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miércoles, 25 de diciembre de 2013

Matrix o el genio maligno de Descartes

Así, pues, supondré que hay, no un verdadero Dios, fuente suprema de verdad, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual haya usado toda su industria en engañarme.
 
De esta manera, formula Descartes la tesis del genio maligno, hipótesis que nos hace dudar hasta del rigor de las matemáticas y, que como consecuencia de eso, nos sumerge en una situación en la que no podemos tener certeza de nada, salvo la de nuestra propia existencia como pensamiento.
 
Pienso, luego existo: se puede dudar de la existencia de Dios, del cielo, de los cuerpos, de nuestro propio cuerpo; pero no se puede dudar de que todas esas cosas las estemos pensando. El cogito cartesiano se presenta, así, como la primera verdad clara y distinta, indubitable, que fundamentará todo conocimiento y cualquier otra nueva certeza.
 
La situación de Neo, en Matrix, es similar a la que se obtiene después de someter todo a duda al modo cartesiano. Neo duda hasta de su propia existencia. Sin embargo, y como ocurre tras la hipótesis del genio maligno, al menos podrá afirmar que existe como algo que piensa todas esas cosas.
 
Matrix, al igual que el genio maligno, deja a Neo como pensamiento que piensa. Descartes propondrá una salida filosófica a esa soledad del cogito. Los hermanos Wachowsky, una solución cinematográfica a la soledad de Neo.
 
 

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