Amy
Chua, la madre tigre, afirma: Los padres occidentales tiran la toalla
enseguida, pero los padres chinos tenemos una confianza total en nuestros hijos
y no paramos hasta que sacamos lo mejor de ellos.
Ganarse
a los hijos
No
voy a entrar en consideraciones sobre el polémico libro de Amy Chua –Madre
tigre, hijos leones- pues es fácil encontrar innumerables entradas en la
red sobre la cuestión. Y, mucho menos, escribir un Post para entrar en un
debate sobre la posible decadencia de las maneras de educar, a los hijos, en
esta Europa que está perdiendo sus señas de identidad por momentos.
Porque
ni en el libro de la madre tigre ni en los nuevos tiempos educativos que se
vislumbran en este continente, encuentro consideración alguna sobre una
cuestión que me parece de vital importancia en la educación de los hijos del
siglo XXI: cambiar, de arriba abajo, el concepto que se tiene sobre el cariño.
Simplificando
la cuestión. Pensamos que el cariño a los hijos se manifiesta en hacer por
ellos todo lo que haga falta. Cuando esta situación llega a los límites más
insospechados, los hijos terminan convirtiéndose en pequeños seres acomodados
que no hacen nada o prácticamente nada por sacar su casa adelante.
Expresiones
como, niño, estudia que es tu única obligación, son una buena muestra de
lo que quiero indicar como intento de análisis.
Un
pequeño guiño a la psicología antes de proseguir. La lógica del cariño es
sencilla. Se quiere a aquellas personas por las que hacemos cosas. Por eso, los
padres quieren a sus hijos. Sin embargo, esta lógica sencilla también funciona
al revés: no se puede querer a alguien por quien no se hace nada. Por este
motivo, el amor no es, en sí, recíproco.
Si
hacemos todo por los hijos y los hijos no hacen nada por los padres, ¿cómo
podemos pretender que nos quieran pasada la edad de la infancia? No hay que
asustarse. Lo que debería darnos pánico es desconocer esta realidad tan simple.
Habrá
que idear y profundizar en nuevos modelos educativos; por supuesto. Pero de
nada servirán si olvidamos que a los hijos hay que, no sólo quererlos, sino
ganárselos. Por eso, contestaría a la madre tigre y a muchos otros con la
siguiente reflexión final:
Frederick
Douglass, escribió: Es más fácil formar niños fuertes que reparar a hombres
rotos.
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