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domingo, 19 de enero de 2014

Un día de furia y Gamonal

Es cierto que William Foster (Michael Douglas), protagonista de Un día de furia, es una persona con problemas personales serios. Sin embargo, la causa de su reacción en cadena no tiene nada que ver con su situación vital.

La película, dirigida en 1993 por Joel Schumacher, es meridianamente clara en este sentido. William Foster queda atrapado en un atasco. Hace calor, no tiene un buen día. Se va desesperando y pierde la paciencia.

Sin embargo, no pierde la paciencia por la situación. La pierde porque no comprende como cientos y cientos de ciudadanos, como él, pueden soportar tal escenario sin quejarse lo más mínimo. Desde ese momento, su reacción –la trama de película- irá en un crescendo violento que encierra una crítica social demoledora.

William Foster no es un desequilibrado. Es un ciudadano indignado.
 
 
El mayor acierto de Joel Schumacher es mostrarnos la delgada línea que separa la sensatez cívica de la rabia. El ser humano no sabe cuando puede ocurrirle eso. Y, mucho menos, lo saben los gobernantes.
 
Las acciones que comete William Foster son condenables. El fin nunca justifica los medios. Y, mucho menos, si los medios son violentos. El discurso racional es la única arma sensata en estas situaciones.
 
Sin embargo, y prácticamente hasta las escenas finales de la película, el espectador simpatiza con el protagonista.
 
¿Por qué? Porque no hay quién escuche discurso racional alguno. Y, mucho menos, desde las instancias políticas.
 
William Foster se ve solo, sabe que está solo. Los demás, seguirán aguantado atascos sin hacer nada. Por eso fracasa.
 
¿Hubiera sido otra la película si se hubieran unido a William Foster cientos de ciudadanos haciendo lo mismo? ¿Hubiera triunfado, entonces?
 
Pienso que no. O quiero creer que no.
 
Joel Schumacher habría reconfigurado, en esa nueva situación, el guión de la película haciendo surgir la figura de un líder que amansara la indignación gracias a su catadura moral.
 
Final de película.

lunes, 13 de enero de 2014

Aprender a dejarlo estar

La afamada frase de Herman Hesse -Algunos pensamos que lo que nos hace más fuertes es aguantar pero otras es dejarlo estar- siempre me ha parecido una sentencia sugerente y de gran calado filosófico y psicológico.

Link que nos remite a una escena final de la serie Mentes criminales en la que se ejemplifica la frase de Hesse: https://www.youtube.com/watch?v=0VD0pK6Abvc

Filosófico, porque ese dejarlo estar nos remite a la realidad.

Psicológico, porque la frase, en su conjunto, es una bofetada conceptual a la insensata moda psicológica que no para de insistir en la importancia que tiene que cultivemos nuestros sueños para ser feli

Hagamos un sencillo análisis de la cuestión filosófica.

La vida moderna, más bien posmodernidad, en la que vivimos ha dado primacía al soñar sobre la realidad. Y, esto, de muchas maneras. Algunos ejemplos:

-En lo económico, con créditos que permitían (ya no) comprar lo soñado.
-En lo estético, permaneciendo siempre joven y sin arrugas aunque haya que pagar un alto precio.
-En la diversión, con una estrategia de publicidad que disuelve las edades apropiadas para hacer cualquier tipo de plan. Cualquier edad es buena para cualquier cosa.
-En lo moral, vaciando la responsabilidad personal en pro de una responsabilidad legal.
-En el esfuerzo, sustituyéndolo por el cansino emprendimiento como si el éxito surgiera por generación espontánea.



En definitiva, y para no alargar la cuestión, sustitutos falsos de una realidad que, tarde o temprano, se impondrá para derrumbarnos: porque el crédito se acaba, las arrugas llegarán, los años pesan, la responsabilidad moral es una realidad o el esfuerzo no es sustituible.

Finalmente, el aspecto psicológico.

Cumple tus sueños, busca en tu interior, escucha tu corazón y lindezas de este tipo conducen, como mínimo, a la frustración. Porque los sueños tiene que ser realistas, el interior no se puede entender sin lo exterior o porque en el corazón debe resonar también los demás.

Lo de cumple tus sueños es especialmente peligroso porque, desafortunadamente, nuestra juventud, por influencias y educación, esta creciendo en este clima de excitación del yo sin poner los pies en la realidad. La realidad de las propias capacidades y limitaciones.

No nos perdamos. Por ejemplo. Si no tienes visión espacial ninguna ¿cómo pretendes ser arquitecto? ¿Nadie te ha dicho, con cariño y sin ofenderte, que deberías tener otro sueño?

Hesse nos ofrece el antídoto. Uno es dueño de su vida cuando saber que hay cosas, situaciones, sueños, relaciones, que, simplemente, hay que dejarlas estar




sábado, 4 de enero de 2014

House y la autoestima

Uno de los grandes errores de análisis que ha propiciado la psicologización desmesura de nuestra vida cotidiana es, sin duda, el que se refiere a la autoestima, esa pretendida valoración que hacemos de nosotros mismos y la inmensa influencia -supuesta influencia- que tiene en nuestra felicidad.
 
Que gran mentira. La autoestima no es un sentimiento propio. Es un sentimiento impuesto por los demás. Nos vemos como nos ven los demás. La autoestima no es más que ese espejo que los demás usan para vernos y que tomamos como único espejo posible para mirarnos a nosotros mismos.
 
La necesidad de agradar a los demás se ha impuesto como filosofía de vida.
 
Esa necesidad de agradar, a toda costa, produce un vaciamiento del propio yo. En definitiva, la riqueza de una persona –que no haga el mal a sabiendas- se mide por el grado de desagrado que genera a su alrededor. Sin embargo, ocurre lo contrario.
 
Nos vemos como nos ven los demás. La gasolina de esta manera de percibirnos es la necesidad de agradar. Queremos agradar porque es costoso remar solo. Y a todo esto, que es bastante simple, le llaman autoestima. El resultado es claro: aturdimiento mental.



 

Muchos gurús de la salud mental deberían aprender del doctor House.

 

House y la aprobación de los demás

Ya. Es cierto. Es insoportable, maleducado, grosero, etc., etc. Sin embargo, House no tiene problemas de autoestima. La razón es muy sencilla: desprecia la aprobación y el aplauso, no le gustan las aprobaciones públicas de aprobación. House desconfía de este tipo de motivaciones.
 
En definitiva, aquí está el quid de la cuestión y, nuevamente, gracias a esa psicologización dañina. Tras autoestima, los gurús no para de hablar de motivación. Y, como son muy suyos, han unido motivación a quedar bien. Hasta tal punto esto es así que cuesta trabajo motivarse si no hay aplausos.
 
La solución, nuevamente, la podemos encontrar en el propio House.  Le importa más la verdad que la aprobación de la gente. Eso es lo que le motiva. Eso es lo que le hace mirarse a sí mismo sin espejos.