Número de visitas

sábado, 5 de octubre de 2013

¿Por qué se discute con los hijos o con quién sea?

Dos no discuten si uno no quiere. Eso es cierto pero no arregla el problema. Al final se discute porque el otro –el que quiere seguir discutiendo-suele ser maniático de la última palabra y acabará por sacarnos de nuestras casillas.
 
Demos por hecho que en las discusiones familiares, se produce la discusión porque las relaciones están fundamentadas en el cariño. Por este motivo, muchas veces se termina discutiendo con los hijos.
 
Discusiones esporádicas, por tanto, y mientras no sean desproporcionadas, son buenas porque son un cierto termómetro del cariño. Si se pasa, de manera absoluta de alguien, es difícil que se dé la discusión.
 
El problema se presenta cuando las prioridades para con los hijos son excesivas y, por tanto, las ocasiones de discusión se elevarán de manera exponencial. Un número exagerado de prioridades desemboca, fácilmente, en convertir éstas en prohibiciones. Y con prohibiciones la discusión está servida y, además, no se educa.
 
 
¿Qué haga entonces un hijo lo que le dé la gana?
 
Tan malo es un extremo como otro: prohibir todo o dejarle hacer cualquier cosa. Deben existir normas claras, pocas y concisas. Todo lo demás es bueno que sea consensuado. No se trata de que la familia sea una democracia –menuda estupidez- pero tampoco se trata de convertir un hogar en una dictadura.
 
¿Y si hay que discutir alguna vez?
 
No pasará nada. No seamos hipermodernos. Si tu hijo llega borracho a las seis de la mañana, discutir igual es hasta saludable. El problema es hacer de esa discusión el tema único de conversación, en forma de reproches, en los días siguientes o semanas. ¿Dónde queda educar, entonces?
 
¿Y las  discusiones en otros ámbitos?
 
Hay expertos en soliviantar a los demás. Se puede optar por evitar a esas personas pero no es siempre fácil: compañeros de trabajo, vecinos, familiares lejanos. ¿Qué se puede hacer ante estas relaciones tóxicas?
 
No hay respuesta fácil aunque puede ser sugerente intentar lo siguiente: descubrir qué cosas interesan a esa persona y preguntarle por ellas. No es mágico pero, a la larga, da buenos resultados. En definitiva, si te interesas por alguien, ese alguien te verá como cercano y querrá que estés cerca; por tanto, evitará discutir para que no te alejes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario