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lunes, 4 de febrero de 2013

Es más fácil formar niños fuertes que reparar a hombres rotos


Amy Chua, la madre tigre, afirma: Los padres occidentales tiran la toalla enseguida, pero los padres chinos tenemos una confianza total en nuestros hijos y no paramos hasta que sacamos lo mejor de ellos.

Ganarse a los hijos

No voy a entrar en consideraciones sobre el polémico libro de Amy Chua –Madre tigre, hijos leones- pues es fácil encontrar innumerables entradas en la red sobre la cuestión. Y, mucho menos, escribir un Post para entrar en un debate sobre la posible decadencia de las maneras de educar, a los hijos, en esta Europa que está perdiendo sus señas de identidad por momentos.

Porque ni en el libro de la madre tigre ni en los nuevos tiempos educativos que se vislumbran en este continente, encuentro consideración alguna sobre una cuestión que me parece de vital importancia en la educación de los hijos del siglo XXI: cambiar, de arriba abajo, el concepto que se tiene sobre el cariño.

Simplificando la cuestión. Pensamos que el cariño a los hijos se manifiesta en hacer por ellos todo lo que haga falta. Cuando esta situación llega a los límites más insospechados, los hijos terminan convirtiéndose en pequeños seres acomodados que no hacen nada o prácticamente nada por sacar su casa adelante.

Expresiones como, niño, estudia que es tu única obligación, son una buena muestra de lo que quiero indicar como intento de análisis.



Un pequeño guiño a la psicología antes de proseguir. La lógica del cariño es sencilla. Se quiere a aquellas personas por las que hacemos cosas. Por eso, los padres quieren a sus hijos. Sin embargo, esta lógica sencilla también funciona al revés: no se puede querer a alguien por quien no se hace nada. Por este motivo, el amor no es, en sí, recíproco.

Si hacemos todo por los hijos y los hijos no hacen nada por los padres, ¿cómo podemos pretender que nos quieran pasada la edad de la infancia? No hay que asustarse. Lo que debería darnos pánico es desconocer esta realidad tan simple.

Habrá que idear y profundizar en nuevos modelos educativos; por supuesto. Pero de nada servirán si olvidamos que a los hijos hay que, no sólo quererlos, sino ganárselos. Por eso, contestaría a la madre tigre y a muchos otros con la siguiente reflexión final:

Frederick Douglass, escribió: Es más fácil formar niños fuertes que reparar a hombres rotos.

 

 

 

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