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viernes, 6 de enero de 2012

El pacto educativo o aprender de una película

El milagro de Ana Sullivan me ha parecido siempre una buena película que se presta a todo tipo de reflexiones. Una de ellas, sin duda, es la educativa. Ana Sullivan debe educar y enseñar a Hellen Keller, una niña ciega, sorda y muda que a la edad de siete años vive una vida que raya el estado salvaje.

Siendo una película del año 1962 –basada en un hecho real- y bien conocida por todos no destrozaría la trama al apuntar que el difícil reto de la profesora es superado con éxito. Y es en este punto donde querría hacer mi intento de reflexión.

¿Por qué triunfa una profesora que lo tiene todo en contra? La sociedad de la época no apoyaba a niños con necesidades especiales; los padres no saben que hacer con su hija; Hellen, no es un fracaso escolar; eso tendría solución. Hellen no sabe siquiera que es un ser humano.

La respuesta no es fácil pero creo que hay una serie de criterios educativos que Ana Sullivan maneja a la perfección. Su preparación científica ya se le supone y en esto no está la razón de su éxito.

Ana Sullivan se sabe profesora y, por lo tanto, comprende que debe dialogar con los padres e incluso con la pequeña. Pero hay asuntos que no son negociables. Si todo se negocia y todo es producto del consenso no hay educación posible. Ana Sullivan sabe que educar es sinónimo de fijar unos límites que no pueden ser sobrepasados. El ejercicio de la autoridad es indispensable en todo proceso educativo.  Además, un niño sabe que es querido cuando no se le permite todo.

En España, la parte más débil del sistema educativo son los profesores. Carentes de autoridad y culpables de todo deben, al mismo tiempo, solucionar lo que otros rompen. Ana Sullivan creo que pediría cuentas a quienes socavan la necesaria autoridad del profesor. Y sin miedos. El autoritarismo, afortunadamente, es rechazado por todos.



Para educar a un niño hace falta toda la tribu. Totalmente cierto. Pero al frente de esa tribu, deben estar los profesores. Todos pagamos, por ejemplo, la sanidad pero en un quirófano –afortunadamente- nos opera un buen cirujano. Recuperar el prestigio de la profesión docente es vital en estos momentos. En el aula, que “opere” el profesor y le dejen “operar”. Aclararé, en este punto, que los primeros educadores de los hijos son los padres. No se malentienda lo que expreso.

Ana Sullivan no siente compasión por Hellen. La compasión –sentimiento noble- en educación es nefasta porque surge cuando uno sabe que no hace lo que, en justicia, le debe a un niño. El resultado de la compasión es hacer por los niños lo que ellos podrían hacer por sí mismo.

Hellen es ciega, sorda y muda pero esto no es impedimento para que pueda hacer cosas por sí misma y sin ayuda de nadie. Y Ana Sullivan, nuevamente con paciencia, la lleva por ese plano inclinado que otorgará a Hellen el señorío sobre su vida.

Nos estamos acostumbrando a hacer todo por los hijos y por los alumnos. El resultado, en generaciones que están teniendo más medios económicos que ninguna otra, son niños débiles de voluntad y que se rompen ante cualquier contratiempo. La incesante llamada a la pedagogía del esfuerzo fracasará si no se tiene en cuenta esta realidad. No hagamos por los alumnos, por los hijos, lo que ellos puedan hacer por sí mismos. Aquí, los padres se la juegan especialmente. Los políticos, al legislar, no deberían entrometerse en el terreno exclusivo reservado a los padres y, aprender, que lo difícil atrae. Lo fácil, tarde o temprano, desmotiva.

Tercera y última reflexión. Ana Sullivan, al igual que sabe que Hellen puede hacer cosas por sí misma, es consciente que otras no podrá realizarlas debido a sus circunstancias. La educación necesita partir de la realidad y saber hacerla tangible a los niños; sin hacerles daños pero no engañándolos.

En España, con un alto porcentaje de fracaso escolar, se extiende, además, la percepción de que si no eres universitario eres un nuevo fracaso escolar. Tan penetrado estamos de esta visión que llevamos años bajando el nivel educativo para que todos alcancen los mismos niveles de titulación. Nunca tanta igualdad hizo tanto daño a la educación.

La igualdad debe centrase en proporcionar las mismas posibilidades a todos. La igualdad debe centrarse en proporcionar medios económicos a todo el que lo necesite. Pero la igualdad no debe olvidar la diferencia. Cada uno llega a donde llega y eso no es malo ni frustra a ningún niño. Frustra mentirle y hacerle llegar, con argucias, a lo que no le hará, en definitiva, feliz. La vida pone tarde temprano a cada uno en su sitio.

Ana Sullivan no comprendería cierto tipo de legislaciones que ofrecen café para todos. Hellen merece gobernantes sensatos.

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