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miércoles, 25 de julio de 2012

Dar clase con la boca cerrada


La experiencia familiar –y docente, por otra parte- muestra y demuestra que narrar no es un método adecuado para estimular la comprensión de los hijos o de los alumnos. Como bien indica Don Finkel en su obra Dar clase con la boca cerrada, por mucho que digamos a un niño que debe dejar la ropa sucia en el cesto, nunca aprenderá que esa acción debe realizarse. Por eso, son innumerables las veces que le insistimos en lo mismo. Resultado final: ropa en cualquier sitio tirada y la paciencia de los padres derrumbada.

Decirle que eche la ropa en el cesto  no significa que le hayamos proporcionado las condiciones para que pueda hacerlo. Narrar es sencillamente ineficaz para enseñar las cosas que nos parecen más importantes.

Esta realidad es analizada de manera brillante por Don Finkel en este libro que ofrece alternativas valiosas de cara a repensar y cambiar un modelo de enseñanza –la clase magistral- que hace aguas por todos los sitios. Los estudiantes no atienden gran parte de la exposición de un profesor en una clase. ¿Por qué? Porque no pueden. Una concentración superior a veinte minutos les supera. 

Lo mismo pasa con la educación de los hijos. Decirles lo que tienen que hacer no es suficiente. ¿Qué hacer entonces? La lectura de este Dar clase con la boca cerrada es muy recomendable para poder responder a tan importante interrogante. No obstante, intentaré ofrecer un pequeño esbozo de alguna de las recomendaciones señaladas por Finkel.

La cuestión clave es provocar experiencias de aprendizaje en los niños. Esta experiencia implica que el niño sea elemento activo en el proceso. Si el niño se limita a escuchar, se aburrirá y no habrá aprendizaje posible. La escucha siempre es pasiva. Si te pones con tu hijo a encestar la ropa en el cesto y le das puntos por cada enceste conseguirás una experiencia de aprendizaje y más éxito educativo que cien charlas de cómo hacerlo.


El ejemplo es forzado pero útil. No se trata de que desaparezca el profesor, menudo error. Se trata de cambiar de arriba abajo el modelo de enseñanza. No me resisto aquí a apuntar lo siguiente. El uso de las Nuevas Tecnologías en el aula está resultando un fracaso por que la clase magistral está siendo sustituida por la clase digital y el aburrimiento, a la larga, es el mismo.

Volvamos a Finkel. En el capítulo tres, Dejar que hablen los estudiantes, se propone un sistema de aprendizaje basado en la comprensión que los alumnos deben realizar de una lectura mediante la discusión de la misma entre ellos. ¿El éxito de este método? Que los alumnos hacen su aprendizaje. El profesor es un farol que alumbra los caminos.  

Una pequeña crítica a los presupuestos de Finkel. Demasiado escorado hacia las tesis de Rousseau sobre el aprendizaje. El proceso educativo debe estar rodeado de otros paradigmas valorativos que aquieten la desazón propia de la adolescencia.

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