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sábado, 23 de febrero de 2013

Demian y Abraxas

El pájaro rompe el cascarón. El huevo es el mundo. Quien quiere nacer tiene que romper un mundo. El pájaro vuela hacia Dios, que es Abraxas.

 
Herman Hesse nombra a Abraxas, en su Demian, describiéndola como una deidad que lleva, en sí, el bien y el mal, lo luminoso y lo oscuro, lo divino y lo demoníaco. Lo que no deja de ser, quizás, un recurso literario ha de llevarnos, si queremos profundizar en este nuevo análisis de la obra de Hesse, a la secta gnóstica de los Basilidianos, propia de los primeros siglos del cristianismo. Ahí encontraremos una aproximación documentada sobre esta supuesta deidad. 

En esa época, florece una amalgama filosófica que une elementos filosóficos con creencias religiosas. Son los gnósticos. Arduo sería describir tan heterodoxo grupo en un Post.
 
Baste indicar que, a bien seguro, lo que interesó a Herman Hesse de los gnósticos fue la apuesta, de estos, por alcanzar la salvación (del alma) mediante la gnosis y no por las buenas obras o la obra redentora de Jesucristo.

No creo que Hesse tuviera presente las desviaciones gnósticas propias del siglo XIX, que degeneraron en burdos esoterismos, a la hora de recrear a su Emil Sinclair. Es obvio, tras una sencilla lectura de Demian, que los tiros no van por ahí.

 
 
La purificación, la salvación, encontrarse uno a sí mismo, sólo es posible mediante la introspección. Esta introspección necesita una casilla de salida. No sólo la realidad es dualista –bien/mal, verdad/mentira, apariencia/realidad- sino que también lo es el propio ser humano. Abraxas no es más que la concreción de todo esto en un símbolo al que adorar.
 
Nada nuevo bajo el sol. Platón ya dijo lo mismo sin necesidad de oscuras elucubraciones.

¿Quién es Emil Sinclair? ¿Cómo es la vida de Emil Sinclair? Ese juego de dualidades, interiores y exteriores, que dan lugar a una trama literaria. Demian es una especie de demiurgo platónico que le ayuda en el proceso. O un instrumento de Abraxas para conseguir lo mismo: la salvación del desvalido Sinclair. Un Sinclair atormentado por esa dualidad de su interior que no comprende.

Sin embargo, lejos quedamos aún de analizar con objetividad, al menos desde el punto de vista de quien escribe estas líneas, la figura de Emil Sinclair y/o la pretensión de Herman Hesse al escribir su Demian.

 

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