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sábado, 20 de julio de 2013

Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas


Acabo de terminar de leer Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas de Leontxo García.
 
A los que somos amantes del ajedrez, nos es fácil transitar, mentalmente, por las partidas de genios como Bobby Fisher, Anatoli Kárpov o Garry Kaspárov; al mismo tiempo, nos resulta igual de fácil asociar el ajedrez a las enseñanzas del maestro García. 

Parafraseando a Jung, podríamos afirmar que los ajedrecistas tenemos un inconsciente colectivo particular en el que el tablero es la vida; las piezas, los jugadores y Leontxo, la voz de todo lo que ocurre en las sesenta y cuatro casillas.

He disfrutado, lógicamente, con la lectura y con la estructura del libro. En tres capítulos y 359 páginas, se desgranan pasajes inolvidables y datos relevantes que evidencian las características especiales de este “juego” tan difícil de catalogar: ¿Deporte? ¿Ciencia? ¿Arte? Indico algunos interrogantes sugerentes.
 
 

 
Los misterios del ajedrez ¿Por qué juegan las mujeres peor? Un interrogante atrevido y mediático. Pero no se asuste el lector. Los comentarios de Leontxo García van por otros derroteros. Curioso es, apuntar, que hayan sido las propias jugadoras las que reivindiquen competiciones de ajedrez separadas por sexos.

Ver con la mente Ajedrez a ciegas: Memoria fotográfica frente a memoria lógica. O introducirse, de paso, en el fabuloso mundo del ajedrez para invidentes.

¿Es el ajedrez un deporte? Y, como hace Leontxo, para responder a esta típica cuestión, podríamos contestar con dos preguntas: ¿Jugaría Messi igual de bien al fútbol con otro cerebro? ¿Podemos separar la mente del cuerpo y hablar de deportes físicos y otros que no lo son?

Algunos locos adorables Donde se desmitifica esa idea –falsa- que asocia ajedrez a personajes un tanto curiosos, al menos, y relatándose, al mismo tiempo, anécdotas estrambóticas que jalonaron la vida de Bobby Fisher.

Un capítulo entero, El ajedrez enseña a pensar, dedicado a profundizar en los beneficios cognitivos del ajedrez y su utilización como terapia, no sólo cognitiva, sino también social. Las iniciativas tomadas en la reinserción de presos, usando el ajedrez como herramienta, son encomiables. ¿Para cuándo el ajedrez en las aulas, querido profesor García?

Chips y neuronas, más de dos siglos de jaque, capítulo en el que se realiza un viaje apasionante sobre el ajedrez como campo de investigación de la inteligencia artificial. Los pasajes dedicados a relatar los enfrentamientos entre Garry Kaspárov y Deep Blue están narrados con la maestría propia de un director de cine de suspense.

Recomiendo la lectura de este Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas aunque el trabajo de Leontxo García se divulgue por sí solo.

No obstante, sólo señalaría una matización a su trabajo; matiz que me surge tras leer ciertos presagios negativos que se vislumbran en el mundo del ajedrez. Los avances técnicos informáticos puede que evidencien, con el tiempo, que el ajedrez sea predecible. Quizás, el jugador de blancas nunca pueda perder. Es cuestión de jugar con la precisión de un ordenador infalible. Por otro lado, ese mismo progreso informático puede ser usado, de manera vergonzosa, para hacer trampas en una competición.

Y, aquí, lo que hecho en falta. La mayoría de las personas que nos acercamos a un tablero de ajedrez, lo hacemos porque nos resulta vital. Y dejaría de ser vital si echáramos mano de un ordenador o de las trampas para ganar. Lo que hace grande al ajedrez es jugarlo. Ajedrez y vida, pasiones mezcladas.

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