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jueves, 26 de diciembre de 2013

La soga y la filosofía de Nietzsche

Dos amigos, Brandon y Philip, estrangulan a su amigo David con el único objetivo de demostrar que son capaces de cometer el crimen perfecto. Este crimen no sólo es perfecto porque nadie vaya a descubrirlo sino porque sólo ellos, dada su superioridad sobre los demás seres humanos, son los elegidos para poder realizar semejante acción.
 
Para confirmar su teoría, invitarán a cenar, a su apartamento, a los padres de David, a su novia, a un antiguo novio de ésta y a Rupert, antiguo profesor, que ha ejercido una notable influencia sobre los jóvenes, especialmente, en sus teorías sobre la condición humana y la miseria de muchos a la hora de enfocar sus vidas.
 
El arcón, en el que han escondido el cadáver de David, servirá de mesa para los comensales. Todo está dispuesto así para dar paso a un enfrentamiento dialéctico entre Brandon, verdadero artífice del asesinato y Rupert.
 
 
Título original: Rope.
Año: 1948.
Duración: 80 minutos.
País: Estados Unidos.
Director: Alfred Hitchcock.
Guión: Arthur Laurents. Hume Cronyn.
Música: Leo F. Forbstein.
Fotografía: Joseph Valentine. William V. Skall.
Reparto: James Stewart, John Dall, Farley Granger, Cedric Hardwicke, Joan Chandler, Douglas Dick, Constance Collier, Dick Hogan.
Producción: Warner Bros. Pictures. Transatlantic Pictures.
Género: Suspense. Basado en hechos reales.

La soga, de A, Hitchcock, lleva a los límites la concepción nietzscheana del superhombre reflejando, al mismo tiempo, una radical muestra de la transmutación de todos los valores y la moral de esclavos.
 
 
 
Brandon, representa al superhombre, el fiero león que no teme a la muerte ni al dolor y reina entre todos los animales porque su fuerza le lleva a afirmar su poder sin necesidad de plantearse cuál es su deber.
 
La transmutación de todos los valores queda reflejada con el asesinato, cruda metáfora de la superación de cualquier orden moral establecido.
 
La moral de esclavos, en la actitud de los diferentes comensales, especialmente en el caso del padre de David, que se escandalizan ante el cariz que toma la conversación entre Brandon y Rupert. Teorizar, de esa manera, sobre la posibilidad de un crimen perfecto y que se deba eliminar a los seres inferiores no es admisible ni digerible.
 
Mención especial merece Rupert, el profesor. Es un teórico que lleva sus ideas a los límites, a los límites del juego meramente intelectual. Sin embargo, sería incapaz de llevar sus ideas a la práctica. Demasiado tarde, comprueba, que sus palabras pueden ser tomadas en serio por jóvenes inestables o ansiosos por contentar a su maestro. Paradójico es que descubra su error al comprobar que sus ideas se han llevado a la práctica. Rupert es la encarnación del fracaso de las ideologías totalizadoras.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

La soga, Alfred Hichtcock.

Antes de desarrollar las implicaciones filosóficas de esta propuesta cinematográfica de Alfred Hichtcock –La soga ofrece interesantes paralelismos con el pensamiento de F. Nietzsche- puede resultar divulgativo exponer algunos aspectos técnicos y cinematográficos que hacen que esta película se haya convertido en una de las más emblemáticas del director inglés.
 
La soga, estrenada en 1948, es una adaptación de la obra teatral Rope, escrita por Patrick Hamilton en 1929. Ésta, a su vez, se basa en hechos reales acontecidos en años anteriores en la Universidad de Chicago y que tuvieron una enorme influencia mediática en la época.
 
Es la primera película dirigida por A. Hichtcock en color. A esta dificultad técnica, debe añadírsele la osadía de grabar la película en un solo plano secuencia, ocurrencia magistral que sólo se vio dificultada por las limitaciones de capacidad de los antiguos rollos de las películas. La película, al completo, sólo consta de nueve tomas.
 
Por tal motivo, cada diez minutos, aproximadamente, se hacía necesario que la cámara enfocara una zona oscura (normalmente, la chaqueta de algunos de los personajes) para poder proceder, así, al cambio de rollo. Hichtcock consigue lo pretendido: nos presenta la historia en tiempo real, desde las 19.30 hasta las 21.15 horas. Gran maestría técnica del maestro del suspense.
 
Los ventanales (espléndida maqueta) que cierran el escenario en el que transcurre la trama –una habitación de un apartamento- acompañan esa temporalidad de la historia con sus cambios de luces.
 
 
Pocas historias cinematográficas poseen el inicio desgarrador de La soga. Un primer plano de un estrangulamiento. Sin embargo, lo importante a reseñar es la estrategia de suspense que crea, desde el inicio, Hichtcock. El espectador sabe lo mismo que los protagonistas y, en algunas escenas, más que los propios protagonistas. La angustia, así, está servida.
 
Los diálogos (son tan buenos que no hace necesaria el acompañamiento musical), más allá de otorgar a la película una firme base filosófica, constituyen el auténtico pilar de la trama ya que es el recurso de la palabra el que resolverá las dudas y temores de los protagonistas y de los espectadores. Aunque no lo considero esencial, sin duda A. Hichtcock utiliza, también, esta herramienta para mostrar, sin dar lugar a confusión alguna, la homosexualidad de los dos jóvenes protagonistas.
 
Magnífica actuación de los actores, especialmente de James Stewart. La pericia técnica de grabar de continuo, exigía a los actores la perfección en el rodaje durante esos mencionados diez minutos de grabación sin cortes, montando y desmontando decorados sobre la marcha y, todo ello, exigiendo una planificación meticulosa de los movimientos de la cámara.
 
La soga, pesimista en su mensaje y desoladora en sus diálogos, no deja de ser una muestra de maestría técnica y narrativa.

El silencio de los corderos y la navaja de Ockham

La propuesta filosófica de Guillermo de Ockham (1296-1349) supuso una nueva forma de hacer filosofía conocida con el nombre de vía modernorum, en oposición a la vía antigua representada, principalmente, por la obra de Santo Tomás de Aquino.
 
El desarrollo temático de esta nueva vía, constituye el llamado principio de economía que, en una de sus concreciones, da lugar a la conocida navaja de Ockham:
 
La explicación más simple es siempre la verdadera. En una explicación, sobre cualquier realidad, no deben utilizarse más pasos que los estrictamente necesarios. La navaja de Ockham desgaja todo aquello que resulte innecesario en cualquier explicación.
 
En El Silencio de los corderos, Hannibal Lecter sigue esta máxima a la hora de aconsejar a la agente del FBI, Clarice Starling, en su investigación sobre el peligroso asesino conocido con el nombre de Buffalo Bill.
 
La escena propuesta es ejemplarizante en este aspecto. El diálogo, no tiene desperdicio:

-Primeros principios, Clarice. Simplicidad. Lea a Marco Aurelio. De cada cosa pregúntese qué es en sí misma, cuál es su naturaleza. ¿Qué es lo que hace el hombre al que están buscando?
-Mata a mujeres.
-No. Eso es circunstancial.

https://www.youtube.com/watch?v=6zr1JsvcCIo

Es circunstancial que Buffalo Bill mate a mujeres. Clarice es incapaz de comprender semejante atrocidad de afirmación. Lecter la instruye y, por eso, le recomienda leer a Marco Aurelio. De cada cosa, debemos preguntarnos que es en sí misma, cuál es su naturaleza; o, dicho, de otra manera: que necesidad cubre Buffalo Bill matando a mujeres.
 
Codiciamos lo que vemos cada día. Esta será una nueva pista que Lecter otorgará a Clarice. Buffalo Bill mata por codicia. Como no se puede codiciar aquello que no vemos a diario, Clarice comprenderá que Buffalo Bill conocía a su primera víctima. Así, la trama queda despejada y el argumento cerrado.
 
