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miércoles, 31 de octubre de 2012

El sueño de la razón produce monstruos


El 15 % de la población mundial se acuesta con hambre y el 20 % se levanta con sobrepeso

El almuerzo con una buena conversación siempre dignifica el hecho de comer sin que esto suponga afirmar que el hecho de comer, por sí mismo, tenga que ser malo de manera necesaria.
 
En ocasiones, como ha ocurrido hoy, la comida se convierte en uno de esos momentos; momentos nobles en los que aprendes y escuchas con atención comentarios y datos como el referido al inicio de este post.
 
Es mayor el número de personas con sobrepeso que los que pasan hambre. Los dos datos por separado son, de por sí, aterradores. Unidos, hacen tangible el famoso Capricho número 43 de Goya; aquel que nos dice que el sueño de la razón produce monstruos.
 
 
 
925 millones de personas sufren hambre crónica en el mundo, según datos de la FAO. 1500 millones personas sufren sobrepeso, según datos del Informe Nacional de Desastres elaborado, anualmente, por la Cruz Roja.
 
Son datos que me producen perplejidad. Mucho más cuando uno experimenta que no sabe qué podría hacer para paliarlos de alguna manera. Por eso, quisiera, al menos, dirigir la reflexión de este Post hacia lo que me parece crucial en este tipo de situaciones extremas.
 
Esta sociedad llamada de manera pomposa postmoderna o líquida –o cualquier otro término ridículamente pomposo que se le quiera designar- es más bien una sociedad que ha olvidado el necesario término medio que hace posible que una sociedad se reconozca así misma para poder calificarse de digna.
 
Aristóteles afirmaba que tan peligrosa es ante un desastre –por ejemplo, un incendio- la actitud de un temeroso que huye del peligro y no hace nada para socorrer a las posibles víctimas como la del temerario, es decir, la persona que se lanza sin pensarlo a socorrer a las víctimas. Ninguna de las dos posturas arreglará nada.
 
Esto no supone que no haya que ser radical para erradicar los males señalados. Significa más bien lo contrario. Porque en la pobreza de unos está el despilfarro de otros al igual que entre el temerario y el temeroso está el prudente.
 
Aristóteles llamaba al hombre virtuoso, hombre justo. Cultivarla justicia a pequeña escala y a gran escala es la única solución posible para estas situaciones lamentables. Cuando la justicia desaparece, la razón produce monstruos perdurables.


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