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sábado, 31 de marzo de 2012

El ajedrez y el desarrollo intelectual de los niños (I)

En busca de Bobby Fischer me parece una buena película para los niños de 12 y 13 años. Creo que antes no se entendería. Después, puede que aburra. Y, en todos los casos, es una buena propuesta cinematográfica para todos los padres que quieran acercarse al ajedrez como medio de formación cognitiva de sus hijos.

En busca de Bobby Fischer, estrenada en 1993 tiene como hilo conductor la vida del jugador de ajedrez norteamericano, y niño prodigio en su momento, Joshua Waitzkin. El elenco de actores es portentoso. Max Pomeranc (El pequeño Joshua de siete años) Joe Mantegna (Su padre) Joan Allen (Su madre) Ben Kingsley (Su profesor de ajedrez) Laurence Fishburne (Su amigo del parque) La película fue escrita y dirigida por Steven Zaillian.

La historia se superpone con la narración de la legendaria vida de Bobby Fischer, campeón del mundo de ajedrez en 1972. Conocer algunos detalles de este genio norteamericano ayudará a la comprensión de la propuesta cinematográfica de Steven Zaillian.


Bobby Fischer no puede ser considerado un niño prodigio del ajedrez pues hasta los trece años no despuntó en este mundo del llamado juego-ciencia. Sin embargo, ha sido considerado, por propios y extraños, el mayor genio que haya dado el ajedrez en su historia.

Aprendió a jugar al ajedrez sólo. Le bastó seguir un sencillo manual de instrucciones para conseguirlo. En 1956, con apenas trece años, deja los estudios y se consagra al ajedrez. Su coeficiente intelectual es similar al de Albert Einstein. Su carrera ajedrecística será fulgurante. Desde 1962 hasta 1972, ganó la práctica totalidad de los campeonatos en los que participó. Su ascenso meteórico coincide con su fama de persona extraña y compleja.

Hasta ese año, 1972, la hegemonía rusa en el tablero era incontestable. Para la exinta Unión Soviética, el ajedrez constituía un ejemplo claro de la supremacía marxista en el terreno intelectual. Bobby Fischer se enfrentará en Reikiavik al campeón ruso Boris Spassky. La guerra fría se trasladará, durante este singular evento, a las sesenta y cuatro casillas de un tablero de ajedrez.

Bobby Fischer vapuleó a su rival tras 21 partidas ganando siete de ellas, perdiendo tres y cediendo once tablas. Resultado espectacular para todos los que conocemos las dificultades de este deporte y teniendo en cuenta, además, que Spassky contaba con el asesoramiento de un grupo de expertos. Fischer iba solo.

Por desgracia, el apogeo de Fischer coincide con su decadencia. Tras ganar a Spassky y convertirse en un ídolo de masas en su país, Bobby realizó la jugada más extraña de toda su vida: desapareció. En 1975, no se presentó para revalidar su título mundial. Reapareció en 1992 para enfrentarse nuevamente con Spassky al que ganó de nuevo y recibiendo la suculenta cifra de 4 millones de dólares.

El encuentro –mediático hasta el extremo- se disputó en Yugoslavia. Fischer violó la prohibición de la ONU (época del conflicto yugoslavo) y se arriesgó a una pena de diez años de cárcel en su país. Jamás volvería a Estados Unidos. Volvió a desaparecer, sin más. Se vuelven a tener noticias suyas el 18 de enero de 2008 cuando fallece en Reikiavik, en circunstancias extrañas, a los 68 años.

La película que comentamos refiere estos aspectos señalados. Aficionados y no aficionados del ajedrez se preguntaron durante décadas dónde estaría Bobby Fischer. Un ídolo amado que era necesario encontrar. Al mismo tiempo, se hace un continuo y curioso paralelismo entre nuestro niño protagonista - Joshua Waitzkin- y Bobby Fischer. Dos genios con valores personales bien distintos. Continuaremos con la historia.

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