Hubiera sido mucho más acertado que Lecter hubiera recomendado a Clarice seguir las enseñanzas de Guillermo de Ockham.

Matrix o el genio maligno de Descartes

Así, pues, supondré que hay, no un verdadero Dios, fuente suprema de verdad, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual haya usado toda su industria en engañarme.
 
De esta manera, formula Descartes la tesis del genio maligno, hipótesis que nos hace dudar hasta del rigor de las matemáticas y, que como consecuencia de eso, nos sumerge en una situación en la que no podemos tener certeza de nada, salvo la de nuestra propia existencia como pensamiento.
 
Pienso, luego existo: se puede dudar de la existencia de Dios, del cielo, de los cuerpos, de nuestro propio cuerpo; pero no se puede dudar de que todas esas cosas las estemos pensando. El cogito cartesiano se presenta, así, como la primera verdad clara y distinta, indubitable, que fundamentará todo conocimiento y cualquier otra nueva certeza.
 
La situación de Neo, en Matrix, es similar a la que se obtiene después de someter todo a duda al modo cartesiano. Neo duda hasta de su propia existencia. Sin embargo, y como ocurre tras la hipótesis del genio maligno, al menos podrá afirmar que existe como algo que piensa todas esas cosas.
 
Matrix, al igual que el genio maligno, deja a Neo como pensamiento que piensa. Descartes propondrá una salida filosófica a esa soledad del cogito. Los hermanos Wachowsky, una solución cinematográfica a la soledad de Neo.
 
 

domingo, 15 de diciembre de 2013

Nelson Mandela Líderes frente a visionarios

Todos los intentos ficticios, llevados a cabo por la fuerza, de separar o confinar al ser humano terminan por fracasar. Los muros artificiales, terminan cayendo; las segregaciones raciales, terminan cayendo; los exterminios, terminan cayendo. Lo terrorífico es el alto precio que se paga mientras eso ocurre.

La solución, así nos lo muestra la historia, siempre ha venido de la mano de un líder, social o político, que ha entendido que la grandeza de un pueblo se mide por la unión de voluntades: las diferencias humanas constituyen la grandeza de un pueblo.

Lo opuesto a un líder es el visionario, personaje peligroso dónde los haya. Estos salvadores, en su ceguera, funcionan en una dirección contraria a lo que enseña la historia. Piensan que la grandeza de un pueblo está en la igualdad absoluta de sus ciudadanos. Como esto es imposible, terminarán por conducir a su pueblo a un precipicio. El visionario hace suya una idea que, en definitiva, no comparte su pueblo.

No es fácil descubrir a un visionario. Se necesita un líder para hacerlo. Líder fue Nelson Mandela.

 
Un pueblo posee distintos colores, tantos como colores tiene la raza humana. Un pueblo posee distintos idiomas, tantos como lenguajes posee la raza humana. Un pueblo posee distintas costumbres, tantas como tradiciones tiene la raza humana. Y, así, hasta el infinito si no se tiene un pavor ridículo (estamos en pleno siglo XXI) a la diferencia.

La identidad de un pueblo es su diferencia. Las fronteras humanas son artificiales. Los que se empeñan en construirlas caerán con ellas. Tarde o temprano.

Un homenaje a Nelson Mandela en un minuto y treinta segundos

sábado, 14 de diciembre de 2013

Sospechosos habituales

Sospechosos habituales sigue siendo, hasta el momento, el mejor trabajo de Bryan Singer. Mérito, no obstante, que no debe atribuírsele. Sospechosos habituales debe gran parte de su éxito al formidable guión de Christopher MacQuarrie y a la magistral interpretación de Kevin Spacey. Muestra de lo apuntado es que esta película consiguiera dos Premios de la Academia en 1996: mejor guión y mejor actor de reparto.
 
Siendo una película sobradamente conocida por todo cinéfilo, prescindiremos de su trama para centrarnos en la idea central sobre la que pivota todo su argumento. Ésta no es otra que la siguiente: El mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existía, sentencia que Kevin Spacey espeta, mientras es interrogado, a Chalz Palminteri.
 
¿Quién es el diablo en Sospechosos habituales? Keyser Söze, poderoso y enigmático jefe criminal. Su crueldad es legendaria. Nadie le ha visto y si alguno lo ha hecho no estará vivo para contarlo. Sobre Keyser Söze, sobre su existencia o no, como ocurre con el diablo, pivotará toda la propuesta argumentativa de la película.
 
 
 
 
El mayor triunfo de Keyser Söze consistirá en que todos pensarán que, en definitiva, no existe porque, una de dos, o es un montaje o tiene la suficiente inteligencia para no ser descubierto jamás. O si se le descubre, se llega irremisiblemente tarde.
 
Es lo que le ocurre al agente que investiga el caso que da continuidad a la trama de la cinta. Y es lo que le ocurre, no nos engañemos, al público que queda perplejo ante al gran truco de magia que Bryan Singer ha sabido hacer delante de sus narices. Sin duda, este es el gran acierto de Sospechosos habituales.
 
El diablo es lo contrario a un mago. Con la magia sabemos que hay truco y, por eso, ningún mago, que se precie, nos mostrará nunca su secreto. El diablo muestra todas sus cartas sabedor de que al hacerlo pensaremos que no hay truco alguno y que, por tanto, al conocer todas sus cartas, pensaremos que no existe.
 
Lograda metáfora argumental, sin duda. Y, al menos, perplejidad ante el resultado final que nos propone Bryan Singer. Porque, en definitiva, Keyser Söze es transparencia absoluta. Tanto, que nadie es capaz de observarla.
 
Nuestra sociedad actual ha encumbrado la transparencia como uno de sus valores absolutos. Me pregunto que valor puede tener esa transparencia cuando el mayor truco consiste en mostrarlo todo para seguir ocultando lo que no interesa que sea visto. La sombra de Keyser Söze sigue siendo alargada.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Puedo prometer y prometo. Adolfo Suárez.

La figura política de Adolfo Suárez siempre me ha cautivado de manera especial. Quizás porque haya sido un político de raza; quizás porque hizo posible lo imposible con una sagacidad incuestionable; quizás por su vocación de servicio a la sociedad con inmensa generosidad personal; quizás por su ejemplar honradez personal.

O, tal vez, todo sea mucho más simple. Los años de la transición fueron, en esencia, tiempos de una ilusión desbordada por hacer bien las cosas. Al frente de esa ilusión, estaba Adolfo Suárez y, eso, no se olvida.

Adolfo Suárez, que acierto, que inmenso acierto. Y, por cierto, de Su Majestad el Rey. Eso, tampoco se olvida. La memoria no es histórica. La memoria debe ser agradecida. Si no se recuerda para agradecer, la venganza se hará dueña de no se sabe qué recuerdos.
 
Acabo de terminar de leer Puedo prometer y prometo, Mis años con Adolfo Suárez del gran periodista Fernando Ónega.
 
De Fernando Ónega es el famoso Puedo prometer y prometo, estribillo pegadizo con el que el presidente Suárez ganó –si, fue así- las primeras elecciones de la nueva democracia.
 
También, de Fernando Ónega, es otra cita, que ha pasado a los anales de nuestra reciente historia. La frase, la pronuncia Adolfo Suárez en su discurso, ante las cortes franquistas, para defender la ley que regulará el derecho a la asociación política: “Hay que elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal”.
 
 
No pretendo esbozar, en esta Entrada, una reflexión sobre esta última obra de Fernando Ónega. Más bien, quisiera detenerme en las dos célebres frases  señaladas para, así, y teniendo en cuenta nuestra actual crisis institucional y política, realizar un humilde homenaje a Adolfo Suárez.
 
