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jueves, 5 de julio de 2012

Una mente maravillosa: El cine como lenguaje


En pocas películas, una cámara se ha hecho la misma cosa que un actor o un actor se ha hecho la misma cosa que una cámara. Aunque pueda ser opinable, éste creo que es el gran mérito técnico de Una mente maravillosa, película norteamericana dirigida por Ron Howard en el 2001.

La interpretación magistral de Russell Crowe (John Nash), nos adentra, sin solución de continuidad, en el mundo de incomprensión de la enfermedad mental. Cada gesto, cada movimiento corporal, cada mirada perdida y extraviada, nos lleva de la mano hacia los misterios de la esquizofrenia, enfermedad que genera el deterioro personal de este genio matemático y la zozobra emocional del espectador.

Esta zozobra es el segundo mérito cinematográfico de Ron Howard. El espectador se sumerge en la película sin saber muy bien de qué va esta historia. Siente inquietud ante las extravagancias del protagonista y sospecha que algo no funciona en esa cabeza privilegiada.

O que, quizás, el director nos está contando una historia superpuesta que aún no ha sido descubierta. La excelente banda sonora de James Horner que envuelve la trama y sugestiona al espectador hace el resto.

En cuanto la temática de la película tengo mis dudas sobre lo que realmente quiso contarnos Ron Howard sobre esta historia –no del todo real en la película- del premio Nobel de Matemáticas. Adentrarnos en el mundo de la enfermedad mental o mostrarnos que sólo en las ecuaciones del amor está la lógica de cualquier vida humana.

Ciertamente, el final de la película apuesta por esta segunda opción; sin duda, además, porque un final como el propuesto garantiza un éxito absoluto de taquilla. Apuesto por la síntesis de ambas posibilidades.

Una mente maravillosa nos desvela los misterios de la enfermedad mental; nos la hace patente para que, desde el miedo, seamos capaces de perder el miedo hacia esas personas. Gran mérito que dignifica al cine.

Por otra parte, sólo desde la entrega incondicional de alguien –eso es el amor- podrán encontrar estas personas –todos, en definitiva, aunque no estemos enfermos- la solución para sus vidas. La ciencia quizás cure pero no salva. Esto nos muestra la última escena dela película

Escena final de Una mente maravillosa


Qué es la lógica, quién decide la razón. He buscado a traves de lo físico, de lo metafisico, de lo delirante y vuelta a empezar y he hecho el descubrimento más importante de mi carrera, el más importante de mi vida. Sólo en las misteriosas ecuaciones del amor puede encontrarse alguna lógica.

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