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sábado, 7 de julio de 2012

Una historia del Bronx o el padre que sabe esperar


No hace falta valor para apretar un gatillo, pero si para madrugar cada día y vivir de tu trabajo.

Robert De Niro se estrena como director con esta historia del Bronx en el año 1993 usando como molde el guión de su amigo –y coprotagonista de la película- Chazz Palminteri.

Calogero, un pequeño de nueve años, vive en el Bronx, es decir, la mayor parte del tiempo lo pasa en la calle observando como los mafiosos resuelven sus cuentas y amplían sus negocios. Estamos en los años sesenta.

SonnyChazz Palminteri- es el capo de la zona. Calogero lo observa continuamente. Aprende sus ademanes, su manera de andar, su peculiar manera de señalar con el dedo. Calogero es un niño. Sonny es el que manda y al que todos respetan. Es normal que el pequeño sienta atracción hacia esa figura.

Ocurre lo inevitable. Sonny mata a alguien –al final se sabrá por qué- en plena calle. Calogero lo presencia. Sonny huye de la escena. La policía descubre que el niño lo ha visto todo. Le obligan a asistir a una rueda de reconocimiento para que señale a Sonny como culpable.

Calogero, que es un niño pero no tiene un pelo de tonto, dice a la policía que ninguno de los que está allí ha cometido el asesinato. La ley del silencio es algo que se aprende sin necesidad de que nadie te lo explique. El chivato siempre malogra su vida en este tipo de ambientes.

Tras estos hechos, giran las tornas. Sonny siente interés por apadrinar a ese niño que ha sabido cubrirle las espaldas. Aquí empieza la trama de la película. Calogero crecerá entre dos presencias adultas constantes. El mafioso –es mafioso pero quiere bien al niño- y su padre, un honrado conductor de autobús que ve con enorme preocupación las extrañas relaciones de su hijo con los mafiosos.

Aquí empieza la trama y el tema esencial de Una historia del Bronx: el papel de un padre en la educación de su hijo. La situación límite –un hijo captado por un gangster- ofrece pistas más que sugerentes para el quehacer diario de padres y educadores. Sólo dos apuntes para no alargar el post.


Cuando seas mayor lo entenderás
 
 
Frase que el padre repite machaconamente a su hijo. Es cierto que a los hijos hay que explicarles las cosas pero eso no implica que sólo deban hacerlas si las comprenden. Cuanto daño está haciendo en la educación el pretendido diálogo con los hijos –si son pequeños- y el consenso para conseguir actitudes positivas en su comportamiento.

A los hijos hay que decirles lo que tiene que hacer y si no lo entienden, ya lo entenderán. No pasa nada y nadie se coge una depresión por eso. Si no decimos a los hijos lo que tiene que hacer, otros lo harán por nosotros y, entonces, vendrán los lamentos.

Hasta los doce años, un niño acepta que se le diga lo que tiene que hacer. A partir de esa edad, lo interesante es que quiera contarte lo que hace.

Di a tu hijo lo que tiene que hacer. Una familia no es un convenio colectivo que haya que pactar, dialogar y consensuar.

Mi padre no es como los demás
 
 
La escena final de la película es definitiva. No la contaré por si alguien tiene curiosidad por visionarla por primera vez. Sólo apunto la frase del un ya crecido Calogero. Mi padre no es como los demás.

El padre de Calogero –Lorenzo- lo tiene claro. Es padre y no colega o amigo de su hijo. Ejerce como padre y sabe que tiene a su favor un tesoro que un padre nunca debería olvidar (Esto se nos olvida porque vivimos en la prisa continua y queremos resultados inmediatos y problemas mínimos) El tiempo siempre juega a favor de un padre que ejerce como tal. Un hijo, tarde mucho o poco, regresa siempre a sus orígenes, a su casa, a sus apellidos.

¿Cómo se consigue esto? La clave: saber esperar y saber estar. Es lo que hace Lorenzo. No atosiga a su hijo ya crecido. Sólo sabe estar disponible porque, inevitablemente, su hijo acudirá a él tarde o temprano si, y sólo sí, si se ha sabido estar disponible todos los días en cualquier cuestión cotidiana que ocurra (Un ejemplo para no perdernos: Lorenzo enseña a su hijo afeitarse)

 Lorenzo no evita que su hijo se estrelle. Cuanto daño hacen los padres omnipresentes y omniprotectores- Sabe estar cerca para recoger los trozos rotos junto con su hijo.

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