Los ciudadanos creyeron ese puedo prometer y prometo de Suárez. Entre otras razones porque Suárez luchaba, con pasión, para que lo que era normal en la calle fuera también, normal, en nuestras leyes y en la manera de hacer política.
 
La credibilidad no es una virtud personal. Es una virtud que te otorgan los demás. Es lo mejor que le puede pasar a un político; que el pueblo te otorgue esa credibilidad. Esto significa, más allá de diferencias ideológicas, que ese político ha sabido gestionar ese clamor popular para hacerlo realidad.
 
Ese fue el gran acierto, político y personal, de Adolfo Suárez. Y es lo que, hoy en día, se echa en falta. Nuestra crisis institucional no es debida a la crisis económica. Nuestra crisis institucional es una crisis de credibilidad. El clamor de la calle va en dirección opuesta a la gestión de nuestros políticos.
 
Necesitamos políticos como Adolfo Suárez. No necesitamos ideologías. Necesitamos gestores honrados de los problemas sociales.

sábado, 16 de noviembre de 2013

La justicia: derecho o comercio

John Locke (1632-1704) afirmó que la sociedad es fruto de un pacto entre los hombres; también sostuvo lo mismo Thomas Hobbes (1588-1679). Sin embargo, ambos pensadores sostuvieron propuestas políticas diametralmente opuestas.

La desconfianza en la naturaleza humana llevó a Hobbes a sostener postulados políticos totalitarios. Locke, por el contrario, fue un firme defensor del sistema democrático.

Locke nos hace imaginar al hombre en un estado presocial; el llamado estado de naturaleza. En esa situación descrita, el hombre vive en una completa libertad e igualdad. Dos derechos enmarcan la vida de esos supuestos individuos: el derecho a la propiedad privada y el derecho a castigar.

Forcemos el ejemplo para visualizar ese estado de naturaleza. Esos individuos viven en la selva. Por la costumbre de estar siempre en los mismos lugares, un grupo de ellos decide que la tierra que pisan, y en la que pasan sus días y sus vidas, es su tierra. Esto les lleva a considerar esa porción de tierra como propia. Si alguien ajeno al grupo entra en ella, defenderá su propiedad con el uso de la fuerza.

Para Locke, para todos, es evidente que ese estado, aunque pueda parecer idílico –libertad y propiedad- no lo es. Una vida, así concebida, degeneraría en un estado de guerra continuo y supondría, con el paso del tiempo, el exterminio de los más débiles.

La solución es el pacto. Un pacto para renunciar a ese derecho a castigar para ponerlo en manos de algunos;  de esta manera, se salvaguarda el derecho d todos a vivir una vida en paz y armonía. La división de poderes está así servida.


Hasta aquí perfecto. Visualizamos los componentes teóricos de cualquier sistema democrático: derecho a la propiedad, toma de acuerdos, separación de poderes, sistema judicial independiente, etc.

Sólo queda articularlo. Es decir, hacerlo posible. Es decir, que se pueda votar, que los poderes estén realmente separados, que se respeten los derechos y, en el caso que nos ocupa, que se pueda acceder a ese poder judicial independiente en igualdad de condiciones.

Si cedemos el derecho a castigar pero no poseemos medios económicos para que nos hagan justicia, porque esta deja de ser un derecho para convertirse en un comercio, los resortes democráticos de cualquier país se desmoronan.

Hobbes se equivocó. Somos capaces de ponernos de acuerdo para convivir. El problema surge cuando, tras hacerlo, nos quitan los instrumentos para hacer posible esa convivencia. El verdadero Leviatán, por desgracia, se hace presente cuando no se tiene dinero para ejercer un supuesto derecho.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Estar conectado, te desconecta

La soledad tiene mucho que ver con la incapacidad de ponerse en el lugar del otro. Cuando esto ocurre, es cuestión de tiempo que una persona sienta que se va quedando sola. Es normal. Nadie quiere “piedras” como compañía. Son demasiado frías y pesadas.

La falta de empatía es un virus que se va comiendo la magia de las relaciones personales.

Pensamos que las relaciones con los demás son fruto de un resultado casual; que, en cierta medida, no podemos evitar ser como somos o que los demás nos caigan bien o mal en función de como somos.

Esta visión “mitológica” de las relaciones personales, pese a ser acientífica, está más extendida de lo que parece y, especialmente, entre la gente más joven. Quizás porque se piensa los sentimientos no se pueden educar y que, además, hay que dejarlos que fluyan sin más.

Peligrosa opción de vida.

 

Las Nuevas Tecnologías potencian la falta de empatía. Para ponernos en la piel de los demás necesitamos poner atención, fijarnos en ellos. Necesitamos entre seis y ocho segundos para sentir determinadas emociones y, entre ellas, están todas aquellas que contribuyen a potenciar la empatía.

Por el contrario, sólo necesitamos décimas de segundos para captar estímulos evidentes. Las Nuevas Tecnologías afianzan esa reacción ante estímulos  evidentes y sepultan todos aquellos que reclaman el  pararse, fijarse y dejar que la capacidad de admiración se haga dueño de nosotros.

En definitiva, ese “estar conectados”, de manera permanente, nos hace que midamos las relaciones personales con el termómetro de lo instantáneo. Nuestro cerebro se acostumbra con facilidad a eso. La consecuencia: la profundidad que reclaman las relaciones personales se atrofia.

Estar conectados, nos desconecta.

En el siguiente link, puedes visualizar un vídeo que ahonda en estas cuestiones.

http://www.youtube.com/watch?v=I2ezWNm6yDE&list=PLAR4LDx93nOuoR6OXwR3LBQCo-buI4XXI&index=3



 

martes, 29 de octubre de 2013

El espionaje y Algunos hombres buenos

Hace unos días, Vicente Vallés hizo una interesante reflexión –suele ser así y en La brújula de Onda Cero-- al relacionar el espinoso tema del supuesto espionaje realizado por la NSA norteamericana y la escena final de Algunos hombres buenos.

La citada película, dirigida en el año 1992 por Rob Reiner  y protagonizada por Tom Cruise, Jack Nicholson y Demi Moore, es bien conocida por todos.
 
Un marine de la base naval de Guantánamo muere bajo extrañas circunstancias. Dos marines son acusados del asesinato. Se les asigna a dos jóvenes abogados para su defensa. Estos –Tom Cruise y Demi Moore- sospechan que los marines acusados se limitaron a cumplir órdenes de un superior. Ese superior es nada menos que el coronel Jessep, gran servidor de la patria –interpretado de manera magistral por Jack Nicholson-.
 
Pongámonos en la piel del coronel Jessep. Su responsabilidad es grande y de suma importancia. La base de Guantánamo es crucial para defenderse de los enemigos. Conseguir ese objetivo, requiere disciplina y mano dura para obtener marines preparados. No son posibles los fallos. Un error puede provocar consecuencias graves para la libertad y la seguridad de América.
 
Sin entrar en el por qué de lo que le ocurre a ese coronel, afirmaremos que termina convirtiéndose en el dueño absoluto de la base y que no tiene problema moral alguno por utilizar medios inmorales –el famoso código rojo- para la consecución de un fin loable, la libertad y seguridad de su pueblo.


La escena final de la película es memorable. El abogado defensor no tiene pruebas pero sabe que el coronel Jessep ordenó el código rojo que acabó con la vida de ese marine. Sólo posee un arma para conseguir que el coronel confiese. Hacer estallar su prepotencia para que termine confesando.


Por si alguien no ha visto a película, dejemos aquí el apunte sobre la tema para centrarnos en la cuestión que nos ocupa. (No ver, entonces, el vídeo que se adjunta pues resuelve el asunto)
 
 

El coronel Jessep expeta al abogado lo siguiente: Y no tengo ni el tiempo ni las más mínimas ganas de explicarme ante un hombre que se levanta y se acuesta bajo la manta de la libertad que yo le proporciono y después cuestiona el modo en que la proporciono.
 
