobrepasados. El ejercicio de la autoridad es indispensable en todo proceso educativo.  Además, un niño sabe que es querido cuando no se le permite todo.

En España, la parte más débil del sistema educativo son los profesores. Carentes de autoridad y culpables de todo deben, al mismo tiempo, solucionar lo que otros rompen. Ana Sullivan creo que pediría cuentas a quienes socavan la necesaria autoridad del profesor. Y sin miedos. El autoritarismo, afortunadamente, es rechazado por todos.



Para educar a un niño hace falta toda la tribu. Totalmente cierto. Pero al frente de esa tribu, deben estar los profesores. Todos pagamos, por ejemplo, la sanidad pero en un quirófano –afortunadamente- nos opera un buen cirujano. Recuperar el prestigio de la profesión docente es vital en estos momentos. En el aula, que “opere” el profesor y le dejen “operar”. Aclararé, en este punto, que los primeros educadores de los hijos son los padres. No se malentienda lo que expreso.

Ana Sullivan no siente compasión por Hellen. La compasión –sentimiento noble- en educación es nefasta porque surge cuando uno sabe que no hace lo que, en justicia, le debe a un niño. El resultado de la compasión es hacer por los niños lo que ellos podrían hacer por sí mismo.

Hellen es ciega, sorda y muda pero esto no es impedimento para que pueda hacer cosas por sí misma y sin ayuda de nadie. Y Ana Sullivan, nuevamente con paciencia, la lleva por ese plano inclinado que otorgará a Hellen el señorío sobre su vida.

Nos estamos acostumbrando a hacer todo por los hijos y por los alumnos. El resultado, en generaciones que están teniendo más medios económicos que ninguna otra, son niños débiles de voluntad y que se rompen ante cualquier contratiempo. La incesante llamada a la pedagogía del esfuerzo fracasará si no se tiene en cuenta esta realidad. No hagamos por los alumnos, por los hijos, lo que ellos puedan hacer por sí mismos. Aquí, los padres se la juegan especialmente. Los políticos, al legislar, no deberían entrometerse en el terreno exclusivo reservado a los padres y, aprender, que lo difícil atrae. Lo fácil, tarde o temprano, desmotiva.

Tercera y última reflexión. Ana Sullivan, al igual que sabe que Hellen puede hacer cosas por sí misma, es consciente que otras no podrá realizarlas debido a sus circunstancias. La educación necesita partir de la realidad y saber hacerla tangible a los niños; sin hacerles daños pero no engañándolos.

En España, con un alto porcentaje de fracaso escolar, se extiende, además, la percepción de que si no eres universitario eres un nuevo fracaso escolar. Tan penetrado estamos de esta visión que llevamos años bajando el nivel educativo para que todos alcancen los mismos niveles de titulación. Nunca tanta igualdad hizo tanto daño a la educación.

La igualdad debe centrase en proporcionar las mismas posibilidades a todos. La igualdad debe centrarse en proporcionar medios económicos a todo el que lo necesite. Pero la igualdad no debe olvidar la diferencia. Cada uno llega a donde llega y eso no es malo ni frustra a ningún niño. Frustra mentirle y hacerle llegar, con argucias, a lo que no le hará, en definitiva, feliz. La vida pone tarde temprano a cada uno en su sitio.

Ana Sullivan no comprendería cierto tipo de legislaciones que ofrecen café para todos. Hellen merece gobernantes sensatos.