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sábado, 1 de febrero de 2014

La derecha líquida Quo vadis, PP?

La modernidad líquida puede considerarse una categoría sociológica acuñada por Zygmunt Bauman. Surfeamos en las olas de una sociedad líquida siempre cambiante –incierta– y cada vez más imprevisible.
 
Ese “surfear” quizás sea la acción –“surfear” no deja de ser un verbo- que mejor defina la situación del individuo postmoderno. No se transita ya sobre terreno firme sino sobre un líquido –el agua- siempre cambiante. Los líquidos no conserven su una forma durante mucho tiempo. Están dispuestos a cambiarla fácilmente. Al individuo, no le queda otra: surfear y adaptarse al cambio. Es más: ser el mismo un continuo cambio.
 
En una modernidad líquida –sociedad líquida, hombre líquido, educación líquida, etc. pues Bauman fusiona todo- no es posible planificar el futuro ya que todo es global y todo nos influye y sin que haya una proporción entre los efectos y las causas. Nunca se sabe cuando puede estallar algo que eche por tierra cualquier pronóstico.
 
Es lo que ocurre con la economía: una simple declaración inoportuna puede provocar desastres bursátiles. Es lo que ocurre a los dirigentes políticos: una caída cazando puede propiciar el descrédito de una institución. Es lo que ocurre en Twitter: un comentario desafortunado puede incendiar la red social.
 
Algo parecido puede ocurrirnos en nuestra vida personal. Nuestra identidad es digital y esto, nadie lo pone en duda, acarrea ciertos riesgos si uno no tiene la cabeza amueblada. Esta identidad es, cada vez, menos estable, fragmentaria y débil pues debe reinventarse continuamente para mantenerse con un perfil idóneo (Hecho que está haciendo estragos entre la gente joven)
 
 
Es lo que ocurre con el consumo. El consumismo no se define ya por la acumulación de cosas sino por el breve goce de éstas. Es lo que ocurre con el conocimiento. Ya no es perdurable, sino de usar y tirar.
 
Y, en definitiva, es lo que ocurre con la política. Los grandes discursos programáticos han pasado a la historia simplemente porque no se pueden mantener. Los grandes programas versaban sobre cosas sólidas y sólido, ya no queda nada.
 
El Partido Popular, partido que sustenta el gobierno, vive en esa encrucijada de la sociedad líquida. No es posible mantener fuertes promesas porque la situación es tan cambiante que no es posible hacerlo. Mariano Rajoy, lo sabe y, por la tanto, ha hecho del pragmatismo su bandera y de la crisis económica su única ocupación.
 
Si, al menos, la economía mejora, esa porción de la sociedad que se resiste a ser líquida, quizás le perdone su manera de surfear.