Y la reflexión queda así servida aunque, seguramente, siempre quede inconclusa en lo que deba terminar la misma. ¿Miramos hacia otra aparte aunque se cometan atropellos?
 
¿Consentimos en que se espíe, sin garantías legales, porque esa manera de hacerlo es la única que, realmente, nos asegurará seguridad?

O, dicho más crudamente. Si nos ponemos legalistas y nos ponen una bomba porque no sea posible expiar, sin más, ¿qué preferiríamos entonces?
 
Erich Fromm circunscribió el miedo a la libertad a la esfera de la experiencia personal de cada uno. Quizás no entrevió que el miedo a la libertad, finalmente, fuera tan sólo un anhelo por vivir con seguridad.
 
Pero siempre habrá hombres buenos que preferirán asumir el riesgo de la libertad a mirar hacia otra parte. No debería dar miedo la libertad. Muchos han dado su vida por no mirar hacia otra parte y exigir que se cumpliera con la legalidad. A esos, se lo debemos.

sábado, 26 de octubre de 2013

Rompe el silencio


Sufrir sin saber porque se sufre es, realmente, el gran problema a solucionar que tiene el sufrimiento.
 
Si se sufre porque uno ha sido, conscientemente, la causa de ese sufrimiento, evidentemente, se pasa mal pero uno no pierde su identidad del todo. Queda dónde agarrarse y se sabe lo que hay que hacer: cambiar.
 
Cuando uno sufre, sin ser la causa de ese sufrimiento, ocurre lo siguiente: empieza una cascada de pensamientos que se retroalimentan hasta el infinito: si sufro y no he hecho nada malo, si me hacen sufrir sin yo provocarlo, será porque hay algo en mí que es malo, que soy malo, que no sirvo.
 
El segundo paso, es inevitable. Como soy yo el malo, callo. Porque no se puede contar aquello que no tiene una causa.
 
Esto es lo que pasa cuando un niño, una niña, es objeto de acoso. Sufre y calla y la situación se torna, en poco tiempo, insostenible. El inicio de cualquier ayuda ante esta situación es conseguir que ese niño, que esa niña, rompa su silencio.
 
 
 
 
Todo esto me ha hecho apreciar la valentía de Carla, de Silay Alkma, en una entrevista que he oído, hace unas horas, en el programa de las mañanas del fin de semana de la cadena Cope. Y, aparte de su valentía, la sabiduría de su proyecto: Rompe el silencio. Porque esa es la clave inicial a manejar.
 
Invito a conocer este proyecto en www.silenciosamente.com ya que lo que pueda reflejar en esta Entrada sólo sería un mal resumen de lo que allí se cuenta de manera adecuada.
 
Sólo quisiera apuntar una reflexión.
 
La prevención del acoso, su tratamiento, necesita un cambio de perspectiva urgente. Hablar de acosador, acosado, problema, víctima, perfiles psicológicos, etc. no está dando resultado alguno.
 
Como indica Carla, sólo desde una adecuada educación de las emociones, conseguiremos vías de solución ante este problema que hace sufrir a muchos niños y a cualquier persona con sensibilidad.

martes, 22 de octubre de 2013

La falacia necesita pocos caracteres

Un argumento que parece válido pero que no lo es. Eso es una falacia. La falacia se puede utilizar con intencionalidad o sin ella. La intención, implica manipulación; la falta de intencionalidad, es simple ignorancia.
 
El juicio valorativo sobre la falacia, o más bien sobre quien la formula es, en todos los casos, desfavorable: o se manipula o se manifiesta, sin pudor alguno, la propia ignorancia.
 
Cuando se estudiaba lógica en el bachillerato –que tiempos aquellos- se entrenaba uno en el análisis riguroso de todos y cada uno de los tipos de falacia que existen; tantas, casi, como tipos de personas hay en el mundo: la afirmación del consecuente, el argumento a silentio, el argumento ad baculum, etc.
 
Es interesante, aunque quizás carezca de fundamento, analizar como cada red social alimenta un determinado tipo de falacia.
 
 
 
Facebook está lleno de falacias tipo: que bien me lo he pasado porque me he tomado siete hamburguesas (y semejante afirmación se acompaña de una fotografía que da fe del grandioso evento) El ejemplo es exagerado pero no falaz. Se intenta ser didáctico. Estamos ante la falacia ad veracundiam, aquella que fundamenta la verdad en la costumbre, como ocurre en este caso.
 
Si salgo, me lo tengo que pasar bien. Si es tomando hamburguesas, mucho más. Si han sido siete y, además, con precio económico y con regalo: ¿cómo voy a decir que no es obligatorio pasárselo bien así? La costumbre –todos diríamos lo mismo- lleva  asociar felicidad a lo que hace todo el mundo.
 
Twitter está elevando la falacia a cotas de popularidad insospechadas. En Twitter, la falacia ad hominem ocupa el primer puesto a gran distancia sobre las demás. Su argumento es simple. En lugar de criticar razonadamente la postura de otro, se descalifica a la persona que emite esa opinión.
 
Falacia que no quiere gran capacidad cognitiva y que tampoco necesita muchas palabras o frases complejas para ser construida. Por eso, Twitter abona esta posibilidad de manera exponencial.
 
Es fácil criticar una ley, o un proyecto, afirmando que es errónea, o fallido, porque la persona que la propone o defiende es un tal o un cual. Lo mismo pasa con una obra de arte, una postura filosófica, una película, o cualquier otra manifestación propia del ser humano.
 
La falacia ad hominem es insaciable. Una vez que se empieza a descalificar, no es fácil parar porque el insulto necesita retroalimentarse y renovarse para que sea efectivo. Y nunca lo es porque es falaz. Pero como eso importa poco, el que insulta no parará hasta conseguir su objetivo.
 
¿El remedio? No es fácil porque va con la condición personal de cada uno. Al menos, lo que hay que hacer es evitar su retroalimentación. Retwittear falacias nos empobrece.

sábado, 5 de octubre de 2013

¿Por qué se discute con los hijos o con quién sea?

Dos no discuten si uno no quiere. Eso es cierto pero no arregla el problema. Al final se discute porque el otro –el que quiere seguir discutiendo-suele ser maniático de la última palabra y acabará por sacarnos de nuestras casillas.
 
Demos por hecho que en las discusiones familiares, se produce la discusión porque las relaciones están fundamentadas en el cariño. Por este motivo, muchas veces se termina discutiendo con los hijos.
 
Discusiones esporádicas, por tanto, y mientras no sean desproporcionadas, son buenas porque son un cierto termómetro del cariño. Si se pasa, de manera absoluta de alguien, es difícil que se dé la discusión.
 
El problema se presenta cuando las prioridades para con los hijos son excesivas y, por tanto, las ocasiones de discusión se elevarán de manera exponencial. Un número exagerado de prioridades desemboca, fácilmente, en convertir éstas en prohibiciones. Y con prohibiciones la discusión está servida y, además, no se educa.
 
 
¿Qué haga entonces un hijo lo que le dé la gana?
 
Tan malo es un extremo como otro: prohibir todo o dejarle hacer cualquier cosa. Deben existir normas claras, pocas y concisas. Todo lo demás es bueno que sea consensuado. No se trata de que la familia sea una democracia –menuda estupidez- pero tampoco se trata de convertir un hogar en una dictadura.
 
¿Y si hay que discutir alguna vez?
 
No pasará nada. No seamos hipermodernos. Si tu hijo llega borracho a las seis de la mañana, discutir igual es hasta saludable. El problema es hacer de esa discusión el tema único de conversación, en forma de reproches, en los días siguientes o semanas. ¿Dónde queda educar, entonces?
 
¿Y las  discusiones en otros ámbitos?
 
Hay expertos en soliviantar a los demás. Se puede optar por evitar a esas personas pero no es siempre fácil: compañeros de trabajo, vecinos, familiares lejanos. ¿Qué se puede hacer ante estas relaciones tóxicas?
 
No hay respuesta fácil aunque puede ser sugerente intentar lo siguiente: descubrir qué cosas interesan a esa persona y preguntarle por ellas. No es mágico pero, a la larga, da buenos resultados. En definitiva, si te interesas por alguien, ese alguien te verá como cercano y querrá que estés cerca; por tanto, evitará discutir para que no te alejes.

domingo, 29 de septiembre de 2013

No se educa con frases huecas

Hay frases que suelen repetir los padres que deben ser interpretadas, de manera adecuada, por los hijos. Suelen ser frases hechas que muestran, en definitiva, el cariño incondicional que se tiene por ellos.

Sin embargo, y a fuerza de repetirlas sin más, creo que pueden convertirse en un bumerán que nos golpee en la frente con los años. En educación, para bien o para mal, el tiempo es el mejor o peor aliado.

Frases como: tu única obligación es estudiar, te apoyamos en todos tus sueños, aprovecha el tiempo para que el día mañana seas alguien, estudia que nadie regala nada, etc. Insisto: está claro lo que queremos decir con ellas; nos preocupan los hijos e intentamos acertar y obrar con rectitud.

Pero, escarbando un poco, quizás descubramos que, de rebote, o sin él, puedan significar y conseguir lo contrario de lo que se pretende.

 
Si el estudio es la única obligación, empequeñecemos al ser humano; si apoyamos sueños imposibles, nos lo echarán en cara cuando no lo consigan; el tiempo se aprovecha para ser útiles a los demás y sé es alguien si uno es bueno; estudiamos para regalar a los demás lo que hemos aprendido con esfuerzo.

Wittgenstein, tan brillante pensador como difícil de descifrar su pensamiento, afirmó que los límites del mundo son los límites de nuestro lenguaje. Cuando ese lenguaje se ha vuelto hueco, lleno de frases hechas, y sin contenido, los que se verán limitados serán los hijos.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Alicia en el Google de las maravillas

El encuentro entre Alicia y la Reina blanca en Alicia a través del espejo supone un resumen perfecto de esta obra de Lewis Carroll escrita en 1871. No considero que las aventuras de Alicia a través del espejo sean una continuación de Alicia en el país de las maravillas.

Alicia a través del espejo si que supone todo un juego metafísico en el que la realidad tiene que desandarse, verse desde atrás hacia delante, para ser interpretada y asimilada.
 
Centrémonos en la encantadora Alicia –que sueña con convertirse en reina porque es un peón- y la estrafalaria reina que repite, machaconamente, pan y mantequilla, pan y mantequilla.

Alicia arregla el pelo deshilachado de la reina. Ésta, aparentemente agradecida, propone contratarla como doncella con unos honorarios curiosos: a dos reales la semana y mermelada un día sí y otro no.

Alicia responde que no se ve de empleada y que, además, no le gusta la mermelada. Y que, en todo caso, no le apetece tomar, hoy, esa prometida mermelada. El diálogo continúa con el típico enredo lógico de la imposibilidad de que el día de hoy llegue en algún momento.

-Hoy es cuando no podrías tenerla ni aunque te apeteciera -atajó la Reina-. La regla es: mermelada mañana y ayer pero nunca hoy.
-Alguna vez tendrá que tocar «mermelada hoy» -objetó Alicia.
-No, no puede ser -refutó la Reina- Ha de ser mermelada un día sí y otro no: y hoy nunca puede ser otro día, ¿no es cierto?
-No, no comprendo nada -dijo Alicia- ¡Qué lío me he hecho con todo eso!

Y es aquí cuando la reina explica a Alicia el por qué de su incapacidad para comprender el asunto.

-Eso es lo que siempre pasa cuando se vive marcha atrás -le explicó la Reina amablemente- Al principio se marea siempre una un poco...
-¡Viviendo marcha atrás! -repitió Alicia con gran asombro- ¡Nunca he oído una cosa semejante!
-Pero tiene una gran ventaja y es que así la memoria funciona en ambos sentidos.
-Estoy segura de que la mía no funciona más que en uno -observó Alicia- No puedo acordarme de nada que no haya sucedido antes.
-Mala memoria, la que sólo funciona hacia atrás -censuró la Reina.

 
 
Esta posibilidad –la memoria que funcionara en dos direcciones- daría contenidos para interesantes reflexiones antropológicas y psicológicas pues no sería posible el olvido. Pero quisiera, brevemente, encauzarlas hacia la sociedad mediática en la que vivimos y la actividad política.

Los avances tecnológicos concretados en todo lo referente a Internet han posibilitado esa memoria en dos direcciones. Es fácil traer, a antojo, hacia delante y hacia atrás cualquier hecho, suceso o declaración para, en la mayoría de los casos, producir el escarnio de cualquier dirigente político. O, dicho de manera más gráfica, es imposible tapar nada cuando la memoria está disponible en un solo click.

La memoria en dos direcciones posibilita la transparencia o, más bien, obliga a ella. La clase política necesita, con urgencia, abandonar esa incapacidad de compresión de Alicia a través del espejo. La única manera de comprender a la reina –extravagante pero sabia- es comprender que se vive en el Google de las maravillas, ese mundo en el que siempre es hoy y nunca ayer o mañana.

sábado, 14 de septiembre de 2013

La LOMCE y La escuela de Atenas

Con apenas 25 años, Rafael recibe el encargo, por parte del Papa Julio II, de decorar cuatro salas situadas en el segundo piso del Palacio Apostólico. Estas cuatro salas fueron decoradas por Rafael y sus discípulos entre 1508 y 1524.

Una de esas salas era la Stanzza della Signatura que albergaba la biblioteca de Julio II. Cuatro frescos dedicados al derecho, la teología, la poesía y la filosofía, convertirán esa sala en algo más que un lugar dedicado a la firma de decretos papales. La virtud y La ley dedicados al derecho, La disputa del sacramento a la teología, El parnaso a la poesía y La escuela de Atenas a la filosofía convertirán esta sala –y el conjunto de las estancias, Estancias de Rafael- en un fiel reflejo de la mentalidad humanística del Renacimiento.

La escuela de Atenas es, sin duda, una de las pinturas más emblemáticas de la creación artística de Rafael Sanzio. Un nutrido grupo de filósofos, científicos y matemáticos de la época clásica se reparten el espacio al cobijo de Apolo, que simboliza la Razón, y de Atenea que simboliza la Sabiduría.

Los que no somos expertos en arte, y nos conformamos con una cierta cultura artística, nos sorprendemos al contemplar como la situación descrita queda enmarcada en un templo romano dominado por la perspectiva y como presiden el espacio, para así darle sentido, los dos primeros grandes pensadores de la humanidad: Platón y Aristóteles.

Platón señala con uno dedo hacia arriba y sostiene, con la otra mano su Timeo. Aristóteles tiende una de sus manos hacia la tierra y, con la otra, sostiene su Ética a Nicómaco.

El significado de esta simbología es claro para cualquier persona que tenga un mínimo de conocimientos filosóficos. Platón nos sugiere que lo que captamos por los sentidos es solo apariencia de realidad; por eso señala hacia arriba. Aristóteles enmienda la plana a su maestro y, por eso, señala hacia la tierra, lo sensible, como única realidad posible.


Lógicamente, este juego simbólico da para mucho más y podrían aducirse otras posibilidades. Mucho más daría de sí la reflexión al intentar dilucidar el por qué del Timeo y de la Ética a Nicómaco. No entraremos en esa cuestión pues el objeto de esta entrada persigue otro tipo de reflexiones.

En La Escuela de Atenas, Rafael caracteriza a algunos de estos pensadores con rasgos físicos propios de personajes de su época. Aparecen Miguel Ángel, Bramante o el propio Rafael en una situación interesante: mira a los que contemplamos el cuadro.

El mensaje renacentista de Rafael, al utilizar este juego artístico, es claro: los artistas dejan de ser artesanos para convertirse en creadores, en sabios, al mismo nivel que los grandes genios del pensamiento.

La LOMCE, al desterrar a la filosofía de los planes de estudio, podría dar lugar, con el paso de los años y si la ley llega a consolidarse, al triste espectáculo de convertir en incompresible La escuela de Atenas.

O, aún peor. Un posible cuadro, al que podríamos denominar La escuela de la LOMCE, podría situar a adivinos, pitonisas y demás ralea, en el centro del cuadro y a Platón y Aristóteles en el lugar ocupado por Apolo y Atenea. El mensaje también es claro: el pensamiento al mismo nivel que los charlatanes. O, dicho de otra manera. Evitemos que las nuevas generaciones posean espíritu crítico.

domingo, 1 de septiembre de 2013

La filosofía en tacitas

Shopenhauer escribió que la risa no tiene otra causa que la incongruencia repentinamente percibida entre un concepto y el objeto real que por él es pensado en algún respecto, y es sólo expresión de tal incongruencia.

Traducido a términos entendibles, podríamos afirmar que nos reímos porque nos damos cuenta, de repente, de una incongruencia entre lo que creemos que es algo y que, finalmente, no lo es. Un chiste es la mejor manera de explicar esto. Un hombre es atropellado cada cinco minutos en tal capital. Si se afirma, a continuación, que ese pobre hombre estará destrozado por tanto atropellamiento nos reímos –o sonreímos pues el chiste es malo- al captar la incongruencia.

También sobre la misma cuestión, Inmanuel Kant afirmó que la risa es la emoción que nace de la súbita transformación de una ansiosa espera en nada. Siguiendo con la traducción a expresiones comprensibles y forzando la argumentación para unir ambas tesis filosóficas, afirmaremos que nos reímos una vez captada la incongruencia y lo que hace que esa risa sea útil, por sí misma, es que se resuelve en nada, es decir, la risa tiene valor por sí misma.

Si sustituimos la risa por la reflexión, todo lo afirmado anteriormente sigue teniendo sentido pues el pensamiento, la actividad filosófica, es útil aunque, en ocasiones, no se resuelva en nada.

Que gran revolución argumentativa sobre el concepto de lo útil pues pensar que la utilidad tiene que ser siempre traducible a términos prácticos y de progreso material es una forma encubierta de empobrecernos como personas.

Hace ahora un año dediqué una Entrada a las Tacitas de filosofía, sección veraniega de La rosa de los vientos en Onda Cero Radio. Este verano, han vuelto estas Tacitas de de la mano de Jorge Sánchez-Manjavacas.
 

Unos minutos de reflexión filosófica, en las madrugadas veraniegas del fin de semana, que nos recuerdan que cuestionarnos las cosas, con sentido critico, nos hace  mejores y, por tanto, necesariamente útiles.

Es de agradecer a Martín Expósito -responsable de verano de La rosa de los vientos- esta apuesta por la filosofía –denostada en los futuros planes educativos- y a Jorge por su buen hacer ya que sus tacitas cumplen con el gran objetivo de la filosofía: recordar que lo útil es la sonrisa del que sabe mirar la realidad con ojos distintos.

domingo, 18 de agosto de 2013

Demostrar la inocencia es imposible

La obra filosófica de Karl Popper (1902-1994) supuso una crítica demoledora a las pretensiones del positivismo lógico de presentar a la ciencia como paradigma de conocimiento y progreso continuo. Verificar, de manera absoluta, una proposición científica resulta imposible. Lo contrario, si es posible, es decir, indicar cuando una proposición no lo es.

Entrar en el desarrollo de esta cuestión  sería arduo y largo y, por otra parte, no es el objeto de esta entrada. Pero, para clarificar a dónde se quiere llegar, pondremos un sencillo ejemplo para aclarar la propuesta de Popper.

Centrémonos en el psicoanálisis. ¿Es científico? La herramienta que nos presta Popper es sencilla y contundente. Muchas proposiciones científicas propuestas por el psicoanálisis no pueden ser falsadas de ninguna de las maneras. Entre otras cosas porque lo contrario de muchas de esas proporciones tampoco podría ser falsado. El psicoanálisis podrá ser sugerente, interesante o lo que se quiera. Pero de científico, nada.
 

 
Introduzcamos, ahora, la siguiente afirmación: Todo el mundo es inocente mientras no se demuestre lo contrario. Esto que, afortunadamente, se presenta como un logro de la democracia no deja de ser una cuestión lógica más antigua que cualquier régimen político que se quiera poner de ejemplo.

Todo el mundo es inocente mientras no se demuestre lo contrario porque lo opuesto a esta afirmación resulta imposible. Demostrar lo que uno no ha hecho no es posible. En cierta manera, los caminos de la ciencia y del Estado de Derecho discurren por caminos distintos.

Por ejemplo, ¿cómo demuestra un político que no ha cobrado en negro? No puede. Es imposible. No se puede falsar lo que no se ha hecho.

Es curioso señalar que las aportaciones de Popper al debate científico supusieron, al mismo tiempo, un saneamiento necesario de la propia democracia. La grandeza de la democracia estriba en su paralelismo con el saber científico.

¿Por qué? Es sencillo. Una ley puede ser falsada y cuando esto ocurre se hace necesario cambiarla por otra. Lo mismo ocurre con los dirigentes políticos. Un político corrupto, cuando se demuestre su corrupción, debe ser sustituido.

Cerremos argumentos. Popper fue un claro defensor de la democracia y de su necesaria limpieza al tener claro los límites de lo que puede ser o no rechazado, falsado. Y, en el punto que nos ocupa, nunca se le ocurrió pretender que se demostrara, falsara, lo imposible.

Ante el espectáculo diario de nuestra clase política, volvamos a las reflexiones de Popper. Los que pretenden defender la democracia porque exigen que se demuestre lo que no es posible demostrar hacen, en definitiva, un flaco favor a esa democracia que pretenden salvaguardar. Evidentemente, los corruptos reales tampoco.

Tampoco estaría mal que los tertulianos televisivos leyeran a Popper.

 

 

 

 

lunes, 12 de agosto de 2013

Testigo de cargo


La obra teatral de Agatha Christie, Testigo de cargo, fue llevada al cine, con gran maestría, por Billy Wilder en 1957. El amante del buen cine podrá encontrar en esta película, por la que no pasa el tiempo, interpretaciones soberbias –Charles Laughton, Tyrone Power, Marlene Dietrich- escenas judiciales con un guión medido para generar el suspense, un uso sofisticado del flashback y un final, del que no puede hablarse, que sigue asombrando por su genialidad.
 
El salto cinematográfico que va desde Con faldas a lo loco, 1959, a Testigo de cargo, demuestran la calidad de este polémico director de cine, Billy Wilder, americano de origen austriaco, fallecido en Estados Unidos en el año 2002.

https://www.youtube.com/watch?v=FSDgi-6zcsI

Un testigo de cargo, en un juicio, es aquella persona que declara en contra del acusado. Esta declaración es tomada como prueba acusatoria por el fiscal. En los juicios de Núremberg, por ejemplo, este tipo de testimonios fueron moneda de cambio para que algunos acusados pudieran disfrutar de ciertos beneficios fiscales.

En nuestra propuesta cinematográfica, la trama encontrará su cierre magistral en el uso y abuso de esta figura jurídica. Si el testigo de cargo, obligado a decir la verdad, miente, conseguirá lo contrario de lo que, en principio, pretendía. De la acusación a la absolución, en ocasiones, hay un paso muy pequeño.

Prescindiendo de legalidades jurídicas, da la impresión de que nuestra actualidad política-judicial –a este ritmo se van a convertir en palabras sinónimas- está creando una simbiosis perfecta entre la figura del testigo de cargo y el imputado. El imputado acusa y, al mismo tiempo, es el testigo de los hechos que ofrece como acusación.

Si Billy Wilder se hubiera inspirado en nuestra coyuntura política en lugar de en nuestra autora del crimen, Testigo de cargo no hubiera sido un éxito. Más bien un fracaso. No hubiera sido posible crear un guión magistral porque cuando se dan esas circunstancias –insistimos, testigo de cargo e imputado son la misma persona- queda claro que el guión lo está escribiendo otra persona u otra instancia distinta.
 
Ésta es la cuestión clave a esclarecer.

 

 

lunes, 5 de agosto de 2013

Camino de Santiago

A Santiago se puede llegar de diferentes maneras. Creo que hay siete caminos distintos para hacerlo y, al mismo tiempo, distintas maneras de recorrerlo aunque la experiencia de realizarlo andando puede que sea la más enriquecedora.

Sin duda, hoy en día, hay tantos Camino de Santiago distintos como personas se disponen a hacerlo aunque negar su esencia –una peregrinación espiritual- sería, al menos, una demostración de escasa formación intelectual.

El que es peregrino lo es porque deja su entorno natural para acercarse a un lugar en el que es extraño. De ahí la alegría que se experimenta cuando se ve, ya cerca, el Monte del Gozo. Santiago dará ese abrigo necesario al que está fuera de su hogar.
 


Sentirse fuera de casa une a las personas que se encuentran en la misma situación vital. De ahí que la solidaridad entre los peregrinos sea otra de las características esenciales del Camino.

Basta con hacer el Camino una vez para descubrir que cuando tienes una necesidad, la gente te socorre sin preguntarte cómo ha podido ocurrirte eso o qué o quién es el culpable de la situación creada. Cuando sucede una desgracia, lo primero es el auxilio.

La gente de Galicia sabe esto desde siglos. Es un pueblo que ha dado sustento y cobijo a millones de personas que han realizado ese Camino. Sentirse extraño une; atender esa extrañeza, hace que un pueblo sea grande. Por eso, el pueblo gallego es un pueblo sabio.

Cuando la desgracia es perder la vida, camino de Santiago, sólo cabe actuar al modo gallego, con corazón grande. Buscar quién o qué tiene la culpa, en ese preciso momento, golpea a patadas la sabiduría para dar paso a los buitres.

viernes, 26 de julio de 2013

Leer en agosto. Un libro por semana.


Para asumir, con garantías, el reto de leer en agosto. Cinco recomendaciones. Una por semana.

1ª Semana 29 julio-4 agosto

Calentando motores. Una propuesta de entretenimiento y lectura fácil aunque de calidad.

El huevo de oro, de Donna Leon.

Última publicación de la dama del crimen, Donna Leon, y una nueva propuesta de investigación para el comisario Brunetti en Venecia, sus islas, puentes y vaporettos.

Aparecen los temas clásicos de Donna Leon: la corrupción política, el núcleo familiar de Brunetti, la enigmática señorita Electra, la condición humana con sus grandezas y sus miserias.

La trama: Un hombre sordo y deficiente que trabaja en una tintorería del vecindario del comisario Brunetti aparece muerto por una sobredosis de pastillas. El incidente sobrecoge a la esposa del comisario.

Lo que más me ha llamado la atención: Más allá de que leer a Donna Leon entretiene –por cierto, y desarrollo nuestras estructuras cognitivas lógicas- es interesante el acercamiento humano a las personas con discapacidad.

2ª Semana 5 agosto-11 agosto

Subiendo un peldaño. Un ensayo clásico sobre una realidad terrible pero con un mensaje positivo y esperanzador.

El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl.

Nos narra la experiencia, en primera persona, del psiquiatra judío Viktor Frankl en  un campo de concentración nazi. Esto no debe asustarnos a la hora de iniciar la lectura. Viktor Frankl nos enseña, parafraseando a Nietzsche, lo siguiente: quien tiene un por qué es capaz de soportar cualquier cómo.

Lo que más me ha llamado la atención de este libro, leído por primera vez hace ya muchos años y releído con frecuencia: “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino”

3ª Semana 12 agosto-18 agosto

Volvamos a la literatura. Una propuesta con algo más de profundidad literaria y temática.

La ley y la dama, de Wilkie Collins.

Wilkie Collins puede ser considerado el maestro de los autores de novelas policíacas contemporáneos. Su secreto: contar una historia de intriga en la que los personajes son de carne y hueso y podemos identificarnos con ellos.

La trama: Una joven huérfana, recién casada, descubre en el viaje de novios que el apellido de su marido es otro. A partir de aquí, todo se complica.

Lo que más me ha llamado la atención: El acercamiento a la época victoriana con toques de humor muy inteligentes.


4º Semana 19 agosto-25 agosto

Si la playa cansa ya un poco o si la economía no da para playa y sí, al menos, para un cómodo sofá, puede ser el momento de adentrase a un tema de actualidad de manera divulgativa y con rigor.

¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?, de Nicholas Carr.

Cada vez resulta más difícil entender al hombre y a la mujer de hoy, la cultura, la sociedad –todo, en definitiva- sin conocer la influencia que las nuevas tecnologías tienen en el mundo actual. Nuestra manera de pensar, de entender la realidad y de entendernos a nosotros mismos ya no es como era hace unos años.

Lo que más me ha llamado la atención: Los datos científicos que se utilizan en la argumentación.

¿Y si toda mi lectura es online no tanto porque ha cambiado el modo en que leo, es decir, por pura conveniencia, sino que el modo en que pienso ha cambiado?

5ª Semana 26 agosto-1 septiembre

Si se ha sido capaz de leer, a estas fechas, cuatro libros, definitivamente, es el momento para dar el salto a la poesía, la olvidada poesía.

La casa encendida, de Luis Rosales.

Creo que, con diferencia, es la mejor obra de este poeta granadino. A fuerza de omitir adjetivos, Rosales llega a la esencia de las cosas. Utiliza las imágenes dejando lo que cuenta en la memoria y para siempre.

Lo que siempre me ha llamado más la atención de Luis Rosales, su Autobiografía:

Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.

domingo, 21 de julio de 2013

The Queen o el silencio como enemigo de la transparencia

Existen numerosas críticas sobre esta película británica dirigida, en el año 2006, por Stephen Frears. El marco de arranque es sumamente sugerente. Un Tony Blair recién llegado al gobierno británico, la muerte de la princesa Diana y la actitud de una reina, Isabel, que alejada de su pueblo en Balmoral, decide guardar silencio, como respuesta, ante el eco mediático de conmoción colectiva que la muerte de la princesa del pueblo está causando en su país y en el mundo entero.

The Queen ofrece numerosas lecturas. Creo que esta cinta no sería tal sin la magnífica actuación de Helen Mirren, en el papel de la reina Isabel, el guión magistral de Peter Morgan o el trabajo sólido, por primera vez, de Stephen Frears.
 
Sugerente es mostrar la separación de dos mundos, condenados, a priori, a chocar entre ellos, con el uso de diferentes planos de cámara, paisajes, ambientación y diálogos: el de Tony Blair, moderno y con futuro; el de la reina, pasado y sin expectativas. Y digo a priori por que la cinta relata, con honestidad, el giro de esos dos paradigmas para confluir en una alianza pragmática –muy british- al menos.
 
Pero el objeto de esta entrada no es realizar una reseña más de esta película. Quisiera analizar sólo una escena  que me parece un resumen magnífico no sólo de la película sino de la enseñanza política que podemos obtener de la misma. La escena tiene lugar al inicio de la cinta.
 

La reina Isabel está siendo retratada. El lienzo, la refleja de perfil. Típica imagen que indica que uno es mirado, observado, adulado, o lo que se quiera añadir pero, que en todo caso indica, también, que el observado no mira a los demás y que se mantiene al margen. Mientras es retratada, la reina mira la televisión. Informan sobre Tony Blair que ha acudido a votar en compañía de su familia.

Terminado el retrato, la cámara toma un primer plano del rostro de la reina. La quietud del semblante parece reflejarnos el lienzo. Pero no es así. El rostro de la reina se gira y mira directamente a la cámara. El rostro de perfil se gira para dejar de ser mirado y dedicarse a mirar.

La sociedad de la transparencia, nuestra sociedad, no entiende esa posición de perfil ajena a lo que ocurre. Mantenerse en esa actitud –en el caso de la reina, ese guardar silencio sobre la muerte de Diana- es interpretado como sospechoso. El que no habla es porque algo esconde. Las nuevas tecnologías no han hecho sino aumentar esa sensación.

Mantenerse de perfil es no hablar, no dar la cara. La sociedad, desconectará de esos personajes para ponerlos en duda. Especialmente, si son responsables políticos. La estrategia del silencio y esperar a que escampe ya no es válida. Hay que mirar a la cámara de frente, dejarse preguntar y hablar. La reina lo supo hace muchos años.

sábado, 20 de julio de 2013

Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas


Acabo de terminar de leer Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas de Leontxo García.
 
A los que somos amantes del ajedrez, nos es fácil transitar, mentalmente, por las partidas de genios como Bobby Fisher, Anatoli Kárpov o Garry Kaspárov; al mismo tiempo, nos resulta igual de fácil asociar el ajedrez a las enseñanzas del maestro García. 

Parafraseando a Jung, podríamos afirmar que los ajedrecistas tenemos un inconsciente colectivo particular en el que el tablero es la vida; las piezas, los jugadores y Leontxo, la voz de todo lo que ocurre en las sesenta y cuatro casillas.

He disfrutado, lógicamente, con la lectura y con la estructura del libro. En tres capítulos y 359 páginas, se desgranan pasajes inolvidables y datos relevantes que evidencian las características especiales de este “juego” tan difícil de catalogar: ¿Deporte? ¿Ciencia? ¿Arte? Indico algunos interrogantes sugerentes.
 
 

 
Los misterios del ajedrez ¿Por qué juegan las mujeres peor? Un interrogante atrevido y mediático. Pero no se asuste el lector. Los comentarios de Leontxo García van por otros derroteros. Curioso es, apuntar, que hayan sido las propias jugadoras las que reivindiquen competiciones de ajedrez separadas por sexos.

Ver con la mente Ajedrez a ciegas: Memoria fotográfica frente a memoria lógica. O introducirse, de paso, en el fabuloso mundo del ajedrez para invidentes.

¿Es el ajedrez un deporte? Y, como hace Leontxo, para responder a esta típica cuestión, podríamos contestar con dos preguntas: ¿Jugaría Messi igual de bien al fútbol con otro cerebro? ¿Podemos separar la mente del cuerpo y hablar de deportes físicos y otros que no lo son?

Algunos locos adorables Donde se desmitifica esa idea –falsa- que asocia ajedrez a personajes un tanto curiosos, al menos, y relatándose, al mismo tiempo, anécdotas estrambóticas que jalonaron la vida de Bobby Fisher.

Un capítulo entero, El ajedrez enseña a pensar, dedicado a profundizar en los beneficios cognitivos del ajedrez y su utilización como terapia, no sólo cognitiva, sino también social. Las iniciativas tomadas en la reinserción de presos, usando el ajedrez como herramienta, son encomiables. ¿Para cuándo el ajedrez en las aulas, querido profesor García?

Chips y neuronas, más de dos siglos de jaque, capítulo en el que se realiza un viaje apasionante sobre el ajedrez como campo de investigación de la inteligencia artificial. Los pasajes dedicados a relatar los enfrentamientos entre Garry Kaspárov y Deep Blue están narrados con la maestría propia de un director de cine de suspense.

Recomiendo la lectura de este Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas aunque el trabajo de Leontxo García se divulgue por sí solo.

No obstante, sólo señalaría una matización a su trabajo; matiz que me surge tras leer ciertos presagios negativos que se vislumbran en el mundo del ajedrez. Los avances técnicos informáticos puede que evidencien, con el tiempo, que el ajedrez sea predecible. Quizás, el jugador de blancas nunca pueda perder. Es cuestión de jugar con la precisión de un ordenador infalible. Por otro lado, ese mismo progreso informático puede ser usado, de manera vergonzosa, para hacer trampas en una competición.

Y, aquí, lo que hecho en falta. La mayoría de las personas que nos acercamos a un tablero de ajedrez, lo hacemos porque nos resulta vital. Y dejaría de ser vital si echáramos mano de un ordenador o de las trampas para ganar. Lo que hace grande al ajedrez es jugarlo. Ajedrez y vida, pasiones mezcladas.

Educación líquida

Los análisis de Z. Bauman sobre la sociedad líquida ofrecen un marco teórico apropiado para reflexionar sobre la necesidad de un cambio, al menos metodológico, en el trabajo en las aulas y a todos los niveles: Primaria, Secundaria y Universidad.

Dando por válido que en educación se pretende formar a las nuevas generaciones, para que encuentren su lugar en la sociedad, cabe plantearse cómo hacer eso cuando la sociedad de hora se caracteriza por estar cambiando continuamente.

¿Preparan las aulas para esa posibilidad de cambio? O dicho de otra manera para que se comprenda la cuestión: Si estudio, por ejemplo, biología, ¿me prepara la universidad para que me pueda “ganar la vida” con algo que no tenga nada que ver con la biología porque no hay trabajo para los biólogos?

El asunto se complica cuando observamos que esta sociedad líquida no sólo afecta al futuro profesional. En cierta manera, la identidad personal también se está volviendo volátil. Las identidades son digitales, es decir, cambiables según las necesidades.

¿Qué implica esto? Demasiadas cosas pero, fundamentalmente, una: lo más contrario al cambio es el compromiso. El compromiso a largo plazo ha dejado de ser, por desgracia, algo natural. Ya no se trata de correr lo más rápido que se pueda para quedarse en el mismo sitio, como en Alicia. Más bien es al contrario; aunque uno se quede quieto, nunca estará en el mismo sitio.

Pongámonos en la mente de un adolescente, de un joven. En su cabeza giran las siguientes cuestiones: sacrificarme con los estudios cuando no sé si esta carrera me servirá para ganarme la vida; formarme como persona, con unos valores, cuando lo que ahora se contempla como valioso, mañana puede que no lo sea.

 
 
 
Ante estas reflexiones caben distintas posturas:

-El cobarde, que negará que la sociedad vaya por esos derroteros; se enrocará y seguirá haciendo lo de siempre para terminar fracasando. Un peligroso Allie Fox, en su peculiar costa de los mosquitos.

-El ideólogo, que no ha dado clases en su vida y que no sabe lo que es un niño, que tomará decisiones equivocadas por creerse en posesión de la verdad. Un peligroso doctor House que no toma su dosis de Vicodin.

-El aventurero, que se lanzará a modificar lo establecido sin un plan claro y contrastado. Un peligroso profesor Keating que diera clases de experimentación química en lugar de literatura.

La solución no es fácil pero, en todos los casos, pasa por lo siguiente:

-Como indica Z. Bauman hay que invertir inversión, talento e investigación en propiciar metodologías que fomenten mentalidades abiertas. Recomiendo aquí leer su metáfora sobre los misiles antiguos y modernos.

-Es necesario formar a los profesores en lugar de echarles la culpa de todo. Y formarlos, especialmente, en la gestión de las emociones. Un aula es una olla a presión de sentimientos dispersos y contradictorios.